El Papa señala a los nuevos embajadores de Pakistán, Islandia, Estonia, Burundi y
Sudán que las religiones deben colaborar para formar a sus seguidores en el respeto
de toda fe y cultura
Viernes, 1 jun (RV).- Benedicto XVI ha recibido en el curso de esta mañana las cartas
credenciales de los nuevos embajadores de Pakistán, Islandia, Estonia, Burundi y Sudán,
en ocasión de su presentación como representantes ante la Santa Sede de sus respectivos
países.
Dos estados africanos, uno asiático y dos europeos. Un cuadro geográfico
de situaciones y problemáticas distintas. Del drama de Darfur, al respeto de las minorías
religiosas en Asia, a la defensa de las raíces cristianas en Europa, a la tutela de
la familia y del matrimonio, pero también una ocasión para reflexionar sobre los valores
y compromisos comunes a los que obliga un mundo globalizado.
“Vuestra presencia
hoy aquí, vosotros que venís de distintos continentes, -ha señalado el Papa- nos muestra
una imagen del mundo actual que, de norte a sur, de este a oeste, se desvela por mantener
relaciones cada vez más estrechas y por construir una sociedad que pueda vivir en
paz”.
“En efecto –ha proseguido el Pontífice- en el mundo actual importa más
que nunca afirmar los lazos que unen los países, mostrando cuidado especial por las
naciones más pobres. De hecho, no es posible utilizar impunemente las riquezas de
los países más pobres, sin que éstos puedan tomar parte en el desarrollo mundial”.
En este sentido el Pontífice ha recordado el deber de las autoridades de todos los
países, “a trabajar juntas para que haya una mejor distribución de las riquezas y
de los bienes del planeta. Una colaboración de esta magnitud tendría repercusiones
directas en la solidaridad, la paz y la vida fraterna en el seno de la comunidad internacional”.
El
Papa ha hecho un llamamiento y ha expresado su deseo por un compromiso renovado de
todas las naciones, especialmente de las más ricas, para que todos los hombres tomen
conciencia de su responsabilidad en esta causa, y para que acepten transformar su
modo de vida en vista de una repartición cada vez más equitativa y justa.
Respecto
al papel que pueden tener las religiones en este campo, el Papa ha dicho que “las
religiones tienen el deber de formar a sus miembros en un espíritu de relaciones fraternas
entre todos los habitantes de un mismo país, con una atención respetuosa hacia todos
los hombres. Nadie puede ser objeto de discriminación o puesto al margen de la sociedad
en razón de sus convicciones o prácticas religiosas, que son elementos fundamentales
de la libertad de las personas”.
“Las sociedades tienen el deber de proteger
los derechos esenciales y la dignidad de todos los seres humanos”, ha insistido el
Santo Padre. Por otra parte, una verdadera gestión religiosa no puede ser fuente de
división o violencia entre personas y comunidades humanas. Al contrario, “está en
la base de la conciencia, para ver en toda persona humana un potencial humano que
hay que proteger y hacer crecer”.