Escuchar el programa Viernes, 20 abr
(RV).- Hablamos en esta pascua del amor, de lo fundamental que es amar y ser amado
y como las familias juegan un papel fundamental en las formas como los seres humanos
aprendemos a amar a los demás, en las diversas maneras que tenemos de amar y cómo
ese amor va madurando poco a poco, con el desarrollo mismo del ser humano. Pues bien
nuestro tema de hoy es el perdón, como uno de los ingredientes fundamentales del amor.
El perdón como una condición esencial para la convivencia, el perdón como un elemento
consustancial del desarrollo y la madurez del amor entre los seres humanos.
Para
hablar del perdón me voy a remitir a uno de los carnavales que se celebran en Colombia,
no el más famoso, pero si aquel que permite evocar elementos de convivencia y reconciliación
en comunidades que habitan una región azotada por la violencia y es justamente el
festival del perdón.
Esta fiesta se celebra, coincidiendo con el inicio de
la Cuaresma, en el Valle de Sibundoy, Alto Putumayo. Se trata de un encuentro festivo
entre los pueblos indígenas Inga y Kamëntsá. Se le conoce como el día del perdón;
una versión de carnaval que concluye con la celebración católica del Miércoles de
Ceniza. El Carnaval del Perdón recibe diferentes traducciones al castellano, entre
otras: la gran fiesta, el día del perdón, el día más grande y la fiesta del maíz o
la alegría, esta última como tributo a la madre tierra por los frutos recibidos, el
maíz, base de la alimentación de estos pueblos y de cuerpo presente en la fiesta como
chicha y mute.
La celebración incluye baile y comida, además de la ceremonia
de las flores, en la cual los dirigentes y personalidades prominentes de la comunidad
son honrados con flores colocadas sobre sus cabezas por el Taita gobernador y algunos
mayores. Su significado renueva los votos de convivencia y reconciliación. Este territorio
es escenario de la convivencia de Ingas y Kamentsá desde hace mucho tiempo, pues ambos
pueblos tienen orígenes diferentes. Los Kamentsá son oriundos del Valle y los Ingas
están ligados al antiguo imperio Inca del Perú, que extendió sus dominios, hasta lo
que hoy es Nariño. A pesar de esta diferencia y de hablar lenguas diferentes, saben
compartir rasgos de la cultura como las festividades.
Este ejemplo sencillo
nos enseña que el perdón es un sentimiento vital en nuestras vidas, porque nace justamente
del amor. Ya en alguna ocasión el Arzobispo Emérito de Managua, Cardenal Miguel Obando
Bravo, afirmaba en una homilía sobre este tema, que “el perdón es ante todo una decisión
personal, una opción del corazón que va contra el instinto espontáneo de devolver
mal por mal. Dicha opción tiene su punto de referencia en el amor de Dios”.
Y
es que en la convivencia diaria son muchas las ocasiones y posibilidades que tenemos
de desacuerdos, de diferencias, de equivocaciones, todos somos humanos y los errores
y las faltas hacen parte también de nuestra naturaleza. Está en cada uno de nosotros
proponerse a obrar bien, a buscar encausar las acciones y sentimientos a favor de
la convivencia y de la paz.
El Santo Padre, señalaba durante una de sus alocuciones
que “toda persona humana es atraída por el amor –que finalmente es Dios mismo- pero
frecuentemente se equivoca en los modos concretos de amar, y así de una tendencia
al origen positiva, pero manchada por el pecado, pueden derivar intenciones y acciones
malvadas”. Saber reconocer las equivocaciones y tratar de corregirlas es un camino
al perdón, pero también ser conscientes que solo el amor construye y ayuda a superar
las dificultades.
De ahí la importancia de abrirse al perdón para las familias,
los grupos, para las etnias y los estados de modo que se remedien las relaciones interrumpidas
y los conflictos y se superen situaciones de estéril condena mutua; buscar el “desquite”,
hacer justicia por la propia mano, ojo por ojo no es más que un circulo vicioso que
se inicia sin punto final, pues hay que recordar que los conflictos y la violencia
sino están mediadas por el amor y el perdón solo traen más de eso mismo.
Ante
las actitudes de venganza, de odio, de desamor lo único que de verdad repara y libera
es perdonar. Y es que muchas personas no pueden superar lo que hicieron o lo que les
hicieron y se quedan viviendo la amargura del pasado. Pues no se trata de olvidar
lo sucedido, sino de hacer una purificación de la memoria para no volver a cometer
los errores del pasado, aprendiendo que sólo el amor construye, mientras que el odio
produce destrucción y ruina. El perdón y el amor van de la mano, se complementan un
sentimiento con otro.