El cardenal Martino presenta el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia en
Bangkok
Martes, 30 ene (RV).- «Impulso de la paz, defensa de los derechos humanos, promoción
del desarrollo y tutela del medio ambiente». Son los cuatro desafíos principales para
la Iglesia en Asia indicados por el presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz
en el II Congreso continental asiático, que se celebró en Bangkok y en el que el
cardenal Renato Martino presentó el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
Documento cuya importancia ha destacado Benedicto XVI por ser «el instrumento de
referencia más autorizado para inspirar cristianamente la realización de un orden
social justo».
Tal como ocurrió en la cumbre de México para los pueblos del
continente americano, en noviembre de 2005, la cita asiática fue organizada por el
Pontificio Consejo Justicia y Paz con la colaboración de la Conferencia Episcopal
del país que la hospedó, en este caso Tailandia. El objetivo anhelado fue el de «sembrar
en los surcos de las grandes civilizaciones asiáticas un humanismo integral, solidario
y abierto a la trascendencia».
Inaugurando este II Congreso continental asiático,
el cardenal Martino hizo hincapié en que los desafíos más urgentes de los pueblos
de Asia se deben «afrontar a la luz de los fundamentales principios de la doctrina
social cristiana». Es decir, de la «inalienable dignidad de la persona humana, del
bien común, de la subsidiariedad y de la solidaridad».
En Asia donde nueve
millones de personas sufren discriminación, explotación, pobreza y marginación, para
los cristianos es inevitable e irrenunciable la defensa de los derechos humanos, recordó
el presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, subrayando luego la primacía
del derecho a la vida, cimiento elemental de todos los demás derechos y del derecho
a la libertad religiosa, fundamento trascendente de los mismos derechos humanos.
El
purpurado puso de relieve que en el continente asiático, donde se encuentran algunas
de las naciones más pobres de la tierra, la promoción del desarrollo se impone, en
especial, en el compromiso en favor de los migrantes, de las poblaciones lugareñas,
de las mujeres y de los niños, que a menudo son «víctimas de las peores formas de
explotación».
Sin olvidar la necesidad de impulsar la tutela del medio ambiente,
el cardenal Martino insistió en la promoción del «derecho a la paz» en el contexto
asiático, ante una nueva violencia que arremete contra individuos y pueblos enteros
y mientras la cultura de la muerte se va afianzando en el injustificable medio de
la violencia para resolver las tensiones.
Denunciando en particular el fenómeno
del terrorismo y el aumento de la producción y comercialización de las armas nucleares
y convencionales, el purpurado enfatizó que «no puede haber tolerancia moral hacia
ninguna doctrina militar que apruebe los armamentos nucleares». Y que «los enormes
recursos financieros destinados anualmente a los armamentos se deben dirigir, con
mayor provecho, a la educación y al desarrollo, en lugar que a las guerras».