2007-05-11 01:20:46

Encuentro multitudinario del Papa con los jóvenes a quienes recuerda su importancia dentro de la Iglesia e insta a huir de la ambición desmesurada porque nada puede justificar el fraude y el engaño


Jueves, 10 may (RV).- Ya antes de llegar a Brasil el Papa había manifestado que una de las actividades más significativas de su visita era el encuentro con los jóvenes. Y así lo ha demostrado el Pontífice ante un estadio abarrotado de jóvenes provenientes principalmente de todas las regiones de Brasil y de varios países de Latinoamérica. “Ayer por la tarde, sobrevolando el territorio brasileño, ya pensaba en nuestro encuentro en el Estadio Pacaembu –ha dicho Benedicto XVI a los jóvenes- con el deseo de apretar con gran abrazo muy brasileño a todos vosotros, y manifestaros los sentimientos que llevo en lo íntimo del corazón y que el evangelio de hoy pone de relieve”.

La celebración que ha dado inicio a las 18.30 hora local, las 23.30 en Italia, ha llevado como tema “Jóvenes, discípulos y misioneros de Jesucristo”. Antes de su Homilía el Santo Padre ha escuchado atentamente los testimonios que los jóvenes le ofrecían sobre su propia realidad, a ellos le ha dirigido después su discurso: “No podemos nunca decir basta, porque la caridad de Dios es infinita y el Señor nos pide, o mejor, nos exige que ensanchemos nuestros corazones, para que en ellos haya siempre más amor, bondad, y comprensión hacia nuestros semejantes”.

El Pontífice hizo referencia después a los problemas que acechan no sólo a la convivencia humana sino a la efectiva guarda del medio ambiente natural, del que todos formamos parte. “Nuestros bosques tienen más vida –ha exclamado el Papa- no dejéis que se apague esta llama de esperanza que vuestro Himno Nacional pone en los labios. La devastación ambiental del Amazonas y las amenazas a la dignidad humana de sus poblaciones exigen un mayor empeño en los más diversos ámbitos de acción que la sociedad viene solicitando”.

Y al referirse a la lectura del Evangelio leída en la concentración, se ha centrado en la pregunta del joven rico que se encontró con Jesús: ¿Qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna? “La pregunta del Evangelio no se refiere sólo al futuro –ha aclarado el Papa- No se trata de la pregunta sobre qué sucederá después de la muerte. Al contrario, existe un compromiso con el presente, de aquí y ahora, que debe garantizar autenticidad y por consiguiente futuro. En síntesis, la pregunta se refiere al sentido de la vida”. Por este motivo Benedicto XVI ha invitado a formularla de este modo: ¿qué tengo que hacer para que mi vida tengo sentido? Es decir: ¿cómo debo vivir para recoger plenamente lo frutos de la vida? Más todavía: ¿qué tengo que hacer para que mi vida no trascurra inútilmente?

Esta es la pregunta fuerte del Evangelio y es la que el Papa ha dirigido a los jóvenes. Pero antes de dar una respuesta, el joven del Evangelio percibe que Jesús es bueno y que es un maestro. Un maestro que no engaña. “Y nosotros estamos aquí, porque tenemos la misma convicción: Jesús es bueno”, dice el Papa. Puede ser que no sepamos explicar plenamente la razón de esta percepción, pero lo que sí es cierto es que esa percepción nos acerca a Él y nos abre a su enseñanza: un buen maestro. “Viendo la belleza de las criaturas y constatando la bondad presente en todas ellas, es imposible no creer en Dios y no hacer una experiencia de su presencia salvífica e confortadora –ha señalado Benedicto XVI- Si consiguiéramos ver todo el bien que existe en el mundo y, todavía más, experimentar el bien que proviene de Dios mismo, non dejaríamos nunca de acercarnos a El, de alabarlo y de agradecerle. El nos llena continuamente de alegría y de bienes. Su alegría es nuestra fuerza”.

El Pontífice ha proseguido señalando a los jóvenes que miren lo que tienen ante sus ojos. “Tenéis una vida que os deseamos larga; pero caed en la cuenta de que es una sola, y única: non permitáis que pase en vano, no la malgastéis. Vivid con entusiasmo, con alegría, pero sobretodo con sentido de responsabilidad”. Asimismo el Pontífice le ha pedido que sean “hombres y mujeres libres y responsables; haced de la familia un centro irradiante de paz y de gozo; sed promotores de la vida, desde el comienzo hasta su fin natural; tutelad a los ancianos, porque ellos merecen respeto y admiración por el bien que os han hecho”.

El Papa les ha pedido al mismo tiempo ser protagonistas de una sociedad más justa y mas fraterna, cumpliendo los deberes con el Estado: respetando sus leyes; no dejándose llevar por el odio y por la violencia; y les ha recordado que la ambición desmesurada de riquezas y de poder lleva a la corrupción personal y de otros; “nada puede justificar el fraude y el engaño”.

Y para conseguir estas metas les ha sugerido que vivan de fe y de oración para vivir en la intimidad con Dios y en la comprensión de la grandeza de sus proyectos para con los hombres. Y así, retomando el ejemplo del joven del evangelio, que se acercó a Jesús como Maestro bueno para pedirle orientación en la hora de las grandes opciones de la vida, pero que sin embargo no tuvo el coraje de apostar por la oferta de Jesús. Por eso se fue triste y abatido. Y el Papa ha recordado que los Apóstoles, “como todos vosotros y vosotras hoy”, fueron capaces de llenar el vacío que había dejado el joven triste y abatido. “Ellos y nosotros somos felices porque sabemos de quién nos hemos fiado. Sabemos y testimoniamos con nuestra vida que sólo Él tiene palabras de vida eterna.”

Por último el Pontífice les señaló la necesidad que tiene la Iglesia de los jóvenes, porque en cuanto jóvenes, manifiestan al mundo el rostro de Jesucristo, que se perfila en la comunidad cristiana. Sin este rostro joven, la Iglesia se presentaría desfigurada “Queridísimos jóvenes –ha finalizado- Cristo os llama a ser santos. Él mismo os invita y quiere caminar con vosotros, para animar con su Espíritu los pasos de Brasil en estos comienzos del tercer milenio de la era cristiana. Pido a la Señora de Aparecida que os guíe con su ayuda maternal y os acompañe a lo largo de la vida”.








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