Dos años después de la muerte de Juan Pablo II y en el día de la clausura de la fase
diocesana de la causa de beatificación, Benedicto XVI resalta el luminoso testimonio
de amor por Cristo de su antecesor
Martes, 3 abr (RV).- Un luminoso testimonio de amor por Cristo, cuyo “perfume” ha
llenado el mundo entero. Este es en síntesis el retrato que del Siervo de Dios Juan
Pablo II, hizo Benedicto XVI presidiendo, ayer por la tarde, la Misa en Sufragio del
Papa Wojtyla, a los dos años de su fallecimiento y en el día de la clausura de la
fase diocesana de la Causa de Beatificación. “Cristo era verdaderamente su todo”,
subrayó el Papa hablando de su amado predecesor Juan Pablo II ante miles de fieles
presentes en la Plaza de San Pedro.
Como aceite perfumado derramado por María
de Betania sobre los pies de Cristo, así el perfume dejado por el Papa Wojtyla “ha
llenado toda la casa”, es decir, toda la Iglesia y se ha desbordado “en todas las
regiones del mundo, por lo fuerte e intenso” alcanzando a creyentes y no creyentes:
“Aquello que ha ocurrido después de su muerte fue para quien cree efecto de aquel
perfume que ha alcanzado a todos, cercanos y lejanos, les ha atraído hacia un hombre
que Dios había progresivamente conformado a su Cristo”.
Hoy – explicó Benedicto
XVI – Juan Pablo II en la comunión de los santos nos dirige las palabras del Salmo
26: “Espera en el Señor, sé fuerte, / sea alegre tu corazón y espera en el Señor”.
Palabras de esperanza, virtud que animó siempre la vida de Juan Pablo II: la “fecundidad”
de su testimonio – dijo el Papa – “depende de la Cruz” una palabra que en su vida
no fue solamente una “palabra”. Como sacerdote, obispo y Sumo Pontífice, tomó en serio
la llamada de Cristo a seguirle.
“Especialmente con el lento, pero implacable
progresar de la enfermedad, que poco a poco lo despojó de todo – añadió Benedicto
XVI – la existencia de Karol Wojtyla “se hizo totalmente una ofrenda a Cristo, anuncio
viviente de su pasión, en la esperanza llena de fe en la Resurrección”. “El amor por
el Crucifijo lo ha llevado hasta el 2 de abril de 2005, cuando - recordó el Santo
Padre - el Maestro volvió a llamarle, sin intermediarios, para llevárselo a la casa
del Padre”. Y una vez más él “respondió prontamente”: “dejadme ir al Señor”. “Durante
sus prolongados tiempos en la capilla privada, ha recordado también Benedicto XVI,
hablaba con Él y se encomendaba a María, repitiendo el Totus tuus: “Como su Maestro
divino, él vivió su agonía en oración. Murió rezando. Verdaderamente se ha dormido
en el Señor”.
Entre los miles de fieles y peregrinos que acudieron a la plaza
de San Pedro para participar en la Santa Misa que celebró Benedicto XVI en sufragio
de su amado predecesor, se encontraba también la religiosa francesa, sor Marie Simon
Pierre, de las Hermanitas de las maternidades católicas, que el 2 de junio de 2005,
quedó improvisa e inexplicablemente curada de la enfermedad que padecía, Morbo de
Parkinson.
Como ya se ha informado, este presunto milagro atribuido a la intercesión
del Siervo de Dios Juan Pablo II, será estudiado por la Congregación para las Causas
de los Santos, junto con toda la documentación relacionada, precisamente, con la causa
de beatificación y canonización de Karol Wojtyla. Sor Marie Simon Pierre ha concedido
su testimonio para los micrófonos de Radio Vaticano, nos cuenta lo que sintió:
Me
parece que no hay palabras que logren explicar lo que sentí. Ciertamente es una gracia
muy grande. He percibido una gran paz interior, algo que sacudió todo mi ser, como
una sensación de ligereza, me sentía ligera, distinta, completamente otra persona.
Enseguida sentí una atracción especial a la adoración del Santísimo, aunque como religiosa
ya practicaba la adoración y la Eucaristía cotidiana. Fue un momento muy intenso.
Fue en realidad en plena noche cuando sentí esta necesidad de ir a rezar ante el Santísimo
Sacramento.
En lo más profundo de su corazón ¿qué sentimientos le acompañan
ante el hecho de que Juan Pablo II haya escuchado sus oraciones?:
«No fueron
sólo mis oraciones, sino las de toda la Congregación. Todas las Hermanitas, un centenar,
rezaban. Toda la Congregación rezaba, además, también con la comunión de los santos...
con todos aquellos que están en el Cielo».
¿Por qué cree que ha sido elegida
usted para recibir esta gracia?
«¡Eso no lo sé! ... Pienso que... la nuestra
es una Congregación que está al servicio de la vida y de la familia. Juan Pablo II
defendió siempre los valores de la vida, los proclamó por doquier en todo el mundo.
Nosotras estamos al servicio de la vida, de la familia, de la vida naciente, desde
la concepción... Yo padecía la misma enfermedad que tenía nuestro Santo Padre Juan
Pablo II, Morbo de Parkinson.
¿Su curación ha cambiado algo en su forma
de rezar o en su acercarse a la oración?
«Diría que mi vida interior, mi
vida de oración es diferente... Es muy difícil explicar cómo se ha intensificado.
Ciertamente para mí son primordiales la Eucaristía, la adoración... ya lo eran antes,
pero ahora siento una llamada mucho más intensa. Ya amaba mucho a María y ahora María
es para mí mucho más... también Juan Pablo II estaba muy cerca de María...»
Ahora
hay que esperar que su curación se atribuya a un milagro...
«Qué quiere
que le diga. Yo sé que estaba enferma y que me he curado. Es todo. Claro ahora Roma
deberá estudiar la documentación y deberá decir si la curación se puede atribuir a
un milagro. Por el momento, puedo decir que yo estaba enferma y que estoy curada».
En
la Biblia, en el Nuevo Testamento, en particular, se habla de los milagros que cumplía
Jesús. Quizá hoy se tienda a olvidarlos, quizá haya un poco de temor...
«Nada
es imposible para Dios. Creo que hay que decirlo: con la fe es posible y todo está
en las manos del Padre».