Exhortación del Papa a la COMECE en el 50 aniversario de los Tratados de Roma: “Los
pueblos europeos no deben olvidar los valores cristianos, fundamento sólido de la
Europa unida. Si se olvidan, Europa puede caer en apostasía”
Sábado, 24 mar (RV).- Que los valores cristianos sean fermento de civilización para
la Europa del tercer milenio: esta ha sido la reflexión que Benedicto XVI ha hecho
a los participantes en el Congreso de la COMECE a 50 años de la firma de los Tratados
de Roma. Un discurso apasionado en el que el Papa ha exhortado a todos los cristianos
del viejo continente ha comprometerse por una Europa justa y solidaria. La delegación
de la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea ha sido guiada por su presidente
monseñor Adrianus Van Luyn, que en su discurso ha subrayado cómo la fe llama a todos
los cristianos de todas las confesiones a una responsabilidad particular de la comunidad
de los pueblos europeos.
Para acercarse a sus ciudadanos, los gobiernos de
la Unión no deben excluir un “elemento esencial de la identidad europea como es el
Cristianismo”: esta ha sido la exhortación de Benedicto XVI, que en su discurso a
los participantes del mencionado congreso, ha puesto el acento sobre los valores fundacionales
de la Europa unida.
No se puede pensar en edificar una auténtica “casa común”
europea no teniendo en cuenta la identidad propia de los pueblos de este nuestro continente.
Se trata en efecto, de una identidad histórica, cultural y moral, antes que geográfica,
económica o política; una identidad constituida por un conjunto de valores universales,
que el cristianismo ha contribuido a forjar, adquiriendo de esta manera un papel no
sólo histórico, sino fundacional respecto a Europa. Estos valores, que constituyen
el alma del Continente, deben permanecer en la Europa de el tercer milenio, “fermento”
de civilización.
Si estos valores se descuidaran, se ha preguntado el papa,
“¿cómo podría el viejo continente continuar a desarrollar la función de “levadura”
para el mundo entero? No es, por lo tanto, motivo de sorpresa que la “Europa de hoy
mientras se presenta como una comunidad de valores parezca cada vez más que conteste
que existan valores universales y absolutos”.
Se trata para el Pontífice de
una “singular forma de apostasía de sí misma incluso antes que de Dios”. Un fenómeno
que la induce “a dudar de su misma identidad”. De esta manera se termina por “difundir
la convicción que la ponderación de los bienes sea el único camino para el discernimiento
moral y que el bien común sea sinónimo de compromiso. Pero esto, ha advertido Benedicto
XVI no puede ser aceptado “cada vez que conlleve acuerdos lesivos para la naturaleza
del hombre”: Una comunidad que se construye sin respetar la auténtica dignidad del
ser humano, olvidando que cada persona ha sido creada a imagen de Dios, termina por
no hacer el bien de nadie. Por eso cada vez es más indispensable que Europa evite
aquel planteamiento pragmático hoy tan difundido, que justifica sistemáticamente el
compromiso sobre los valores humanos esenciales, como si fuese inevitable la aceptación
de un presunto mal menor.
Este pragmatismo, ha añadido el Papa, se presenta
como “equilibrado y realista”, pero “no es así precisamente porque niega aquella dimensión
de valores e ideales, que son inherentes a la naturaleza humana”: Cuando después sobre
este pragmatismo se injertan tendencias y corrientes y laicistas y relativistas se
termina por negar a los cristianos el mismo derecho a intervenir como tales en el
debate público o, por lo menos se descalifica su aportación acusándoles de querer
tutelar privilegios injustificados.
Por esto ha exhortado el Papa, en el actual
momento histórico, para que la Unión Europea “sea válida garante del estado de derecho
y eficaz promotora de valores universales, debe reconocer con claridad la existencia
cierta de una naturaleza humana estable y permanente, fuente de derechos comunes a
todos los individuos, comprendidos aquellos mismos que los niegan”. En este contexto
ha dicho el Santo Padre “va salvaguardo el derecho a la objeción de conciencia cada
vez que los derechos humanos fundamentales sean violados”. El Santo Padre ha subrayado
después “la exigencia de establecer un sano equilibrio entre la dimensión económica
y aquella social”, manifestando sus preocupaciones sobre la baja natalidad que caracteriza
la Europa de hoy.
Bajo el perfil demográfico se debe constatar por desgracia
que Europa se encamina sobre una vía que podría llevarla a la despedida de la historia.
Es decir, además de poner en riesgo el crecimiento económico puede también causar
enormes dificultades a la cohesión social y, sobre todo, favorecer un peligroso individualismo
que no tiene en cuenta las consecuencias para el futuro.
Benedicto XVI ha finalizado
su discurso a los miembros de la Comisión de Episcopados de La Comunidad Europea animándoles
para que los cristianos construyan una nueva Europa: Sabéis que tenéis el deber de
contribuir a edificar con la ayuda de Dios una nueva Europa, realista, sí, pero no
cínica, rica de ideales y libre de ingenuas ilusiones, inspirada en la perenne y vivificante
verdad del Evangelio. Por esto estad presentes de manera activa en el debate publico
a nivel europeo sabiendo que éste forma parte integral del nacional y, acompañad este
compromiso con una eficaz acción cultural.