2007-06-08 15:37:25

Solemnidad del Corpus Christi: “La Eucaristía es el centro de la vida del hombre en un mundo endurecido por sistemas ideológicos y económicos que mortifican la vida”


Viernes, 8 jun (RV).-"La Eucaristía es para cada generación cristiana el sustento indispensable que la sostiene mientras atraviesa el desierto de este mundo, endurecido por sistemas ideológicos y económicos que no promueven la vida, sino más bien la mortifican". Son palabras de Benedicto XVI ayer por la tarde durante la misa que ofició en la solemnidad del Corpus Christi en el atrio de la basílica romana de San Juan de Letrán. Después de la ceremonia eucarística, el Pontífice en coche descubierto presidió la tradicional y multitudinaria procesión entre la catedral de Roma y la basílica de Santa María la Mayor a lo largo de la vía Merulana.

“Jesús es el Pan de Vida, el alimento que nos sostiene en el camino de la existencia humana. Y el Misterio Eucarístico “es el don que Cristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios para cada hombre”. La Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo nos recuerda esto y “precisamente porque se trata de una realidad misteriosa que va más allá de nuestra comprensión -subrayó el Papa- no debe maravillarnos si también hoy a muchos les cuesta aceptar la presencia real de Cristo en la Eucaristía”.

Entonces como ahora, la Eucaristía es “signo de contradicción”. Y así es, porque un Dios que se hace carne y se sacrifica así mismo por la vida del mundo pone en crisis la sabiduría de los hombres. Pero en un mundo donde domina la lógica del poder y del tener más que la del servicio y del amor, en un mundo donde triunfa la cultura de la violencia y de muerte, la Eucaristía es el alimento vital para los cristianos: “Como el maná para el pueblo de Israel, así para cada generación cristiana la Eucaristía es el alimento indispensable que la sostiene mientras atraviesa el desierto de este mundo endurecido por sistemas ideológicos y económicos que no promueven la vida, sino más bien la mortifican –recalcó- un mundo donde domina la lógica del poder y del tener más que la del servicio y del amor; un mundo donde a menudo triunfa la cultura de la violencia y de la muerte”.

Benedicto XVI también recordó en el curso de su homilía que “el don de la Eucaristía”, recibido por los Apóstoles en la Última Cena está “destinado a todos, al mundo entero”, y va “manifestado abiertamente, para que cada uno pueda encontrar a Jesús que pasa, para que cada uno, recibiéndolo, pueda ser curado y renovado por la fuerza de su amor”. “La Eucaristía es una llamada a la santidad -prosiguió el Papa- y un don hacia los hermanos, porque la vocación de cada uno de nosotros es la de ser, junto a Jesús, pan partido para la Vida del mundo”. Y la adoración eucarística nos invita precisamente a reflexionar “sobre el hecho de que Cristo se inmoló por toda la humanidad”.

“La fiesta de Corpus Christi hace perceptible, a pesar de la dureza de nuestra cerrazón interior, esta llamada del Señor. Jesús llama a la puerta de nuestro corazón y nos pide entrar no solamente para un día, sino para siempre”, exhortó el Pontífice. “Y la procesión, en la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo -acabó diciendo Benedicto XVI- es como si sumergiéramos a Jesús en la cotidianidad de nuestra vida, para que Él camine por donde nosotros caminamos, para que Él viva donde nosotros vivimos”.








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