2007-05-17 15:56:35

Javier Solana recibe el Premio Carlomagno por su contribución al proyecto europeo


Jueves, 17 may (RV).- El Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea, el español Javier Solana, ha recibido hoy el Premio Carlomagno 2007 por su contribución al proyecto europeo. Se trata de un Premio por el que se reconoce anualmente, desde 1950 en la ciudad alemana de Aquisgrán, el apoyo “a la unificación europea” y “a la paz en el mundo”.

Solana ya había expresado su emoción ante este galardón el pasado mes de diciembre, cuando se le comunicó que él era el nuevo Premio Carlomagno, convirtiéndose en el cuarto español que lo obtiene tras el escritor y diplomático Salvador de Madariaga (1973), tío de Solana; el rey Juan Carlos (1982) y el ex presidente Felipe González (1993).

El primer galardón le fue entregado al político austriaco Richard Nikolaus Graf Coudenhove que en 1923 publicó un manifiesto titulado Pan-Europa, que supuso la fundación de la Unión Internacional Paneuropea. Políticos, filósofos e incluso la ciudad de Luxemburgo, han obtenido este prestigioso galardón, como lo definió Juan Pablo II cuando en 2004 le hicieron entrega del mismo. “Si hoy puedo recibir este premio otorgado de modo extraordinario y único –dijo el Papa en aquella ocasión- lo hago con gratitud a Dios omnipotente, que ha colmado a los pueblos europeos del espíritu de reconciliación, paz y unidad”.

En su discurso de agradecimiento, el Siervo de Dios Juan Pablo II puso de relieve el significado de este galardón que lleva por nombre el del emperador Carlomagno, rey de los francos, que constituyó en Aquisgrán la capital de su reino, dando una contribución esencial a los fundamentos políticos y culturales de Europa y, por tanto, matizó el Pontífice, mereció recibir ya de sus contemporáneos el nombre de pater Europae. La feliz unión de la cultura clásica y de la fe cristiana con las tradiciones de diversos pueblos se realizó en el imperio de Carlomagno y se ha desarrollado de varias formas como herencia espiritual y cultural de Europa a lo largo de los siglos. Aunque la Europa moderna presenta, en muchos aspectos, una realidad nueva, en la figura histórica de Carlomagno se puede ver un elevado valor simbólico.

Al encontrarse la Santa Sede en territorio europeo, la Iglesia mantiene relaciones particulares con los pueblos de este continente, prosiguió Juan Pablo II en su discurso, por eso, desde el inicio la Santa Sede ha participado en el proceso de la integración europea.

Resuena en nuestras mentes la pregunta que se formuló el Papa: ¿Con qué Europa se debería soñar hoy? A lo que respondió con un rápido esbozo de la visión que tenía de una Europa unida. “Pienso en una Europa –dijo- sin nacionalismos egoístas, en la que se considere a las naciones como centros vivos de una riqueza cultural que merece ser protegida y promovida en beneficio de todos. Pienso en una Europa –prosiguió- en la que las conquistas de la ciencia, de la economía y del bienestar social no se orienten a un consumismo sin sentido, sino que estén al servicio de todo hombre que pase necesidad y de la ayuda solidaria a los países que tratan de alcanzar la meta de la seguridad social. Ojalá que Europa, que ha sufrido a lo largo de su historia tantas  guerras  sangrientas,  se convierta en un factor activo de la paz en el mundo”.

Nosotros compartimos esta idea de Europa que tenía Juan Pablo II, una Europa unida política y espiritualmente, en la que los políticos cristianos de todos los países actúan conscientes de las riquezas humanas que lleva consigo la fe: “hombres y mujeres comprometidos a hacer que esos valores sean fecundos, poniéndose al servicio de todos para una Europa del hombre, sobre el que resplandezca el rostro de Dios”. Este  es el sueño que llevaba en su corazón y que hoy les hemos querido recordar, porque Europa somos todas y cada una de las naciones que la forman.







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