El Papa subraya a los obispos de Puerto Rico la necesidad de intensificar una pastoral
familiar incisiva e impartir una sólida formación religiosa a la juventud
Sábado, 30 jun (RV).- Benedicto XVI ha recibido hoy a todos los obispos de Puerto
Rico que esta semana han concluido su quinquenal visita ad limina. El Papa, en el
mensaje que les ha entregado, ha insistido de especial modo “en el reto permanente
que representa la familia en la sociedad actual”. La institución familiar “se ve asediada
por insidias, como son el materialismo imperante, la búsqueda del placer inmediato,
la falta de estabilidad y de fidelidad en la pareja, influenciada continuamente por
los medios de comunicación”.
“Cuando el matrimonio no se ha construido sobre
la roca firme del amor verdadero y de la mutua entrega, -advierte el Pontífice- es
arrastrado fácilmente por la corriente divorcista, soslayando además el valor de la
vida, sobre todo la de los no nacidos”. Este panorama lleva al Santo Padre a pedir
a los obispos “la necesidad de intensificar una pastoral familiar incisiva, que ayude
a los esposos cristianos a asumir los valores fundamentales del Sacramento recibido”.
Otro
argumento que preocupa Benedicto XVI es el “indiferentismo religioso y la tentación
de un fácil permisivismo moral”, que influyen en gran manera sobre las nuevas generaciones
y que las están llevando “a la ignorancia de la tradición cristiana”. “La juventud
tiene derecho, desde el inicio de su proceso formativo, a ser educada en la fe y en
las sanas costumbres”, afirma el Papa. Por eso la educación integral de los más jóvenes
no puede prescindir de la enseñanza religiosa también en la escuela. “Una sólida formación
religiosa será, pues, una protección eficaz ante el avance de las sectas o de otros
grupos religiosos de amplia difusión actual”. DISCURSO
COMPLETO Queridos hermanos en el
Episcopado:
1. Con sumo gusto os recibo, Pastores
de la Iglesia de Dios que peregrina en Puerto Rico, venidos a Roma para la visita
ad Limina y para fortalecer los profundos vínculos que os unen con esta Sede Apostólica.
A través de cada uno de vosotros envío mi cordial saludo y expreso mi afecto y estima
a los sacerdotes, comunidades religiosas y fieles laicos de las respectivas Iglesias
particulares. Agradezco las amables palabras que me ha dirigido, en nombre
de todos, Mons. Roberto Octavio González Nieves, Arzobispo de San Juan de Puerto Rico
y Presidente de la Conferencia Episcopal, exponiendo las inquietudes y esperanzas
de vuestro ministerio pastoral, orientado a guiar al Pueblo de Dios por el camino
de la salvación y proclamando con vigor la fe católica para una mejor formación de
los fieles.
2. Las relaciones quinquenales ponen
de manifiesto la preocupación por los retos y dificultades que se han de afrontar
en estos momentos de la Historia. En efecto, en los últimos años muchas cosas han
cambiado en el ámbito social, económico y también religioso, dando paso a veces a
la indiferencia religiosa y a un cierto relativismo moral, que influyen en la práctica
cristiana y que, indirectamente, afecta también a las estructuras de la misma sociedad.
Esta situación religiosa os interpela como Pastores y requiere que permanezcáis unidos
para hacer más palpable la presencia del Señor entre los hombres a través de iniciativas
pastorales conjuntas y que respondan mejor a las nuevas realidades. Es
fundamental preservar y acrecentar el don de la unidad que Jesús pedía al Padre para
sus discípulos (cf. Jn 17,11). En la propia diócesis estáis llamados a vivir y dar
testimonio de la unidad querida por Cristo para su Iglesia. Por otra parte, las eventuales
diferencias de costumbres y tradiciones locales, lejos de amenazar esta unidad, contribuyen
a enriquecerla desde la fe común. Y vosotros, como sucesores de los Apóstoles, tenéis
que esforzaros en «mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz» (Ef 4,3).
Por eso quiero recordar que todos, especialmente los Obispos y sacerdotes, estáis
llamados a una misión irrenunciable y que os compromete profundamente: hacer que la
Iglesia sea un lugar donde se enseñe y se viva el misterio del amor divino, que sólo
será posible a partir de una auténtica espiritualidad de comunión, que tiene su expresión
visible en la mutua colaboración y en la vida fraterna.
3. Un
sector que reclama primordialmente vuestra atención pastoral son los sacerdotes. Ellos
están en la primera línea de la evangelización y necesitan de manera especial vuestro
cuidado y cercanía personal. Vuestra relación con ellos no ha de ser sólo institucional,
sino que, como verdaderos hijos, amigos y hermanos vuestros, debe estar animada sobre
todo por la caridad (cf. 1Pe 4,8), como expresión de la paternidad episcopal, que
se ha de manifestar de modo especial con los sacerdotes enfermos o de edad avanzada,
así como con los que se encuentren en circunstancias difíciles. Los sacerdotes,
por su parte, deben recordar que, ante todo, son hombres de Dios y, por eso, han de
cuidar su vida espiritual y su formación permanente. Toda su labor ministerial “debe
comenzar efectivamente con la oración”, como dice san Alberto Magno (Comentario de
la teología mística, 15). Todo sacerdote encontrará en este encuentro con Dios la
fuerza para vivir con mayor entrega y dedicación su ministerio, dando ejemplo de disponibilidad
y desprendimiento de las cosas superfluas.
