2007-03-16 16:03:20

El Papa exhorta a los sacerdotes a prepararse con devoción y fidelidad para derrotar al pecado, «nunca pactando con el mal», sino tendiendo a «la santidad»


Viernes, 16 mar (RV).- Al recibir a los participantes en el curso promovido por la Penitenciaría Apostólica, el Santo Padre ha reiterado la importancia del sacramento de la Penitencia, «también en este tiempo nuestro», haciendo hincapié en la «necesidad de que los sacerdotes se preparen para administrarlo con devoción y fidelidad, en alabanza de Dios y por la santificación del pueblo cristiano».

Tras hacer hincapié en que se trata de una de las tareas que caracterizan el peculiar ministerio presbiteral, en la que los sacerdotes ‘in persona Christi’ hacen visible, sobre todo, el amor de Dios, que se reveló en Cristo en su plenitud, Benedicto XVI ha señalado que en «el Sacramento del perdón y de la reconciliación, el presbítero – como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica – actúa como ‘signo e instrumento del amor misericordioso de Dios para con el pecador’ (n.1465)».

«Lo que sucede en este sacramento es, ante todo, misterio de amor, obra del amor misericordioso del Señor», ha insistido el Papa, señalando luego, una vez más, que «Dios es amor» y que todos necesitamos sumergirnos en el manantial inextinguible del amor divino, que se manifiesta totalmente en el misterio de la Cruz, para encontrar «la auténtica paz con Dios, con nosotros mismos y con el prójimo». Sólo así se puede encontrar la energía interior indispensable para derrotar el mal y el pecado», también en nuestro mundo de hoy: «El mundo contemporáneo sigue presentado las contradicciones que destacaron los Padres del Concilio Vaticano II en la Gaudium et spes, (n 4-10): vemos a una humanidad que quisiera ser autosuficiente, donde no pocas personas consideran casi que pueden prescindir de Dios para vivir bien. Sin embargo ¡cuántos parecen tristemente condenados a afrontar las dramáticas situaciones de vacío existencial, cuánta violencia hay aún en la tierra, cuánta soledad pesa en el alma del hombre en la era de la comunicación!».

Ante un mundo que parece haber perdido «el sentido del pecado» y en el que aumentan «los complejos de culpabilidad», Benedicto XVI ha recordado que Cristo - que «muriendo derrotó para siempre la potencia del mal con la omnipotencia del amor divino» - es quien «puede liberar el corazón de los hombres de este yugo de muerte».

El compromiso del sacerdote y del confesor es principalmente el de llevar a cada uno a experimentar el amor de Cristo, encontrándolo en su propia vida, ha recordado asimismo el Papa: «El sacerdote, ministro del sacramento de la Reconciliación, sienta siempre como deber suyo, el de hacer percibir, en las palabras y en la forma de acercarse al penitente, el amor misericordioso de Dios. Como el padre de la parábola del hijo pródigo, que acoja al pecador arrepentido, que lo ayude a volver a levantarse del pecado, que lo aliente a enmendarse. Nunca pactando con el mal, sino reanudando siempre el camino hacia la perfección evangélica. Que esta bella experiencia del hijo pródigo que encuentra el padre toda la misericordia divina sea la de cada uno que se confiesa, la del sacramento de la Reconciliación Queridos hermanos, todo ello conlleva que el sacerdote comprometido en el ministerio del sacramento de la Penitencia esté animado, él mismo, por una constante tensión a la santidad».

Precisamente en los requisitos que deben cumplir los confesores, ha insistido Benedicto XVI al concluir su discurso, volviendo a citar el Catecismo de la Iglesia católica: «El confesor... debe tener un conocimiento probado del comportamiento cristiano, experiencia de las cosas humanas, respeto y delicadeza con el que ha caído; debe amar la verdad, ser fiel al magisterio de la Iglesia y conducir al penitente con paciencia hacia su curación y su plena madurez. Debe orar y hacer penitencia por él confiándolo a la misericordia del Señor».







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