Con un mensaje al presidente de Ruanda, Benedicto XVI se une al duelo nacional de
los ruandeses y a la oración por «todas las víctimas del genocidio, sin distinción
alguna de creencia religiosa o de pertenencia étnica y política»
Lunes, 21 may (RV).- Este lunes se ha hecho público el mensaje que Benedicto XVI envió
al presidente de la República de Ruanda, con motivo de la jornada anual de luto nacional,
para conmemorar a las víctimas del genocidio de 1994. Dado que la fecha de esta jornada,
el pasado 7 de abril, coincidía con la celebración del Sábado Santo, el Santo Padre
se unió a las oraciones por todos los inocentes, que hace trece años fueron «víctimas
de esas terribles masacres». Cuyo número se calcula alrededor de un millón de muertos,
además de los también numerosísimos niños, mujeres y hombres que llevan en sus cuerpos
las terribles secuelas de semejante violencia. Ya que muchos de los supervivientes
sufrieron gravísimas amputaciones.
Benedicto XVI se unió «al duelo nacional
de los ruandeses y, en particular, a la oración por todas las víctimas de esta horrible
matanza, sin distinción alguna de creencia religiosa o de pertenencia étnica y política».
Reiterando su ardiente anhelo de que «todos los ruandeses, guiados por las autoridades
civiles y religiosas, se comprometan de forma cada vez más generosa y eficaz en favor
de la reconciliación nacional y de la reconstrucción de un país nuevo, en la verdad
y en la justicia, en la unidad fraterna y en la paz».
Tras recordar a los numerosos
religiosos y eclesiásticos que fueron víctimas también de aquella marea de odio
y de venganza, Benedicto XVI se refirió al Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,
señalando que «las motivaciones religiosas, que son el cimiento del compromiso de
los católicos en la vida cotidiana, familiar y social, y los principios morales que
manan de este mismo compromiso, constituyen un punto de encuentro entre los cristianos
y todos los hombres de buena voluntad».
En este contexto, en el mismo mensaje
al presidente ruandés, el Papa ponía de relieve que «la fe cristiana, compartida por
la mayoría del pueblo de Ruanda, y vivida con coherencia y en plenitud, constituye
una ayuda eficaz para superar un pasado de errores y de muerte. Cuyo punto culminante
fue el genocidio de 1994». Y que, al mismo tiempo, «esta fe impulsa la confianza
en la posibilidad - ofrecida a todos los ruandeses reconciliados entre ellos - de
edificar juntos un futuro mejor, redescubriendo la novedad del amor, que es la sola
fuerza que puede conducir a la perfección personal y social, y orientar la historia
hacia el bien».
En su mensaje, el Santo Padre recordaba asimismo que «la Iglesia,
que conoce los efectos del misterio de iniquidad, sabe también que la muerte no tiene
la última palabra. Porque ha sido vencida por la muerte victoriosa del Hijo de Dios.
Y toda persona posee en su interior las suficientes cualidades y energías para que
el bien triunfe sobre el mal. En particular, si se afianza en la potencia de Cristo
Redentor».