4. Pensando
en los futuros candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada, hay que resaltar la
importancia de orar sin cesar al Dueño de la mies (cf. Mt 9,38) para que conceda a
la Iglesia en Puerto Rico numerosas y santas vocaciones, especialmente en la situación
actual en la que los jóvenes encuentran frecuentemente dificultades para seguir el
llamado del Señor a la vida sacerdotal o consagrada. Por eso, se ha de incrementar
una pastoral vocacional específica, que mueva a los responsables de la pastoral juvenil
a ser mediadores audaces del llamado del Señor. Sobre todo, no hay que tener miedo
a proponerlo a los jóvenes, acompañándolos después asiduamente, en el ámbito humano
y espiritual, para que vayan discerniendo su opción vocacional. Respecto
a la formación de los candidatos al sacerdocio, el Obispo ha de poner suma atención
en elegir a los educadores más idóneos y mejor preparados para esta misión. Teniendo
en cuenta las circunstancias concretas y el número de vocaciones en Puerto Rico, se
podría tomar en consideración la confluencia de esfuerzos y recursos, de común acuerdo
y con espíritu de unidad en la planificación pastoral, con el fin de obtener resultados
mejores y más satisfactorios. Esto permitiría una mejor selección de los formadores
y profesores que ayuden a cada seminarista a crecer con «una personalidad madura y
equilibrada, [...] con honda vida espiritual y amante de la Iglesia» (Pastores gregis,
48). En esta delicada labor, todos los sacerdotes deben sentirse corresponsables,
promoviendo nuevas vocaciones, sobre todo con el propio ejemplo y sin dejar de acompañar
a aquéllos que han surgido de la propia comunidad parroquial o de algún movimiento.
5.
En el ámbito social se va difundiendo una mentalidad inspirada en un laicismo que,
de forma más o menos consciente, lleva gradualmente al desprecio o a la ignorancia
de lo sacro, relegando la fe a la esfera de lo meramente privado. En este sentido,
un recto concepto de libertad religiosa no es compatible con esa ideología, que a
veces se presenta como la única voz de la racionalidad. Un reto permanente
para vosotros es también la familia, que se ve asediada por tantas insidias del mundo
moderno, como son el materialismo imperante, la búsqueda del placer inmediato, la
falta de estabilidad y de fidelidad en la pareja, influenciada continuamente por los
medios de comunicación. Cuando el matrimonio no se ha construido sobre la roca firme
del amor verdadero y de la mutua entrega, es arrastrado fácilmente por la corriente
divorcista, soslayando además el valor de la vida, sobre todo la de los no nacidos.
Este panorama muestra la necesidad de intensificar, como ya lo estáis haciendo, una
pastoral familiar incisiva, que ayude a los esposos cristianos a asumir los valores
fundamentales del Sacramento recibido. En este sentido, fieles a las enseñanzas de
Cristo, a través de vuestro magisterio proclamáis la verdad de la familia como Iglesia
doméstica y santuario de la vida, ante ciertas tendencias que, en la sociedad actual,
tratan de eclipsar o confundir el valor único e insustituible del matrimonio entre
hombre y mujer.
6. El mencionado indiferentismo religioso
y la tentación de un fácil permisivismo moral, así como la ignorancia de la tradición
cristiana con su rico patrimonio espiritual, influyen en gran manera sobre las nuevas
generaciones. La juventud tiene derecho, desde el inicio de su proceso formativo,
a ser educada en la fe y en las sanas costumbres. Por eso la educación integral de
los más jóvenes no puede prescindir de la enseñanza religiosa también en la escuela.
Una sólida formación religiosa será, pues, una protección eficaz ante el avance de
las sectas o de otros grupos religiosos de amplia difusión actual.
7. Los
fieles católicos, que están llamados a ocuparse de las realidades temporales para
ordenarlas según la voluntad divina, han de ser testigos valientes de su fe en los
diferentes ámbitos de la vida pública. Su participación en la vida eclesial es, además,
fundamental y, en ocasiones, sin su colaboración vuestro apostolado de Pastores no
llegaría a «todos los hombres de todos los tiempos y lugares» (Lumen gentium, 33). A
este respecto, quiero recordar unas significativas palabras de mi predecesor Juan
Pablo II en su viaje pastoral a Puerto Rico: «Cuando en el ejercicio de vuestro ministerio
encontréis cuestiones que tocan opciones concretas de carácter político, no dejéis
de proclamar los principios morales que rigen todo campo de la actividad humana. Pero
dejad a los laicos bien formados en su conciencia moral, la ordenación según el plan
de Dios de las cosas temporales. Vosotros habéis de ser creadores de comunión y fraternidad,
nunca de división en nombre de opciones que el pueblo fiel puede elegir legítimamente
en sus diversas expresiones» (n. 3, 12-10-1984).
8. Algunos
sectores de vuestra sociedad viven en la abundancia mientras otros sufren graves carencias,
que no pocas veces rayan en la pobreza. En este sentido, es bien conocida la generosidad
de los puertorriqueños, que responden de forma solidaria a los llamados de ayuda ante
ciertas tragedias en el mundo. A este respecto, es de esperar que esta misma generosidad,
coordinada por los servicios de Cáritas de Puerto Rico, se incremente también en aquellas
circunstancias en las que grupos, personas o familias del lugar necesiten una verdadera
asistencia.
9. Queridos Hermanos: la evangelización
y la práctica de la fe en Puerto Rico han estado siempre unidas al amor filial a la
Virgen María. Esto lo ponen de manifiesto los templos, santuarios y monumentos, así
como las prácticas de piedad y fiestas populares en honor de la Madre de Dios. A Ella
encomiendo vuestras intenciones y trabajos pastorales. Bajo su maternal protección
pongo a todos los sacerdotes, comunidades religiosas, así como a las familias, a los
jóvenes, a los enfermos y especialmente a los más necesitados. Llevadles a todos el
saludo y el gran afecto del Papa, junto con la Bendición Apostólica.