LIV Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra: “Vete y haz tú lo mismo”
Sábado, 27 ene (RV).- “Vete y haz tú lo mismo”, es el lema de la 54 Jornada Mundial
de los Enfermos de Lepra. El Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud ha enviado
un mensaje de esperanza y de fraternal coparticipación a las personas afectadas por
esta enfermedad.
Mañana se celebra la 54 Jornada Mundial de los Enfermos de
Lepra, jornada de fraternidad impulsada hace más de medio siglo por Raúl Follereau
y en la que siguen comprometidas las numerosas asociaciones que se inspiran en su
obra humanitaria.
Con ocasión de esta Jornada, que lleva por título este año:
“Vete y haz tú lo mismo”, el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud ha enviado
un mensaje de esperanza y de fraternal coparticipación a las personas afectadas por
la lepra y a los que, habiéndose sanado, llevan en su cuerpo las discapacidades que
ella comporta.
Lamentablemente, a pesar de los considerables progresos de
la medicina, la enfermedad no se ha curado. Los datos demuestran que al comienzo de
ese año eran más de 200 mil los nuevos enfermos de lepra, cerca de 600 casos por día,
la mayoría en Asia y África. En su conjunto, las personas afectadas por la lepra son
aún cerca de 10 millones en el mundo.
La Iglesia, que desde siempre se ocupa
de estos hermanos nuestros, invita a todos los fieles para que compartan fraternalmente
el gran servicio a fin de recuperar los cuerpos enfermos, y sean testigos auténticos
del anuncio de que “Cristo Médico” está con ellos para la “salvación global” de cada
Persona. El Pontificio Consejo renueva a los fieles de las Comunidades eclesiales
el impelente llamamiento para que intensifiquen el logro de las informaciones necesarias
y, al mismo tiempo, ofrezcan muestras palpables de un fraterno compartir de sus bienes.
“¿Cómo no tener presente a los numerosos enfermos infectivos obligados a vivir
segregados, y a veces marcados con un estigma que los humilla? –recuerda el cardenal
Lozano Barragán citando al Papa. “Dichas situaciones deplorables aparecen aún más
graves debido a la desigualdad de las condiciones sociales y económicas entre el Norte
y el Sur del mundo. Es importante responder a ellas mediante intervenciones concretas
que favorezcan la cercanía al enfermo, hagan más viva la evangelización de la cultura
y propongan razones inspiradoras de los programas económicos y políticos de los gobiernos”.
Fiel
a su misión, la Iglesia repite siempre el acto misericordioso del Maestro Divino que,
en el gesto de curar a los leprosos, nos indica que la Redención está en marcha. Es
en este camino abierto por Cristo Jesús que muchos están implicados personalmente.
Junto a S. Francisco de Asís, al beato Damián de Veuster, al beato Pedro Donders,
también hoy prosigue en nuestro mundo el compromiso de numerosos y anónimos “testigos
del amor misericordioso de Dios”, que han elegido libremente vivir “con y para” los
hermanos y hermanas enfermos de lepra.
A todas las personas involucradas en
el seguimiento de los hermanos y hermanas enfermos de lepra, el cardenal Barragán,
que es el presidente del dicasterio de la salud, confía las mismas palabras del Santo
Padre Benedicto XVI que “anima los esfuerzos de las personas que trabajan cotidianamente
para garantizar una asistencia adecuada y amorosa a los millones de enfermos incurables
y a los que se encuentran en la fase terminal en el mundo, y que viven aún en condiciones
de vida insalubres, sin acceso a los recursos médicos básicos.
Mensaje
completo “54a Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra” Domingo 28 de
enero de 2007 “Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37)
Con ocasión de celebrarse
la “54ª Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra” el Pontificio Consejo para la Pastoral
de la Salud envía un mensaje de esperanza y de fraternal coparticipación a las personas
afectadas por la lepra y a los que, habiéndose sanado, llevan en su cuerpo las discapacidades
que ella comporta.
Los considerables progresos que la medicina ha desarrollado
en este sector en los últimos decenios, han generado en la conciencia social la convicción
de que por ser curable la enfermedad de la lepra haya desaparecido en el mundo, convirtiéndose
así en “una enfermedad olvidada”.
Pero lamentablemente no es esta la situación
real. Los datos presentados en las estimaciones epidemiológicas de la Organización
Mundial de la Salud, publicados en la primera década de agosto del 2006, demuestran
que al comienzo de ese año eran 219,826 los nuevos enfermos de lepra, cerca de 602
casos por día, distribuidos como sigue: África 40,830 – América 32,904 – Asia Sureste
133,422 – Mediterráneo Oriental 4,024 – Pacífico occidental 8,646. En su conjunto,
las personas afectadas por la lepra son aún cerca de 10 millones en el mundo.
La
lucha contra la lepra se basa fundamentalmente en el “depistage” preventivo de los
casos y en la “poliquimioterapia”: un binomio que ha puesto de relieve una interesante
disminución de 76,673 nuevos casos con respecto al comienzo del año 2005. Una lucha
eficaz exige que, en las cercanías de los lugares en los que azota la lepra, los servicios
para afrontar esta enfermedad cuenten con la presencia de agentes sanitarios para
brindar los auxilios elementales en los Centros zonales. Ciertamente cuando las condiciones
ambientales de acceso a los servicios sanitarios son poco favorables y se registra
una ausencia de prevención y de higiene, mientras persiste el subdesarrollo, el bacilo
“hanseniano” se radicaliza y los proyectos para su total eliminación encuentran muchos
obstáculos. De todos modos, los países en donde la lepra es endémica seguirán recibiendo
gratuitamente los medicamentos que componen la “poliquimioterapia”. La OMS asegura
que continuará reforzando las colaboraciones con las Instituciones Sanitarias públicas
y privadas que se dedican a prevenir y curar a los enfermos de lepra.
