2007-04-21 15:16:44

Reflexiones en familia


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Viernes, 20 abr (RV).- Hablamos en esta pascua del amor, de lo fundamental que es amar y ser amado y como las familias juegan un papel fundamental en las formas como los seres humanos aprendemos a amar a los demás, en las diversas maneras que tenemos de amar y cómo ese amor va madurando poco a poco, con el desarrollo mismo del ser humano. Pues bien nuestro tema de hoy es el perdón, como uno de los ingredientes fundamentales del amor. El perdón como una condición esencial para la convivencia, el perdón como un elemento consustancial del desarrollo y la madurez del amor entre los seres humanos.

Para hablar del perdón me voy a remitir a uno de los carnavales que se celebran en Colombia, no el más famoso, pero si aquel que permite evocar elementos de convivencia y reconciliación en comunidades que habitan una región azotada por la violencia y es justamente el festival del perdón.

Esta fiesta se celebra, coincidiendo con el inicio de la Cuaresma, en el Valle de Sibundoy, Alto Putumayo. Se trata de un encuentro festivo entre los pueblos indígenas Inga y Kamëntsá. Se le conoce como el día del perdón; una versión de carnaval que concluye con la celebración católica del Miércoles de Ceniza. El Carnaval del Perdón recibe diferentes traducciones al castellano, entre otras: la gran fiesta, el día del perdón, el día más grande y la fiesta del maíz o la alegría, esta última como tributo a la madre tierra por los frutos recibidos, el maíz, base de la alimentación de estos pueblos y de cuerpo presente en la fiesta como chicha y mute.

La celebración incluye baile y comida, además de la ceremonia de las flores, en la cual los dirigentes y personalidades prominentes de la comunidad son honrados con flores colocadas sobre sus cabezas por el Taita gobernador y algunos mayores. Su significado renueva los votos de convivencia y reconciliación. Este territorio es escenario de la convivencia de Ingas y Kamentsá desde hace mucho tiempo, pues ambos pueblos tienen orígenes diferentes. Los Kamentsá son oriundos del Valle y los Ingas están ligados al antiguo imperio Inca del Perú, que extendió sus dominios, hasta lo que hoy es Nariño. A pesar de esta diferencia y de hablar lenguas diferentes, saben compartir rasgos de la cultura como las festividades.

Este ejemplo sencillo nos enseña que el perdón es un sentimiento vital en nuestras vidas, porque nace justamente del amor. Ya en alguna ocasión el Arzobispo Emérito de Managua, Cardenal Miguel Obando Bravo, afirmaba en una homilía sobre este tema, que “el perdón es ante todo una decisión personal, una opción del corazón que va contra el instinto espontáneo de devolver mal por mal. Dicha opción tiene su punto de referencia en el amor de Dios”.

Y es que en la convivencia diaria son muchas las ocasiones y posibilidades que tenemos de desacuerdos, de diferencias, de equivocaciones, todos somos humanos y los errores y las faltas hacen parte también de nuestra naturaleza. Está en cada uno de nosotros proponerse a obrar bien, a buscar encausar las acciones y sentimientos a favor de la convivencia y de la paz.

El Santo Padre, señalaba durante una de sus alocuciones que “toda persona humana es atraída por el amor –que finalmente es Dios mismo- pero frecuentemente se equivoca en los modos concretos de amar, y así de una tendencia al origen positiva, pero manchada por el pecado, pueden derivar intenciones y acciones malvadas”. Saber reconocer las equivocaciones y tratar de corregirlas es un camino al perdón, pero también ser conscientes que solo el amor construye y ayuda a superar las dificultades.

De ahí la importancia de abrirse al perdón para las familias, los grupos, para las etnias y los estados de modo que se remedien las relaciones interrumpidas y los conflictos y se superen situaciones de estéril condena mutua; buscar el “desquite”, hacer justicia por la propia mano, ojo por ojo no es más que un circulo vicioso que se inicia sin punto final, pues hay que recordar que los conflictos y la violencia sino están mediadas por el amor y el perdón solo traen más de eso mismo.

Ante las actitudes de venganza, de odio, de desamor lo único que de verdad repara y libera es perdonar. Y es que muchas personas no pueden superar lo que hicieron o lo que les hicieron y se quedan viviendo la amargura del pasado. Pues no se trata de olvidar lo sucedido, sino de hacer una purificación de la memoria para no volver a cometer los errores del pasado, aprendiendo que sólo el amor construye, mientras que el odio produce destrucción y ruina. El perdón y el amor van de la mano, se complementan un sentimiento con otro.

Textos: Alma García
Locución: Alina Tufani Díaz








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