Escuchar el programa Viernes, 13 abr
(RV).- Los especialistas dicen que la capacidad de amar es resultado del desarrollo
afectivo del ser humano durante los primeros años de su vida. El desarrollo afectivo
es un proceso continuo y secuencial, desde la infancia hasta la edad adulta. A pesar
de que el hombre tiene la capacidad innata para amar, el crecimiento y la vivencia
del amor se realiza a través de la experiencia que se va adquiriendo a lo largo de
toda la vida. Y no cabe duda que cada persona, esta experiencia la ubica en su familia.
En la familia es donde se hace posible el amor, un amor sin condiciones. Los padres
inician una familia con la promesa de amor, luego aman a sus hijos porque son sus
hijos, la extensión de ese amor fundacional.
Recordemos que es en la familia
donde el hombre aprende a cultivar las virtudes, el respeto que es el guardián del
amor, la honradez, la generosidad, la responsabilidad, el amor al trabajo, la gratitud,
etc. La familia nos invita a ser creativos para cultivar la inteligencia, la voluntad
y el corazón, para poder contribuir y abrirnos a la sociedad con amor. Por tanto la
familia es el primer ambiente vital que encuentra el hombre al venir a este mundo
y su experiencia es decisiva para siempre.
En el seno de cada familia, el amor
cumple dos cometidos fundamentales: la enseñanza del amor, cuidarlo, expresarlo, comunicarlo
y proyectarlo a la sociedad. Y la segunda misión es la de ayudar a cada uno de los
miembros de la familia, especialmente a los hijos, para que desarrollen todas sus
potencialidades, que lleguen lo más cerca posible, a lo que deben llegar a ser, que
alcancen la vocación a la que han sido llamados por el Creador. Hay que ser claros
al señalar que en cada familia, aun sin pretenderlo, se crea un ambiente de amor y
fraternidad, o de despego y egoísmo, de rigidez o de ternura, de orden o de anarquía,
de trabajo o de pereza, de ostentación o de sencillez, de todas formas es un ambiente
en el que transcurren las relaciones cotidianas al interior de la familia y a través
del cual se van formando y enriqueciendo las experiencias amorosas, determinando así
a todos los miembros de la familia, pero especialmente a los niños y a los más jóvenes.
Amar es buscar el bien integral del otro. El que ama y sólo el que ama, conoce
bien a la persona amada, porque la conoce no sólo como aparece sino como es por dentro,
incluso llega a conocer a esa persona en su posible desempeño, aquello que puede y
debe llegar a ser. Como dice Paul Valéry "lo que es más verdadero de un individuo,
lo más de él mismo, es su posible, lo que puede llegar a ser". Incluso, la persona
que ama no sólo conoce lo que la persona amada puede llegar a ser, sino que "le ayuda
a ello", le ayuda a que desarrolle todas las potencialidades que tiene y que muchas
veces ignora, le ayuda a que sea lo que puede llegar a ser.
Ahora, los psicólogos
señalan que el afecto estimula el aprendizaje y desarrolla la inteligencia gracias
a la sensación de seguridad y confianza que otorga y que se desarrolla lentamente
a través de la infancia, la niñez y la adolescencia. Sentir la confianza de las personas
queridas es, no sólo de gran ayuda, sino en muchas ocasiones "vital". Y recordemos
que confiar no significa hacerse de la vista gorda, consentir, ceder. Confiar significa
creer en la persona a pesar de que los hechos estén en su contra. Confiar en alguien
implica ser paciente, saber esperar. Así mismo, cabe señalar que el
exigir es un ingrediente esencial del amor. Sólo quién en nombre del amor sabe ser
exigente consigo mismo puede exigir por amor a los demás; porque el amor es exigente.
Lo es en cada situación humana.
Recordemos que amar a los hijos no significa
evitarles todo sufrimiento. Amar es buscar el bien para el ser amado en última instancia
y no la complacencia momentánea. Es posible que algunas veces por amor a un hijo le
generemos una frustración momentánea que en realidad lo prepara para un bien más grande.
El amor necesita disciplina y frente a los hijos esta es una responsabilidad ineludible
de los padres. Ignace Lepp, en su libro Psicoanálisis del amor, señala que "El amor
auténtico es el más eficaz creador y promotor de la existencia. Si tantas personas
- bien o mejor dotadas - siguen siendo tan mediocres, se debe a menudo, a que nunca
han sido amadas con un amor tierno y exigente". Textos: Alma García Locución:
Alina Tufani Díaz