Llamamiento de Benedicto XVI y Crisóstomo II a "todos aquellos que en todas partes
el mundo, alzan la mano contra los propios hermanos" y exhortan "con firmeza, a deponer
las armas y a trabajar para que se curen las heridas causadas por la guerra"
Sábado, 16 jun (RV).- Benedicto XVI y el arzobispo ortodoxo de Chipre, Chrysostomos
II, han hecho esta mañana un llamamiento por la paz en el mundo, el respeto de los
Derechos Humanos y la lucha contra la pobreza. El Santo Padre ha recibido hoy al arzobispo
ortodoxo Crisóstomo II en la última jornada de su visita a Roma.
Y una declaración
conjunta, al final de su encuentro, han hecho un llamamiento a "todos aquellos que
en todas partes el mundo, alzan la mano contra los propios hermanos" y les exhortaron
"con firmeza, a deponer las armas y a trabajar para que se curen las heridas causadas
por la guerra". Benedicto XVI y Crisóstomo II abordan en esta declaración común la
situación en Oriente Medio, "donde la guerra y los desacuerdos entre los pueblos corren
el riesgo de extenderse, con consecuencias desastrosas" e invocan la paz que viene
de lo Alto.
Ambas iglesias se comprometen a “desarrollar un papel pacificador
en la justicia y en la solidaridad” y, para que se logre, expresan su deseo de “promover
las relaciones fraternas entre todos los cristianos y un diálogo leal entre las religiones
presentes y activas en resta región”, con la confianza de que la “fe en el único Dios
ayude a los hombres de esas antiguas e ilustres tierras a encontrar un convivencia
amistosa, en el respeto recíproco y una colaboración constructiva".
Además,
piden que los Derechos Humanos "sean defendidos siempre y en todas las naciones" pues
el respeto del hombre es "un deber fundamental para todos". La declaración hace una
referencia especial al derecho de libertad religiosa, derecho primario entre los derechos
humanos que hay que tutelar, y señala que no respetarlo "constituye una gravísima
ofensa a la dignidad del hombre, que viene golpeado en lo íntimo del corazón donde
vive Dios. Y por esta razón, profanar, destruir y saquear los lugares de culto de
cualquier religión, representa una ofensa contra la humanidad y la civilización de
los pueblos”.
El obispo de Roma y el arzobispo de todo Chipre declaran también
su mutuo acuerdo y sincera y firme disposición a “intensificar la búsqueda de la plena
unidad entre todos los cristianos, activando cualquier esfuerzo posible y útil a la
vida de ambas comunidades”. “Deseamos también -se lee en la Declaración conjunta-
que los fieles católicos y ortodoxos de Chipre vivan fraternalmente, en la plena solidaridad
fundada sobre la fe común en Cristo resucitado. Queremos además sostener y promover
el diálogo teológico, que a través de la competente Comisión Internacional se dispone
a afrontar las cuestiones más arduas que han marcado el hecho histórico de la división”.
En
este encuentro se han considerado también las contingencias históricas en las que
viven las respectivas iglesias, de forma particular la situación de división y tensión
que caracterizan desde hace más de tres décadas la isla de Chipre, con los trágicos
problemas que minan la vida de ambas comunidades y de las familias.
Otro de
los temas de esta Declaración común es la construcción de la Unión Europea, donde
católicos y ortodoxos están llamados a contribuir para crear un climas de amistad
y cooperación. El Papa y el arzobispo ortodoxo advierten contra una época marcada
por una creciente secularización y relativismo y reafirman que la Unión Europea no
podrá limitarse a una cooperación meramente económica y que necesita bases sólidas
culturales, referencias éticas compartidas y de apertura a la dimensión religiosa.
“Es necesario vivificar las raíces cristianas de Europa, que han hecho grande su civilización
en los siglos, y reconocer que la tradición cristiana occidental y la oriental tienen,
en este sentido, un importante papel común que realizar".
Benedicto XVI y Chrysostomos
manifiestan también su preocupación por la forma en la que se vienen afrontando las
cuestiones concernientes a la bioética. En particular se advierte del riesgo existente
en algunas técnicas aplicadas a la genética, que aunque estén intencionalmente concebidas
para responder a necesidades legítimas, en realidad hagan mella en la dignidad del
hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. “La explotación del ser humano, la experimentación
abusiva, los experimentos de una genética que no respeta los valores éticos ofenden
la vida y atentan contra la incolumidad y la dignidad de la persona y no pueden ni
deben ser justificados o permitidos en ningún momento de su existencia".
Benedicto
XVI y Crisóstomo II invitan también a las naciones que han conseguido "progresos significativos
en el campo de la economía y la tecnología a que "no olviden a sus hermanos que viene
en países aquejados por la pobreza, el hambre y las enfermedades” pobres, y piden
a los responsables de las naciones a favorecer y promover una justa repartición de
los recursos de la tierra, con espíritu de solidaridad con los pobres y con todos
los indigentes del mundo.
Por último el Pontífice y el arzobispo ortodoxo concuerdan
en sus preocupaciones sobre el riesgo de la destrucción de la creación e indican que
el hombre, creyéndose el centro del universo, olvidando el mandato del Creador y encerrándose
en una egoísta búsqueda del propio bienestar, ha hecho elecciones que "ponen en riesgo
su propia existencia", mientras que el ambiente "exige respeto y protección" por parte
de todos.