Diciembre: Intención General del Papa para el Apostolado de la Oración
Lunes, 4 dic (RV).- «Para que Cristo, manso y humilde de corazón, mueva a los dirigentes
de las naciones al uso sabio y responsable del poder». Es la Intención General del
Papa para el Apostolado de la Oración de este mes de diciembre. Ésta es la última
Intención de Oración que nos dejó el Siervo de Dios Juan Pablo II – pues antes de
morir ya había establecido las intenciones para cada mes de este año que está por
terminar. Y esta intención evoca en nosotros la Carta Apostólica en forma de Motu
Propio con la que el mismo Juan Pablo II proclamó a Santo Tomás Moro como patrono
de los gobernantes y de los políticos. Proclamación que Papa Wojtyla realizó «después
de una madura consideración y acogiendo complacido las peticiones recibidas».
Juan
Pablo II había recibido numerosas peticiones de jefes de Estado y de gobierno, de
exponentes políticos, de episcopados, así como de obispos de forma individual y «entre
los firmantes de esas peticiones, también habían personalidades de diversa orientación
política, cultural y religiosa», escribía el mismo Pontífice, señalando que eran «expresión
de vivo y difundido interés hacia el pensamiento y la conducta de este insigne hombre
de gobierno».
«De la vida y del martirio de santo Tomás Moro brota un mensaje
que a través de los siglos habla a los hombres de todos los tiempos de la inalienable
dignidad de la conciencia, la cual, como recuerda el Concilio Vaticano II, “es el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz
resuena en lo más íntimo de ella” (Gaudium et spes, 16). Cuando el hombre y la mujer
escuchan la llamada de la verdad, entonces la conciencia orienta con seguridad sus
actos hacia el bien».
Tomás Moro, nacido en Londres en 1478, vivió una extraordinaria
carrera política y por su testimonio – ofrecido hasta el derramamiento de su sangre
– de la primacía de la verdad sobre el poder, es venerado como ejemplo imperecedero
de coherencia moral. Y también fuera de la Iglesia, especialmente entre los que están
llamados a dirigir los destinos de los pueblos, su figura es reconocida como fuente
de inspiración para una política que tenga como fin supremo el servicio a la dignidad
humana de la persona.
Son muchas las razones a favor de la proclamación de
santo Tomás Moro como Patrono de los Gobernantes y de los Políticos, escribía Juan
Pablo II y entre éstas citaba la necesidad que siente el mundo político y administrativo
de modelos creíbles, que muestren el camino de la verdad en un momento histórico en
el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades. En efecto, fenómenos
económicos muy innovadores están hoy modificando las estructuras sociales. Por otra
parte, las conquistas científicas en el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia
de defender la vida humana en todas sus expresiones, mientras las promesas de una
nueva sociedad, propuestas con buenos resultados a una opinión pública desorientada,
exigen con urgencia opciones políticas claras en favor de la familia, de los jóvenes,
de los ancianos y de los marginados.
En este contexto es útil volver al ejemplo
de santo Tomás Moro que se distinguió por la constante fidelidad a las autoridades
y a las instituciones legítimas, precisamente porque en las mismas quería servir no
al poder, sino al supremo ideal de la justicia. Su vida nos enseña que el gobierno
es, antes que nada, ejercicio de virtudes. Convencido de este riguroso imperativo
moral, el Estadista inglés puso su actividad pública al servicio de la persona, especialmente
si era débil o pobre; gestionó las controversias sociales con exquisito sentido de
equidad; tuteló la familia y la defendió con gran empeño; promovió la educación integral
de la juventud. El profundo desprendimiento de honores y riquezas, la humildad serena
y jovial, el equilibrado conocimiento de la naturaleza humana y de la vanidad del
éxito, así como la seguridad de juicio basada en la fe, le dieron aquella confiada
fortaleza interior que lo sostuvo en las adversidades y frente a la muerte. Su santidad,
que brilló en el martirio, se forjó a través de toda una vida entera de trabajo y
de entrega a Dios y al prójimo.
La historia de santo Tomás Moro ilustra con
claridad una verdad fundamental de la ética política. En efecto, la defensa de la
libertad de la Iglesia frente a indebidas ingerencias del Estado es, al mismo tiempo,
defensa, en nombre de la primacía de la conciencia, de la libertad de la persona frente
al poder político. En esto reside el principio fundamental de todo orden civil de
acuerdo con la naturaleza del hombre.