2007-03-25 11:07:12

Exhortación del Papa a la COMECE en el 50 aniversario de los Tratados de Roma: “Los pueblos europeos no deben olvidar los valores cristianos, fundamento sólido de la Europa unida. Si se olvidan, Europa puede caer en apostasía”


Sábado, 24 mar (RV).- Que los valores cristianos sean fermento de civilización para la Europa del tercer milenio: esta ha sido la reflexión que Benedicto XVI ha hecho a los participantes en el Congreso de la COMECE a 50 años de la firma de los Tratados de Roma. Un discurso apasionado en el que el Papa ha exhortado a todos los cristianos del viejo continente ha comprometerse por una Europa justa y solidaria. La delegación de la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea ha sido guiada por su presidente monseñor Adrianus Van Luyn, que en su discurso ha subrayado cómo la fe llama a todos los cristianos de todas las confesiones a una responsabilidad particular de la comunidad de los pueblos europeos.

Para acercarse a sus ciudadanos, los gobiernos de la Unión no deben excluir un “elemento esencial de la identidad europea como es el Cristianismo”: esta ha sido la exhortación de Benedicto XVI, que en su discurso a los participantes del mencionado congreso, ha puesto el acento sobre los valores fundacionales de la Europa unida.

No se puede pensar en edificar una auténtica “casa común” europea no teniendo en cuenta la identidad propia de los pueblos de este nuestro continente. Se trata en efecto, de una identidad histórica, cultural y moral, antes que geográfica, económica o política; una identidad constituida por un conjunto de valores universales, que el cristianismo ha contribuido a forjar, adquiriendo de esta manera un papel no sólo histórico, sino fundacional respecto a Europa. Estos valores, que constituyen el alma del Continente, deben permanecer en la Europa de el tercer milenio, “fermento” de civilización.

Si estos valores se descuidaran, se ha preguntado el papa, “¿cómo podría el viejo continente continuar a desarrollar la función de “levadura” para el mundo entero? No es, por lo tanto, motivo de sorpresa que la “Europa de hoy mientras se presenta como una comunidad de valores parezca cada vez más que conteste que existan valores universales y absolutos”.

Se trata para el Pontífice de una “singular forma de apostasía de sí misma incluso antes que de Dios”. Un fenómeno que la induce “a dudar de su misma identidad”. De esta manera se termina por “difundir la convicción que la ponderación de los bienes sea el único camino para el discernimiento moral y que el bien común sea sinónimo de compromiso. Pero esto, ha advertido Benedicto XVI no puede ser aceptado “cada vez que conlleve acuerdos lesivos para la naturaleza del hombre”: Una comunidad que se construye sin respetar la auténtica dignidad del ser humano, olvidando que cada persona ha sido creada a imagen de Dios, termina por no hacer el bien de nadie. Por eso cada vez es más indispensable que Europa evite aquel planteamiento pragmático hoy tan difundido, que justifica sistemáticamente el compromiso sobre los valores humanos esenciales, como si fuese inevitable la aceptación de un presunto mal menor.

Este pragmatismo, ha añadido el Papa, se presenta como “equilibrado y realista”, pero “no es así precisamente porque niega aquella dimensión de valores e ideales, que son inherentes a la naturaleza humana”: Cuando después sobre este pragmatismo se injertan tendencias y corrientes y laicistas y relativistas se termina por negar a los cristianos el mismo derecho a intervenir como tales en el debate público o, por lo menos se descalifica su aportación acusándoles de querer tutelar privilegios injustificados.

Por esto ha exhortado el Papa, en el actual momento histórico, para que la Unión Europea “sea válida garante del estado de derecho y eficaz promotora de valores universales, debe reconocer con claridad la existencia cierta de una naturaleza humana estable y permanente, fuente de derechos comunes a todos los individuos, comprendidos aquellos mismos que los niegan”. En este contexto ha dicho el Santo Padre “va salvaguardo el derecho a la objeción de conciencia cada vez que los derechos humanos fundamentales sean violados”. El Santo Padre ha subrayado después “la exigencia de establecer un sano equilibrio entre la dimensión económica y aquella social”, manifestando sus preocupaciones sobre la baja natalidad que caracteriza la Europa de hoy.

Bajo el perfil demográfico se debe constatar por desgracia que Europa se encamina sobre una vía que podría llevarla a la despedida de la historia. Es decir, además de poner en riesgo el crecimiento económico puede también causar enormes dificultades a la cohesión social y, sobre todo, favorecer un peligroso individualismo que no tiene en cuenta las consecuencias para el futuro.

Benedicto XVI ha finalizado su discurso a los miembros de la Comisión de Episcopados de La Comunidad Europea animándoles para que los cristianos construyan una nueva Europa: Sabéis que tenéis el deber de contribuir a edificar con la ayuda de Dios una nueva Europa, realista, sí, pero no cínica, rica de ideales y libre de ingenuas ilusiones, inspirada en la perenne y vivificante verdad del Evangelio. Por esto estad presentes de manera activa en el debate publico a nivel europeo sabiendo que éste forma parte integral del nacional y, acompañad este compromiso con una eficaz acción cultural.







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