El Papa recibe a la plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias y reafirma
que el cristianismo «no postula un conflicto inevitable entre fe y progreso científico»
Lunes, 6 nov (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los participantes en la
plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias, que han estado reflexionando sobre
el tema «Previsibilidad en la ciencia: exactitud y limitaciones». En su discurso,
en inglés, el Papa ha hecho hincapié en que el cristianismo «no postula un conflicto
inevitable entre fe y progreso científico». El Santo Padre ha recordado la importancia
de la tarea y misión de los hombres de asumir la responsabilidad de saber administrar
los bienes de la creación y de colaborar con Dios por el bien de toda la humanidad:
«Si pensamos, por ejemplo, en cómo la ciencia moderna, prediciendo los fenómenos naturales,
ha contribuido a la protección del ambiente, al progreso de los países en desarrollo,
a la lucha contra las epidemias así como a un aumento de la esperanza de vida, vemos
claramente que no hay conflicto entre la providencia divina y la actividad humana».
Tras
evocar la constitución pastoral del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, sobre la
Iglesia en el mundo actual, y haciendo hincapié en que «gracias a la ciencia y a la
técnica, el hombre ha logrado dilatar y sigue dilatando el campo de su dominio sobre
casi toda la naturaleza», Benedicto XVI ha reiterado que nunca se debe olvidar el
peligro de llegar a que prevalezca la secularización y el materialismo sobre la inalienable
dignidad humana: «Hay el peligro de que el hombre, confiado con exceso en los inventos
actuales, crea que se basta a sí mismo y deje de buscar ya valores más elevados».
(Gaudium et Spes 57).
Una vez más, recordando los peligros de una ciencia desprovista
de una ética fundada firmemente en el respeto de la dignidad humana y del medio ambiente,
el Santo Padre ha renovado la exhortación de su predecesor, el Siervo de Dios Juan
Pablo II: «Los científicos, precisamente porque ‘saben más’, están llamados a ‘servir
más’. Dado que la libertad de que gozan en la investigación les permite el acceso
al conocimiento especializado, tienen la responsabilidad de usarlo sabiamente en beneficio
de toda la familia humana».
El trabajo de los miembros de la Pontificia Academia
de las Ciencias es seguido con gran expectación - por este mundo nuestro - con el
fin de prevenir las posibles consecuencias de aquellos fenómenos naturales que amenazan
algunas veces a pueblos enteros y ante la necesidad urgente de descubrir fuentes de
energía segura, al alcance de todos. En este contexto Benedicto XVI les ha asegurado
el apoyo de la Iglesia en todos los esfuerzos que cumplan los en favor de la solidaridad
y la paz: «La Iglesia ha recibido de su divino fundador la tarea de guiar las conciencias
de los pueblos hacia el bienestar, la solidaridad y la paz. Por ello, la misma Iglesia
se siente en deber de insistir en que la capacidad de la ciencia de predecir y controlar
nunca debe ser empleada contra la vida humana y su dignidad, sino que debe estar al
servicio de la humanidad y de las generaciones futuras».
Antes de terminar
su discurso, Benedicto XVI ha señalado también la importancia de respetar la libertad
y lo trascendente que se encuentra en cada ser humano, en su unicidad y en cada etapa
de la vida humana. Pues olvidar esta verdad sería «abrir peligrosamente la puerta
hacia la explotación de los hombres».