El Papa subraya la necesidad de redescubrir y reproponer el sacramento de la penitencia
en esta época marcada por desafíos religiosos y sociales
Lunes, 19 feb (RV).- En esta, nuestra época, marcada por tantos desafíos religiosos
y sociales, es necesario redescubrir y reproponer el sacramento de la penitencia.
Es la exhortación que ha dirigido Benedicto XVI en su discurso a los penitenciarios
de las cuatro Basílicas Pontificias, recibidos esta mañana en audiencia. El Papa ha
exhortado a los confesores de las basílicas de san Juan de Letrán, san Pedro, san
Pablo Extramuros y santa María la Mayor, a enraizar en su vida el mensaje de la salvación
del que son portadores como sacerdotes elegidos por Cristo.
El confesor es
el trámite de un maravilloso evento de gracia: el renacer espiritual, fruto de la
misericordia divina, que transforma al penitente en una nueva criatura. Es un milagro
que solamente Dios puede realizar, por medio de las palabras y los gestos del sacerdote:
la absolución pronunciada en nombre y por cuenta de la Iglesia.
Benedicto
XVI se ha detenido sobre el significado del misterio desarrollado por los penitenciarios,
precisando que en la confesión el sacerdote, con docilidad, al Magisterio de la Iglesia:
“Se hace ministro de la consoladora misericordia de Dios, evidencia la realidad del
pecado y manifiesta al mismo tiempo la inconmensurable potencia renovadora del amor
divino, amor que devuelve la vida”.
Un amor que tantos buscan y que se puede
experimentar precisamente en el Sacramento de la penitencia, ha añadido el Papa: ¡Cuántas
personas en dificultad buscan la confortación y el consuelo de Cristo! ¡Cuántos penitentes
encuentran en la confesión la paz y la alegría que anhelaban desde hacía mucho tiempo!
¿Cómo no reconocer que también en esta, nuestra época, marcada por tantos desafíos
religiosos y sociales, es necesario redescubrir y reproponer este Sacramento?
Al
administrar el Sacramento de la penitencia, ha dicho también el Papa. “el confesor
no es un espectador pasivo”, “sino instrumento activo de la misericordia divina”,
que está llamado a ser “padre”, “juez espiritual”, “maestro” y “educador”: “Por lo
tanto, es menester que sume a una buena sensibilidad espiritual y pastoral una seria
preparación teológica, moral y pedagógica que lo haga capaz de comprender las vivencias
de la persona. Además, es también muy útil que conozca los ambientes sociales, culturales
y profesionales de cuantos se acercan al confesionario, para poder ofrecer consejos
idóneos y orientaciones espirituales prácticos”.
También el Pontífice ha querido
subrayar, en particular, el carácter espiritual del ministerio del confesionario,
e, indicando los rasgos, ha explicado: “A la sabiduría humana, a la preparación teológica
es necesario unir una profunda espiritualidad alimentada por el contacto orante con
Cristo, Maestro y Redentor”.
En el servicio peculiar que el confesor desarrolla
en virtud de la ordenación presbiteral, ha precisado Benedicto XVI, las “dotes humanas”,
“sin duda inadecuadas”, quedan reforzadas por la Gracia por medio de “la humilde y
fiel adhesión a los designios salvíficos de Cristo”. Adhesión que, sin embargo, necesita
de una predisposición interior: “Para cumplir este deber debemos, en primer lugar,
enraizar en nosotros mismos este mensaje de salvación y dejar que nos transforme profundamente.
No podemos predicar el perdón y la reconciliación a los demás, si no estamos personalmente
penetrados. Cristo nos ha elegido, queridos sacerdotes, para ser los únicos que pueden
perdonar los pecados en su nombre: se trata entonces de un específico servicio eclesial
al cual debemos dar la prioridad”.