Miércoles, 3 ene (RV).- En estas fechas tan cercanas a la llegada de los Reyes Magos,
no podíamos olvidar el mensaje, que con tanto cariño nuestro amado Papa Juan Pablo
II, dejó para celebrar las Jornadas Mundiales de la Juventud 2005: “Hemos venido para
adorarle” (Mt 2,2).
Durante los días que duraron aquellas jornadas, Benedicto
XVI, recién nombrado Pontífice acudía a la cita de su antecesor para recordar, junto
a los jóvenes de todo el mundo el itinerario ideal de aquel peregrinaje. "Y la estrella
... iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba
el niño" (Mt 2,9). Los Reyes Magos llegaron a Belén porque se dejaron guiar dócilmente
por la estrella. Más aún, "al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría" (Mt2,10). En este sentido, el Papa instaba a aprender a escrutar los signos con los
que Dios nos llama y nos guía. Cuando se es consciente de ser guiado por Él, el corazón
experimenta una auténtica y profundaalegría acompañada de un vivo deseo de
encontrarlo y de un esfuerzo perseverante de seguirlo dócilmente.
Hoy aquel
mensaje que Juan Pablo II dejó para los jóvenes en Colonia, resuena con mayor motivo
en nuestros oídos al acercarse esa festividad que grandes y pequeños celebramos con
entusiasmo. Porque, recorriendo con fe el itinerario del Redentor desde la pobreza
del Pesebre hasta el abandono de la Cruz, comprendemos mejor el misterio de su amor
que redime a la humanidad. El Niño, colocado suavemente en el pesebre por María, es
el Hombre-Dios que veremos clavado en la Cruz. El mismo Redentor está presente en
el sacramento de la Eucaristía. En el establo de Belén se dejó adorar, bajo la pobre
apariencia de un neonato, por María, José y los pastores; en la Hostiaconsagrada
lo adoramos sacramentalmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad, y Él se
ofrece a nosotros como alimento de vida eterna. La santa Misa se convierte ahora en
un verdadero encuentro de amor con Aquel que se nos ha dado enteramente. No dudéis,
queridos jóvenes, en responderle cuando os invita "al banquete de bodas del Cordero"
(cfr. Ap 19,9). Escuchadlo, preparaos adecuadamente y acercaos al Sacramento del Altar,
especialmente en este Año de la Eucaristía (octubre 2004-2005) que he querido declarar
para toda la Iglesia.
Dentro de pocos días, los tres Magos de Oriente serán
testigos especiales de la Epifanía de Dios, porque la Navidad se hace Epifanía en
la solemnidad litúrgica de los Magos. Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo dio
a los Magos de Oriente los ojos iluminados del espíritu (cf. Ef 1, 18), que
les permitieron percibir la luz de la estrella. Siguieron esta estrella, buscando
al que "debía nacer" (Mt 2, 4). Después de haber estado en el palacio de Herodes,
llegaron a Belén. Los ojos iluminados de la mente les permitieron ver a Dios Encarnadoen el Niño puesto en los brazos de María. La pobreza del lugar no se lo impidió.
Se postraron y ofrecieron los dones que habían llevado. De este modo Juan Pablo II
recordaba esta festividad durante el Ángelus del 2 de enero de 1986, finalizando sus
palabras diciendo: “Los ojos iluminados de la mente les permitieron adorar a Dios,
que, siendo rico, se hizo pobre por los hombres (cf. 2 Cor 8,
9) desde el principio, ya en el misterio de su nacimiento en la tierra”.
Celebremos
pues el próximo 6 de enero la Epifanía del Señor, la adoración de los Reyes Magos,
en ese ambiente mágico de cercanía entre los seres queridos y paz. Les deseamos desde
Radio Vaticano que sus deseos se vean cumplidos en la noche mágica de Reyes.