La Iglesia,
que desde siempre se ocupa de estos hermanos nuestros, invita a todos los fieles para
que compartan fraternalmente el gran servicio a fin de recuperar los cuerpos enfermos,
y sean testigos auténticos del anuncio de que “Cristo Médico” está con ellos para
la “salvación global” de cada Persona. El Pontificio Consejo renueva a los fieles
de las Comunidades eclesiales el impelente llamamiento para que intensifiquen el logro
de las informaciones necesarias y, al mismo tiempo, ofrezcan muestras palpables de
un fraterno compartir de sus bienes. Esto será de gran ayuda a los que se han consagrado
al servicio de los hermanos y hermanas enfermos de lepra. En particular, será importante
el envío de Personal Sanitario especializado que ayude por un considerable período
de tiempo a los Misioneros y Religiosas consagrados en la prevención y cura de las
poblaciones en los países con riesgo de lepra.
Hacer que los Misioneros, las
Religiosas y los Voluntarios sientan el aprecio y cercanía personal, es responder
de modo concreto a la invitación que el Santo Padre Benedicto XVI expresara en la
Audiencia concedida a los Participantes en la “Conferencia Internacional 2006” de
nuestro Dicasterio: “¿Cómo no tener presente a los numerosos enfermos infectivos obligados
a vivir segregados, y a veces marcados con un estigma que los humilla? Dichas situaciones
deplorables aparecen aún más graves debido a la desigualdad de las condiciones sociales
y económicas entre el Norte y el Sur del mundo. Es importante responder a ellas mediante
intervenciones concretas que favorezcan la cercanía al enfermo, hagan más viva la
evangelización de la cultura y propongan razones inspiradoras de los programas económicos
y políticos de los gobiernos” (24 noviembre 2006).
La invitación nos la hace
Jesús con la parábola del Buen Samaritano: “Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37). Con
“Jesús Buen Samaritano” debemos evangelizar el ambiente cultural de la sociedad humana
en la que vivimos, para eliminar los prejuicios aún presentes hacia quien se encuentra
dramáticamente afectado por la lepra.
Fiel a su misión, la Iglesia repite siempre
el acto misericordioso del Maestro Divino que, en el gesto de curar a los leprosos,
nos indica que la Redención está en marcha (cfr Lc 7, 22). Es en este camino abierto
por Cristo Jesús que muchos están implicados personalmente. Junto a S. Francisco de
Asís, al Beato Damián de Veuster, al Beato Pedro Donders, también hoy prosigue en
nuestro mundo el compromiso de numerosos y anónimos “testigos del amor misericordioso
de Dios”, que han elegido libremente vivir “con y para” los hermanos y hermanas enfermos
de lepra.
En esta “54a Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra” merece un
recuerdo particular Raoul Follereau, en el “30° Aniversario de su muerte”, como ejemplo
y confirmación que el Amor de Dios involucra también a quien confiesa humildemente:
“Yo no conozco a Dios, pero soy conocido por El, ésta es la esperanza” (R. Follereau,
Le livre d’amour, ediz. I.M.E, setiembre 2005, p. 59 n. 35). Follereau era un hombre
que oraba así: “Señor, mucho quisiera ayudar a los demás a vivir, a todos mis hermanos,
que penan y sufren sin saber por qué, en espera que la muerte los libere” (id. p.
58 n. 30)
A los Obispos, a los Encargados de la Pastoral de la Salud en las
iglesias particulares, a los Agentes de la Salud, a los Misioneros, a las Religiosas,
a los Voluntarios Laicos involucrados en el seguimiento de los hermanos y hermanas
enfermos de lepra, confío las palabras del Mensaje para la “XVa Jornada Mundial del
Enfermo” del Santo Padre Benedicto XVI: «Muchos millones de personas en el mundo viven
aún en condiciones de vida insalubres y no tienen acceso a los recursos médicos básicos
con el resultado de que el número de seres humanos en cuanto “incurable” ha aumentado
considerablemente (...). Deseo animar los esfuerzos de las personas que trabajan cotidianamente
para garantizar una asistencia adecuada y amorosa a los enfermos incurables y a los
que se encuentran en la fase terminal, lo mismo que a sus familias».
A vosotros
hermanos y hermanas afligidos por la lepra y a los que lleváis en vuestro cuerpo los
signos dolorosos que les ha dejado la enfermedad, deseo repetir las palabras de la
carta apostólica Salvifici Doloris: “En la cruz está el «Redentor del hombre», el
Varón de dolores, que ha asumido en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de
los hombres de todos los tiempos, para que en el amor puedan encontrar el sentido
salvífico de su dolor y las respuestas válidas a todas sus interrogantes… A todos
vosotros los que sufrís, os pedimos que nos ayudéis. Precisamente a vosotros, que
sois débiles, pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesia y para la humanidad”
(n. 31).
+ Javier Card. Lozano Barragán Presidente del Pontificio Consejo
para la Pastoral de la Salud