2007-04-22 12:34:58

Concelebración eucarística en los Huertos Borromeos de Pavía


Domingo, 22 abr (RV).- A las 10 y media de la mañana en los Huertos Borromeos de Pavía tha tenido lugar la concelebración eucarística del Papa con los obispos de la Lombardía, sacerdotes e la diócesis y una representación de los padres Agustinos. En el saludo del Obispo titular recordó la antigüedad de la diócesis, al primer Obispo de Pavía, Siro, que la tradición asocia al muchacho que aportó los cinco panes y dos peces que Jesús multiplicó para dar de comer a cinco mil hombres; o al niño, hijo de un soldado romano que al oír los cantos y la oración de los primeros cristianos de Pavía, de adulto se convirtió en soldado de la caridad, al compartir su mesa con un pobre que después sería el Obispo de Tours.

Mons. Giudice dijo al Papa que su visita nos animará a desarrollar la escuela de la fe que brota de la escucha de la Palabra y del compartir la vida con los más pobres, para anunciar así al esperanza cristiana.

A las 10,30 se celebró la Santa Misa donde el Papa pronunció su homilía. En una breve catequesis, el Papa desarrolló el mensaje cristiano de Pascua y lo puso en relación con la conversión de San Agustín, dado que la homilía la pronunció en Pavía donde descansan sus restos.

Los Apóstoles son acusados ante del Sanedrín por predicar al Cristo como el Redentor prometido. La denuncia es: “queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de este hombre”. Pedro responde con la actitud cristiana: “No, no queremos hacer recaer su sangre sobre vosotros. El efecto de la muerte y resurrección de Jesús es totalmente diferente. Dios lo ha hecho “cabeza y salvador” para todos, justamente también para vosotros, por su pueblo de Israel”, sólo es necesario convertirse a él y su Palabra.

Pero ¿qué es lo que hay que hacer para convertirse? En cada uno la conversión es distinta, no obstante, el Señor nos ha mandado modelos de conversión, uno es San Agustín, quien nos lo cuenta en su libro “Las Confesiones”, La primera conversión es la del Bautismo, que le administró el Obispo Ambrosio en el Duomo de Milán, pero el Bautismo no es un camino terminado. El Bautismo fue la primera de las conversiones de Agustín, el comienzo del “si” a Cristo por la fe del bautismo.

La segunda le vino en la juventud. Agustín no se conformó jamás con la vida así como se presentaba. Se atormentaba siempre de la cuestión de la verdad. Quería encontrar la verdad. Quería llegar a saber qué es el hombre, de donde proviene el mundo, de donde venimos, hacia dónde vamos y cómo podemos encontrar la vida verdadera. Fue la gran lucha interior de sus años juveniles, que comenzó a través de la filosofía platónica.

La segunda conversión Agustín la describe como un deseo de aislarse de la vida y buscar la solución en fuga hacia la soledad del ermitaño. Dios le salió al paso en Hipona a un amigo, cuando el Obispo de la ciudad, un hombre de origen griego, que no hablaba bien el latín y buscaba un sacerdote, a quien confiar la tarea de la predicación. Agustín fue empujado hacia el sacerdocio para el servicio a la ciudad. Servició que consistía en atender al evangelio: “corregir los indisciplinados, consolar a los pusilánimes, sostener a los débiles, ayudar a los necesitados, liberar a los oprimidos, mostrar aprobación a los buenos, tolerar a los malos y amar a todos”. “Predicar, discutir, reprender, edificar, estar a disposición de todos- es un encargo ingente, un gran peso, una tremenda fatiga”. Fue esta la segunda conversión.

Viviendo así, según el mensaje de Cristo, siguió buscando la perfección de las bienaventuranzas, buscaba la perfección. Veinte años después de ejercer el sacerdocio, Agustín escribió un libro titulado “Las Retractaciones”, donde expone que esa perfección se realizó sólo en un hombre, uno solo es verdaderamente perfecto y que las palabras del Discurso de la montaña se realizan solo en él: en Jesucristo, nosotros nos asimilamos a Cristo, el prefecto, en la medida más grande posible, cuando nos convertirnos como él en personas de misericordia.

Esta es la petición del Papa al concluir su homilía, que el Señor nos conceda día a día la conversión necesaria y así nos conduzca hacia la verdadera vida.

A continuación, durante el rezo del Regina Coeli, Benedicto XVI ha saludado afectuosamente a los presentes y a los ancianos y enfermos que han seguido la Santa Misa por radio y TV, como a las comunidades de clausura y a cuantos por diversos motivos no han podido estar aquí, pero se han unido a nosotros espiritualmente.

El Papa se ha dirigido a los jóvenes invitándoles al el gozo de seguir a Jesús y de convertirse en sus amigos, como Pedro y los apóstoles. “Esta alegría es la que me ha impulsado el escribir el libro Jesús de Nazaret, para que acompañe la fe de las nuevas generaciones”. Además el Santo padre ha recordado que hoy se celebra en Italia Jornada de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, lugar de contribución científica, cultural y formativa a todo el país.







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