Viernes, 15 dic (RV).- Bienaventurados los afligidos porque serán consolados. Sobre
esta bienaventuranza se ha articulado esta mañana, en presencia del Santo Padre y
de la familia pontificia, la primera predicación de Adviento, del padre Raniero Cantalamessa,
predicador de la Casa Pontificia.
Para el padre Cantalamessa las bienaventuranzas
de hoy deben interpretarse a la luz de las nuevas situaciones que encontramos en nuestra
vida. Porque el llanto de los afligidos de hoy surge también del rechazo sistemático
del Cristo de la fe, en nombre de una investigación histórica objetiva que en cierta
manera se reduce a simple subjetivismo.
“Estamos asistiendo –ha dicho el
predicador- al regreso de un ateísmo militante y agresivo, con etiqueta de científico.
Y el hecho es que la prueba de la existencia de Dios no se encuentra en los libros
o en los laboratorios de biología, allí donde la buscan nuestros hermanos, sino en
la misma vida”. El padre Cantalamessa se ha lamentado de que asistimos a una especie
de competición para ver quien consigue presentar un Cristo más a medida al hombre
de hoy, desnudándole de cualquier perspectiva de trascendencia.
Particularmente
severo ha estado el religioso capuchino contra “el placer desordenado elegido contra
la ley de Dios que se vuelve contra el hombre mismo y se transforma en sufrimiento”.
“La Iglesia ha llorado y suspirado –ha dicho el predicador-, por los abominables actos
cometidos en su seno por alguno de sus mismos ministros y pastores. Ha llegado el
momento de hacer la cosa más importante de todas: llorar ante Dios. Hay algo que estos
desventurados hermanos nuestros no deberían hacer nunca como el aprovecharse del clamor
general para extraer ventajas de la propia culpa, concediendo entrevistas, o escribiendo
memorias en la tentativa de hacer recaer las culpas sobre los superiores o de la comunidad
eclesial”.