“Cada niño que nace nos trae la sonrisa de Dios y nos invita a reconocer que la vida
es un don divino, que debemos acoger con amor y custodiar siempre y en todo momento”
Domingo, 7 ene (RV).- «Cada niño que nace nos trae la sonrisa de Dios y nos invita
a reconocer que la vida es un don suyo. Don que debemos acoger con amor y custodiar
con cuidado siempre y en todo momento». Con la ternura que mana ante un recién nacido,
también este año en la festividad del Bautismo del Señor, Benedicto XVI ha bautizado
a un grupo de bebés, 6 niñas y 7 niños.
En el magnifico marco de la Capilla
Sixtina, «donde la creatividad de Miguel Ángel supo realizar obras maestras que ilustran
los prodigios de la historia de la salvación», el Santo Padre ha hecho hincapié en
la importancia del matrimonio y de la familia, cuna de la vida y del amor: «El tiempo
de la Navidad, que justo hoy termina, nos ha hecho contemplar al Niño Jesús en la
pobreza, en la pobre gruta de Belén, amorosamente cuidado por María y José. Cada hijo
que nace es confiado por Dios a sus padres: ¡cuán importante es la familia fundada
en el matrimonio, cuna de la vida y de amor! El hogar de Nazaret, donde vive la Santa
Familia es modelo y escuela de sencillez, de paciencia y de armonía para todas las
familias cristianas».
Evocando el Bautismo del Señor, el Papa ha meditado sobre
las palabras con las que el Evangelista san Lucas presenta a Jesús en oración, en
diálogo con el Padre -rogando también por nosotros- y se abre el cielo: «Tras haber
recibido el Bautismo, estaba, nos dice san Lucas, ‘en oración. Jesús habla con su
Padre. Y estamos seguros de que ha hablado no sólo por Él mismo, sino que también
ha hablado de nosotros y por nosotros. Ha hablado también por mí, por cada uno de
nosotros. Y el evangelista nos dice que sobre el Señor orante se abrió el Cielo. Jesús
entabla un diálogo, en contacto con el Padre y el cielo se abre. Así también en este
momento el cielo se abre sobre nuestros niños, en contacto con Jesús en este momento,
por el sacramento del Bautismo. El cielo se abre sobre nosotros en el sacramento.
Cuanto más vivimos en contacto con Jesús en la realidad de nuestro Bautismo, tanto
más el cielo se abre sobre nosotros».
«En el Bautismo, el Padre celestial
nos adopta y en esta familia también hay una madre, que es la Iglesia», ha destacado
luego Benedicto XVI, reiterando después que «el cristianismo no es una cosa sólo espiritual,
individual, no es una posición subjetiva que yo asumo, sino una cosa real, concreta,
también material. La familia de Dios se concreta en la familia real concreta de la
Iglesia». En este contexto, el Santo Padre ha hecho hincapié en que «como hermanos
y hermanas en esta gran familia de Dios y sólo insertándonos en ello, nosotros como
hijos podemos decir ‘Padre nuestro’ a nuestro amado Padre celestial. Esta oración
supone siempre el ‘nosotros’ de la familia de Dios».
En Jesucristo vemos que
Dios sale a nuestro encuentro, en el Bautismo cristiano. Dios está presente y actúa
sólo con nuestra libertad, con nuestro ‘sí’: «Pero, naturalmente, Dios no actúa de
forma mágica. Actúa sólo con nuestra libertad. No podemos renunciar a nuestra libertad.
Dios impulsa nuestra libertad, nos invita a la cooperación con el fuego del Espíritu
Santo. Estas dos cosas tienen que ir juntas. El Bautismo queda durante toda la vida
como el don que Dios que ha puesto como sello en nuestras almas. Es nuestra cooperación,
la apertura de nuestra libertad la que dice ‘sí’ a esta acción divina».
Benedicto
XVI ha concluido su homilía exhortando a los papás, a las mamás y a los padrinos y
madrinas de los niños que ha bautizado, a «velar siempre sobre estos pequeños, para
que, creciendo, aprendan a conocer a Dios, a amarlo con todas sus fuerzas y a servirlo
fielmente». Asimismo los ha alentado a ser sus primeros educadores en la fe, ofreciendo
siempre con sus enseñanzas, también el ejemplo de una vida cristiana coherente y enseñarles
a rezar y a ser miembros activos de la concreta familia de Dios, en la comunidad eclesial.
El Pontífice ha recordado por último la importante ayuda del Catecismo de la Iglesia
Católica y del Compendio, como instrumentos útiles para crecer en la fe y «sobre todo»
el valor del testimonio cristiano y de la oración en familia. Pues el ejemplo de los
padres incide en la maduración humana y espiritual de la libertad de los hijos.