Lunes, 2 jul (RV).- El pasado sábado se hacía pública la carta de Benedicto XVI a
los católicos chinos, en la que el Papa hace un llamamiento a la unidad de la Iglesia
en ese país y a la reconciliación con sus autoridades. La carta asegura la disponibilidad
al diálogo con las autoridades civiles y subraya que no quiere provocar interferencias
en asuntos políticos. Al mismo tiempo, confirma la posición de la Iglesia sobre la
libertad religiosa.
Por lo que se refiere a los aspectos de la vida de la
Iglesia, la carta papal reconoce la «situación de fuertes contrastes que afectan a
los laicos y los pastores», ocasionada sobre todo por el papel de la Asociación Patriótica
Católica China, organismo creado por las autoridades comunistas que no reconoce el
papel del Papa. Los pastores y fieles que no se reconocen en esta Asociación están
obligados a vivir la fe en la clandestinidad.
El documento recuerda que la
unidad de la Iglesia en las diferentes naciones exige que cada obispo esté en comunión
con los demás obispos y todos, a su vez, en comunión visible y concreta con el Papa.
Horizontes positivos para la Iglesia de China P. Juan
José Fernández Ibáñez
Dos lecturas, una explícita y pastoral, y otra derivada
de las imprescindibles repercusiones políticas y diplomáticas. La primera lectura
reafirma la voluntad de poner todos los medios para salir de situaciones de dolor
y enfrentamiento dentro de la Iglesia; es un mensaje inherente al anuncio del Evangelio.
Benedicto XVI evita cualquier acusación o frases que subrayen tensiones. Si hay diferencias,
éstas pueden ser asumidas buscando soluciones y tendiendo la mano. Cosa que hace el
Papa no sólo cuando se dirige a los cristianos, sino a las autoridades civiles.
La
Carta reconoce que no hay desunión en la fe y la situación actual no ha sido provocada
por posiciones doctrinales; considera a la Iglesia en China como única Iglesia, profundamente
deseosa de unión con el Papa; la aparente división proviene de circunstancias externas,
como pueden ser la situación de limitaciones de la libertad. No obstante, el valor
de la comunión eclesial, ha de estar por encima de cualquier otro interés. Esta comunión
ha de ser realizada bajo la figura y la misión del Obispo en la comunidad diocesana,
como encargo recibido de la tradición apostólica. De ahí la frase: “nada sin el Obispo”.
La comunión de cada obispo con los demás obispos y todos en comunión visible con el
sucesor de Pedro es central para el anuncio del evangelio.
Una pasión por la
caridad y la verdad pretende ser la guía para afrontar los problemas y en este contexto
se inscribe el mensaje explícito a todos los católicos de China. Y esa misma pasión
por la caridad y la verdad es la que determina las repercusiones políticas que pueda
tener esta Carta Pastoral. Si aspiramos a superar la división –sea esta aparente o
formal- entre la Iglesia reconocida por el gobierno y la llamada clandestina, el Santo
padre hace un gesto de tender la mano al gobierno de la Republica Popular China. Y
en este sentido afronta el tema del nombramiento de obispos, y lo afronta con una
propuesta concreta hacia el diálogo que pueda incluir la elección de los candidatos,
la publicación del nombramiento y su reconocimiento por las autoridades civiles.
Aunque
no haya sido de una manera oficial, parece que el Gobierno chino ha recogido el guante
en la línea de apostar por un diálogo franco y constructivo con el Vaticano. La solución
de esos problemas a que alude la Santa Sede sobre la incompatibilidad de las doctrinas
–la Vaticana referida a la Iglesia y la del gobierno de Beijing- puede entrar en vía
de solución a una situación que se arrastra desde el año 1951.