Mensaje de Benedicto XVI en el milenario de san Pedro Damián
Jueves, 22 feb (RV).- Con motivo del milenario del nacimiento de san Pedro Damián,
que se celebra el 21 de febrero, Benedicto XVI dirigió un mensaje al padre Guido Innocenzo
Gargano, superior del Monasterio de San Gregorio en el Celio y a todos los miembros
de la Orden de los Camaldulenses, destacando la figura de este «gran testigo del Evangelio,
que fue uno de los protagonistas de la historia eclesial medieval y, sin duda, el
escritor más fecundo del siglo XI».
Haciendo hincapié en «la poliédrica personalidad
de estudioso, de ermitaño, de hombre de Iglesia, pero sobre todo de enamorado de Dios»,
que caracterizó a san Pedro Damián, el Papa evoca el momento histórico en el que este
santo supo sintetizar las riquezas de la vida eremítica y su actividad pastoral, cuando
se producía el cisma entre Oriente y Occidente.
Tras subrayar que este gran
santo camaldulense, se mostró siempre disponible a dejar el lugar en el que vivía
retirado, para acudir donde fuera necesaria su presencia y así poder mediar entre
los contendientes, ya fuesen eclesiásticos, monjes o simples fieles, Benedicto XVI
recuerda también que «después de cada misión eclesiástica regresaba a la paz del monasterio
de Fonte Avellana y libre de toda ambición, llegó incluso a renunciar definitivamente
a la dignidad cardenalicia para no alejarse de la soledad ermitaña, celda de su existencia
escondida en Cristo».
Sin olvidar que San Pedro Damián «fue el alma de la ‘Reforma
gregoriana’, que marcó el paso del primero al segundo milenio, y de la que San Gregorio
VII representa el centro y el motor», Benedicto XVI señala también que el santo se
dirigía a sus «hermanos ermitaños y les pedía la valentía de una entrega total al
Señor, que se acercase lo más posible al martirio. Del Papa, de los obispos y de los
eclesiásticos de alto rango exigía un evangélico desprendimiento de honores y privilegios
en el cumplimiento de sus funciones eclesiásticas. Y a los sacerdotes les recordaba
el gran ideal de su misión, cultivando la pureza de las costumbres y una real pobreza
personal».
El mensaje pontificio termina la actualidad de la enseñanza de
san Pedro Damián, que en «una época marcada por incertidumbres y huérfana de principios
unificadores», supo transmitir «la conciencia de que sólo por medio de una constante
tensión armónica entre dos polos fundamentales de la vida – es decir la soledad y
la comunión – se puede desarrollar un eficaz testimonio cristiano».