2007-05-01 15:38:53

Mensaje a la sesión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales: el Papa señala el reconocimiento de la inviolable dignidad de la persona como condición indispensable para alcanzar la justicia en el mundo


Martes, 1 may (RV).- Sólo el amor por el prójimo puede inspirar en nosotros la justicia al servicio de la vida y de la promoción de la dignidad humana”. Así lo manifiesta Benedicto XVI en un mensaje que ha dirigido a la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, que mañana clausura su sesión plenaria. “Sin el reconocimiento de la dignidad inviolable de cada persona no habrá justicia en el mundo”, escribe el Papa en el mensaje enviado a la sesión plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, que hoy concluye sus trabajos en el Vaticano con el tema: “Caridad y justicia en las relaciones entre pueblos y naciones”.

En su mensaje enviado a Mary Ann Glendon presidenta de la mencionada academia, el Santo Padre afirma que buscar la justicia y la promoción de la civilización del amor son aspectos esenciales de la misión de la Iglesia “al servicio del anuncio del Evangelio de Jesucristo”. Y confirma el Papa “que incluso en las sociedades más justas habrá siempre un lugar para la caridad” en cuanto que “no hay ningún ordenamiento estatal justo que pueda hacer superfluo el servicio del amor”.

En el centro del magisterio de la Iglesia que -recuerda el Papa- “se dirige tanto a los creyentes como a todos los hombres de buena voluntad”, está “el principio del destino universal de todos los bienes de la creación. Según este principio fundamental todo lo que la tierra produce y todo lo que el hombre transforma y confecciona, todos sus conocimientos y su tecnología, todo está destinado a servir para el desarrollo material y espiritual de la familia humana y todos sus miembros”.

En esta perspectiva Benedicto XVI habla de tres desafíos que hoy el mundo debe afrontar: el primero se refiere al ambiente y al desarrollo sostenible. El Pontífice señala que “los recursos del mundo su limitados y que es deber de cada pueblo actuar políticas dirigidas a proteger el ambiente para prevenir la destrucción del patrimonio natural”. Y subraya el Papa que al aplicar las soluciones a nivel internacional “se debe prestar particular atención al hecho de que son los países más pobres los que parecen destinados a pagar el precio más alto por el deterioro ecológico.

El segundo desafío -escribe el Santo Padre- llama en causa el concepto de persona humana: “si los seres humanos no son vistos como personas, mujeres y hombres, creados a imagen de Dios, dotados de una dignidad inviolable, será muy difícil alcanzar una justicia plena en el mundo. A pesar del reconocimiento de los derechos de la persona en declaraciones internacionales e instrumentos legales, es menester progresar mucho para hacer que estos reconocimientos tengan consecuencias en los problemas globales, como el creciente abismo creado entre países ricos y pobres. En este aspecto, Benedicto XVI ha enumerado los flagelos y sufrimientos que soportan estos pueblos mas necesitados.

El tercer desafío nos lleva a los valores del espíritu. “Acosados por las preocupaciones económicas tendemos a olvidarnos que al contrario de los bienes materiales, los bienes espirituales que son típicos del hombre, se expanden y se multiplican, cuando se comunican. Contrariamente a los bienes divisibles, los bienes espirituales, como el conocimiento y la educación, son indivisibles y cuanto más se comparten más se poseen”. Por ello es importante “el diálogo” que pueda ayudar a las personas a la comprensión, al reconocimiento de los verdaderos valores humanos y al desarrollo de su propia identidad cuando su cultura entra en contacto con otras.

Para afrontar estos tres desafíos, acaba diciendo el Pontífice “sólo el amor por el prójimo puede inspirar en nosotros la justicia al servicio de la vida y de la promoción de la dignidad humana. Sólo el amor en el interior de la familia fundada entre un hombre y una mujer, creados a imagen de Dios, puede asegurar la solidaridad intergeneracional que transmite amor y justicia a las generaciones futuras”. Sólo la caridad puede animar a poner a la persona humana una vez más en el centro de la vida social y en el centro de un mundo globalizado gobernado por la justicia.







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