La familia, centro del mensaje de la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado
2007: el Papa insta a la ratificación de los instrumentos legales internacionales
de defensa de los derechos de emigrantes, refugiados y sus familias
Martes, 14 nov (RV).- Con ocasión de la próxima Jornada Mundial del Emigrante y el
Refugiado 2007, Benedicto XVI ha escrito un mensaje para sensibilizar a las comunidades
eclesiales y a la opinión pública acerca de las necesidades y problemas, así como
de las potencialidades positivas, de las familias emigrantes.
Con la mirada
puesta en el icono de la Santa Familia de Nazaret, que se ve obligada a huir de la
persecución del rey Herodes, el Papa señala que en este drama, de Jesús, María y José
en el exilio, percibimos la dolorosa condición de todos los emigrantes, especialmente
de los refugiados, de los desterrados, de los evacuados, de los prófugos y de los
perseguidos. Percibimos las dificultades de cada familia emigrante, las penurias,
las humillaciones, la estrechez y la fragilidad de millones de personas.
El
tema de la próxima Jornada Mundial es precisamente La familia emigrante. Con él se
pretende acentuar ulteriormente el compromiso de la Iglesia no sólo a favor del individuo
emigrante, sino también de su familia. “Si no se garantiza a la familia inmigrada
una real posibilidad de inserción y participación -escribe el Pontífice-, es difícil
prever su desarrollo armónico”. La Iglesia anima la ratificación de los instrumentos
legales internacionales propuestos para defender los derechos de los emigrantes, de
los refugiados y de sus familias, y ofrece, en varias de sus Instituciones y Asociaciones,
aquella “defensa” que se hace cada vez más necesaria.
El Santo Padre insiste
mucho sobre el tema de la integración y señala a este respecto que es necesario predisponer
acciones legislativas, jurídicas y sociales para facilitarla. En cuanto al tema de
la integración de las familias de los inmigrantes, siente el deber “de llamar la atención
sobre las familias de los refugiados, cuyas condiciones parecen empeorar con respecto
al pasado, también por lo que atañe a la reunificación de los núcleos familiares”.
A
las dificultades logísticas, y personales, asociadas a los traumas y el estrés emocional
por las trágicas experiencias vividas, a veces se suma el riesgo de la implicación
de mujeres y niños en la explotación sexual como mecanismo de supervivencia. En estos
casos, afirma el Papa, es necesaria una atenta presencia pastoral que, además de prestar
asistencia para aliviar las heridas del corazón, ofrezca por parte de la comunidad
cristiana un apoyo capaz de restablecer la cultura del respeto y redescubrir el verdadero
valor del amor. Es necesario comprometerse para garantizar los derechos y la dignidad
de las familias, y asegurarles un alojamiento conforme a sus exigencias.
La
presentación del Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial del Emigrante y
del Refugiado, del próximo 14 de enero de 2007, ha tenido lugar esta mañana en la
Oficina de Prensa de la Santa Sede, a cargo del Card. Renato Martino y del Arzobispo
Agostino Marchetto, en calidad de Presidente y Secretario del Pontificio Consejo para
la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, respectivamente. Luego, Mons. Marchetto
nos ha concedido una entrevista en la que nos habla, precisamente, sobre el contenido
de este Mensaje del Papa:
El Mensaje
Pontificio, que ha sido presentado hoy en la Sala de Prensa de la Santa Sede, invita
a reflexionar sobre la condición de la familia emigrante, en continuidad con los precedentes
Mensajes de 1980, 1986 y 1993, pero también recuerda la Constitución Apostólica Exsul
familia, después de 55 años de que fuera promulgada. De este modo, Benedicto XVI interviene
por segunda vez – luego de su primer Mensaje del año pasado titulado Migraciones:
signo de los tiempos – sobre la variada y compleja situación que actualmente implica
a cerca de 200 millones de emigrantes por razones económicas, a aproximadamente 9
millones de refugiados y cerca de 2 millones de estudiantes internacionales. Hay también
los desplazados internos, las personas sujetas al tráfico de seres humanos, etc.
Se trata de hermanas y hermanos en diferentes condiciones de movilidad, hacia los
cuales la Iglesia muestra una particular solicitud pastoral. De hecho,
el Mensaje Pontificio se dirige en doble carril: por un lado el Santo Padre describe
sus dificultades, las problemáticas y los retos, mientras por el otro subraya «el
compromiso de la Iglesia» en dicho ámbito, proponiendo asimismo orientaciones, en
el pensamiento y en la praxis, para una renovada pastoral familiar migratoria. Sin
olvidarse de animar a las instituciones establecidas, a fin de que dispongan «intervenciones
legislativas, jurídicas y sociales» para salir al encuentro ante las dificultades
de la familia emigrante, sobre todo en lo que concierne a la tutela de todos los emigrantes,
a la integración en el país de acogida, a la reunificación familiar, a la asistencia
espiritual y psicológica en los campos para refugiados, así como a la sensibilidad
hacia los «estudiantes de otros Países».
Mons. Marchetto hace hincapié
en el tema elegido por Benedicto XVI para su Mensaje - «La familia emigrante» - y
en los retos que encuentran, en la actualidad, los miembros de los núcleos familiares
debilitados por la emigración:
Quisiera
subrayar la importancia de la familia y sus retos actuales Las mujeres y
los hombres migrantes generalmente tienden a alcanzar una posición digna que les permita
ante todo la supervivencia y la independencia económica, pero en una óptica de provisoriedad,
que por lo general no incluye la integración en la sociedad de acogida. De este modo
se explica la presencia individual, quizás estacional, mientras que la reunificación
familiar llega en una fase posterior. La familia migrante se encuentra, entonces,
inserta en un sistema basado en el papel del individuo o en su capacidad de éxito.
Así es como se pone en evidencia el aislamiento de los miembros del núcleo familiar,
que a veces llega a la soledad y a la marginación. Dicho aislamiento, además, a menudo
resulta mayormente acentuado para la mujer, que está expuesta al peligro del tráfico
de seres humanos y de la prostitución. Asimismo, los trastornos de los
roles familiares, debido a las solicitudes de mercado del trabajo, causan la triste
situación de las mujeres inmigradas a quienes se les sustrae injustamente sus hijos
debido a los horarios de trabajo o por condiciones de dificultad, lo cual comporta
la intervención de las instituciones a través de las comunidades de asistencia para
menores y la tutela familiar. En buena cuenta, el Mensaje Pontificio estimula
la construcción de relaciones de verdadera acogida, partiendo de la respuesta solidaria
a las necesidades de la familia migrante. En definitiva, es necesario desarrollar
relaciones que, por un lado, se traduzcan en ayudas para la inserción en la sociedad
de acogida y, por el otro, se conviertan en ocasiones de crecimiento – personal, social
y eclesial – basado en el respeto de las culturas, de las religiones y en el intercambio
recíproco de valores. Finalmente, la educación a la mundialidad contribuye
por cierto en el desarrollo de una nueva sensibilidad con el fin de instaurar relaciones
más amigables entre los individuos y entre las familias, en fin entre los pueblos,
así como en el ámbito de la escuela y en los ambientes de vida y de trabajo.