El Papa invita en Asís a los jóvenes a seguir a san Francisco en su compromiso con
la paz en un mundo tan necesitado de ella y del diálogo interreligioso, patrimonio
común e irrenunciable de la sensibilidad cristiana
Domingo, 17 jun (RV).- Benedicto XVI ha invitado a los jóvenes en Asís a seguir a
san Francisco en su compromiso con la paz, un aspecto de su vida de gran actualidad,
en un mundo que tiene tanta necesidad de paz y no consigue encontrar el camino. El
Santo Padre ha celebrado un multitudinario encuentro con los jóvenes, en la plaza
de la Basílica de santa María de los Ángeles, a quienes ha querido subrayar la importancia
del diálogo interreligioso, que tras el Concilio Vaticano II, se ha convertido en
patrimonio común e irrenunciable de la sensibilidad cristiana.
Y es en este
sentido en el que Francisco puede ayudarnos a dialogar auténticamente, sin caer en
una actitud de indiferencia en relación a la verdad o en la amortiguación de nuestro
anuncio cristiano. Hablando de Francisco como hombre de paz, de tolerancia, de diálogo,
el Papa ha evidenciado que esta esencia suya nace siempre de la experiencia de Dios-Amor.
Su mismo saludo de paz no es casualmente una oración: “Que el Señor te dé la paz”.
El
Santo Padre ha exhortado a los numerosos jóvenes a dejar que Francisco hable a sus
corazones, porque “es el momento de ver la historia de este tercer milenio, apenas
comenzado, como una historia que necesita desesperadamente la levadura del Evangelio”.
Junto al Francisco, hombre de paz, el Pontífice ha hablado a los jóvenes del amor
del santo por Jesús, que como círculos concéntricos se dilata no solo por la Iglesia
sino sobre todas las cosas.
“De aquí nace el Cántico de las Criaturas, donde
reside el esplendor de la Creación: desde el hermano Sol a la hermana Luna, desde
la hermana Agua al hermano Fuego. Su mirada interior se vuelve tan pura y penetrante
que se vislumbra la belleza del Creador en la belleza de las criaturas: El Cántico
de Hermano Sol, antes de ser una página sublime de poesía, es una invitación implícita
a respetar la creación, es una oración dirigida al Señor”.
Esta reunión del
Papa con los jóvenes ha sido el culmen de esta jornada por la atracción especial que
ejerce san Francisco sobre los jóvenes. Un joven Francisco, que durante 25 años vivió
de forma alegre y dispendiosa, enfatuado en la vanidad y en la ambición, con ansias
de gloria y aventuras. Benedicto XVI ha comparado esta fase de la vida de san Francisco
con la vida de tantos jóvenes de hoy:
“Hoy incluso existe la posibilidad de
divertirse más allá de la propia ciudad. Las posibilidades de diversión durante los
fines de semana atraen a tantísimos jóvenes. Además se puede navegar virtualmente
por Internet, buscando informaciones o contactos de todo tipo. Pero por desgracia
tampoco faltan – y son muchos, demasiados – los jóvenes que buscan paisajes mentales,
tan fatuos como destructivos, en los paraísos artificiales de la droga”.
Benedicto
XVI ha subrayado en este sentido que bajo esta forma de vida reside el deseo de felicidad
que habita en cada corazón humano. Y recordando que Francisco tampoco la encontró,
porque “la verdad es que las cosas efímeras pueden proporcionar alegría, pero sólo
el Infinito puede llenar el corazón”.
Otra de las características que Francisco
compartió con la actualidad era su vanidad, que ahora se traduce en “imagen”. “Para
tener un mínimo de éxito – ha dicho el Papa- necesitamos presentarnos ante los demás
con algo original..., la expresión de un inocente deseo de ser bien aceptados... En
realidad centrar la vida sobre sí mismo es una trampa mortal; sólo podemos ser nosotros
mismos si nos abrimos al amor, amando a Dios y a nuestros hermanos”.
Otro de
los problemas de la condición juvenil es la dificultad de construirse un futuro, y
sobre todo la dificultad de discernir la verdad. “Una pregunta que atraviesa ampliamente
la sociedad y la cultura actual, ha dicho Benedicto XVI”.
“Como le paso a Francisco;
Cristo habla también a nuestro corazón. Nos arriesgamos a pasar toda una vida ensordecidos
por voces fragorosas pero vacías, nos arriesgamos a no oír su voz, la única que cuenta,
porque es la única que salva. Nos contentamos con fragmentos de verdad, o nos dejamos
seducir por verdades que solo lo son en apariencia. No nos podemos maravillar después
si nos encontramos en un mundo contradictorio, que, teniendo tantas cosas bellas,
tan a menudo desilusiona, con sus expresiones de banalidad, de injusticia, de violencia.
Sin Dios, el mundo pierde su fundamento y su dirección de marcha”.