El Papa asegura que «la Iglesia católica hará todo lo posible para superar los obstáculos»
porque «las divisiones existentes entre los cristianos son un escándalo para el mundo»
Jueves, 30 nov (RV).- Pedro y Andrés - los hermanos apóstoles – se han vuelto a abrazar.
Esta vez gracias a sus sucesores Benedicto XVI y Bartolomé I. Esta vez en la iglesia
patriarcal de San Jorge, en Estambul. Precisamente hoy, en la fiesta de san Andrés.
Aquel que, habiendo sido el primer apóstol en ser llamado, lleva a su hermano a Jesús.
Lo ha recordado esta mañana el Obispo de Roma en las palabras que ha pronunciado en
la Divina Liturgia, después de las que había pronunciado el Patriarca Ecuménico.
Saludando
a Benedicto XVI y agradeciendo «su presencia y amor fraterno» Bartolomé I ha exhortado
a rezar para alcanzar la unidad plena entre «nuestras Iglesias, siguiendo la voluntad
de Dios». Por su parte, el Santo Padre ha hecho hincapié en que este encuentro de
hoy pone de relieve la relación especial que enlaza a la Iglesia de Roma con los hermanos
y hermanas ortodoxos. El Pontífice ha asegurado, una vez más, que «la Iglesia católica
hará todo lo posible para superar los obstáculos» y buscar juntos «los medios más
eficaces en la colaboración pastoral con tal objetivo».
Benedicto XVI ha destacado
la urgencia de cumplir la misión que el Señor Resucitado encomendó a los Apóstoles.
Misión que está lejos de haberse cumplido. Al contrario, «hoy es aún más urgente y
necesaria». No sólo en lo que se refiere «a las culturas tocadas marginalmente por
el mensaje del Evangelio, sino también a las culturas europeas arraigadas, desde antaño,
en la tradición cristiana». Puesto que «el proceso de secularización ha debilitado
esta tradición, que ha quedado cuestionada e incluso rechazada»:
«Ante esta
realidad estamos llamados, junto con las otras comunidades cristianas, a renovar la
conciencia de Europa acerca de las propias raíces, tradiciones y valores cristianos,
renovando su vitalidad. Nuestros esfuerzos por edificar lazos más estrechos entre
la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas son parte de esta tarea misionera. Las
divisiones existentes entre los cristianos son un escándalo para el mundo y un obstáculo
para la proclamación del Evangelio».
En este contexto, Benedicto XVI ha insistido
en esta urgencia, fundada en el amor de Dios hacia todos los hombres: «En la víspera
de su pasión y muerte, el Señor, rodeado por sus discípulos, oró con fervor para que
fueran uno, para que el mundo pueda creer. Sólo a través de la comunión fraterna entre
los cristianos y a través del amor recíproco, el mensaje del amor de Dios hacia todo
hombre y mujer podrá ser creíble. Cualquiera que mire de forma realista el mundo cristiano
de hoy verá la urgencia de este testimonio».
Tras recordar que veneramos juntos
a numerosos mártires, a lo largo de la historia, el Santo Padre se ha referido a los
valientes testigos de la fe en Oriente y en Occidente, exhortando a los líderes del
mundo a respetar la libertad religiosa: «El siglo que acaba de finalizar también ha
visto valientes testigos de la fe, tanto en Oriente como en Occidente. Aún hoy hay
muchos de estos testimonios en varias partes del mundo. Los recordamos en nuestra
oración y les ofrecemos nuestro apoyo, al tiempo que apremiamos a todos los líderes
del mundo para que respeten la libertad religiosa como derecho humano fundamental».
El
Papa ha puesto de relieve el significado de la cruz y de la resurrección de Jesucristo
- «manantial y signo de esperanza constantemente renovada para los cristianos»: «Esta
fe en la muerte redentora de Jesús en la cruz y esta esperanza que Cristo resucitado
ofrece a toda la familia humana es la que compartimos todos nosotros, ortodoxos y
católicos. Que nuestra oración y nuestras actividades de cada día se inspiren en el
ferviente anhelo, no sólo de estar presentes en la Divina Liturgia, sino de celebrarla
juntos, para participar en la única mesa del Señor, compartiendo el mismo pan y el
mismo cáliz. ¡Qué nuestro encuentro de hoy sirva como impulso y como dichosa anticipación
del don de la comunión plena! Y que ¡el Espíritu Santo nos acompañe en nuestro camino!»