2007-01-03 15:11:52

Cultura y Humanismo: Se acercan los Reyes Magos


Miércoles, 3 ene (RV).- En estas fechas tan cercanas a la llegada de los Reyes Magos, no podíamos olvidar el mensaje, que con tanto cariño nuestro amado Papa Juan Pablo II, dejó para celebrar las Jornadas Mundiales de la Juventud 2005: “Hemos venido para adorarle” (Mt 2,2).

Durante los días que duraron aquellas jornadas, Benedicto XVI, recién nombrado Pontífice acudía a la cita de su antecesor para recordar, junto a los jóvenes de todo el mundo el itinerario ideal de aquel peregrinaje. "Y la estrella ... iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño" (Mt 2,9). Los Reyes Magos llegaron a Belén porque se dejaron guiar dócilmente por la estrella. Más aún, "al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría" (Mt 2,10). En este sentido, el Papa instaba a aprender a escrutar los signos con los que Dios nos llama y nos guía. Cuando se es consciente de ser guiado por Él, el corazón experimenta una auténtica y profunda alegría acompañada de un vivo deseo de encontrarlo y de un esfuerzo perseverante de seguirlo dócilmente.

Hoy aquel mensaje que Juan Pablo II dejó para los jóvenes en Colonia, resuena con mayor motivo en nuestros oídos al acercarse esa festividad que grandes y pequeños celebramos con entusiasmo. Porque, recorriendo con fe el itinerario del Redentor desde la pobreza del Pesebre hasta el abandono de la Cruz, comprendemos mejor el misterio de su amor que redime a la humanidad. El Niño, colocado suavemente en el pesebre por María, es el Hombre-Dios que veremos clavado en la Cruz. El mismo Redentor está presente en el sacramento de la Eucaristía. En el establo de Belén se dejó adorar, bajo la pobre apariencia de un neonato, por María, José y los pastores; en la Hostia consagrada lo adoramos sacramentalmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad, y Él se ofrece a nosotros como alimento de vida eterna. La santa Misa se convierte ahora en un verdadero encuentro de amor con Aquel que se nos ha dado enteramente. No dudéis, queridos jóvenes, en responderle cuando os invita "al banquete de bodas del Cordero" (cfr. Ap 19,9). Escuchadlo, preparaos adecuadamente y acercaos al Sacramento del Altar, especialmente en este Año de la Eucaristía (octubre 2004-2005) que he querido declarar para toda la Iglesia.

Dentro de pocos días, los tres Magos de Oriente serán testigos especiales de la Epifanía de Dios, porque la Navidad se hace Epifanía en la solemnidad litúrgica de los Magos. Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo dio a los Magos de Oriente los ojos iluminados del espíritu (cf. Ef 1, 18), que les permitieron percibir la luz de la estrella. Siguieron esta estrella, buscando al que "debía nacer" (Mt 2, 4). Después de haber estado en el palacio de Herodes, llegaron a Belén. Los ojos iluminados de la mente les permitieron ver a Dios Encarnado en el Niño puesto en los brazos de María. La pobreza del lugar no se lo impidió. Se postraron y ofrecieron los dones que habían llevado. De este modo Juan Pablo II recordaba esta festividad durante el Ángelus del 2 de enero de 1986, finalizando sus palabras diciendo: “Los ojos iluminados de la mente les permitieron adorar a Dios, que, siendo rico, se hizo pobre por los hombres (cf. 2 Cor 8, 9) desde el principio, ya en el misterio de su nacimiento en la tierra”.

Celebremos pues el próximo 6 de enero la Epifanía del Señor, la adoración de los Reyes Magos, en ese ambiente mágico de cercanía entre los seres queridos y paz. Les deseamos desde Radio Vaticano que sus deseos se vean cumplidos en la noche mágica de Reyes.







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