Escuchar el programa Viernes, 3 nov
(RV).- Lamentablemente las noticias sobre los traficantes de seres humanos no son
para nada una ficción, y cada día son más frecuentes. Las noticias, que nos provocan
escaramuzas, dan cuenta de las formas más crueles de comercialización y tráfico de
seres humanos, de las formas más viles de explotación y degradación humana. Las autoridades
diariamente luchan por detener este mercado humano, por detener el sometimiento de
unos seres humanos por otros, y en esta lucha la familia está llamada también a jugar
un papel esencial.
La esclavitud fue abolida hace muchos años, sin embargo
hoy en día existen tantas formas de esclavitud que a veces hasta convivimos día a
día con ellas sin percibirlo. En América Latina, el trabajo infantil y el trabajo
doméstico se han convertido en una forma de esclavitud que se ha hecho común y hasta
vulgarmente aceptada sin reparos.
Una joven campesina, como tantas en
nuestros países, relató a un diario su testimonio: Cuando tenía 18 años –relató Angélica-
escuché que si venía a la ciudad podría trabajar, estudiar y ayudar a mis padres.
Una tía me recibió, brindándome un pequeño cuarto mientras conseguía trabajo. Después
de unos días me llevó a una casa muy linda de gente adinerada, donde tendría que trabajar.
Los dueños de casa le entregaron un buen monto de dinero a mi tía quien se fue y me
dejó sola".
Así comienza el relato una de las víctimas que después de dos años
de servidumbre pudo escapar y relatar lo sucedido. "Allí empezó mi tortura, subrayó
Angélica: además de gritarme, tenía que hacer todo el oficio de la casa, trabajando
de 5 a 18 horas diarias. Un día me enfermé y no pude trabajar. La dueña de la casa
me golpeó y obligó a trabajar, además me gritó que no me podía rehusar a nada porque
le había pagado mucho dinero a mi tía por mi".
El maltrato al interior de
las familias, el maltrato físico y psicológico contra los más débiles tienen en muchos
casos como escenario a las familias: porque se hace con los hijos, con los niños,
con las mujeres.
La esclavitud, precisa un informe de la Organización Internacional
de Migraciones (OIM), tiene varias modalidades: trabajo forzoso, servidumbre por deudas,
tráfico de migrantes, trata de personas, trata de niños, prostitución forzada, esclavitud
sexual, turismo sexual, matrimonio forzoso y venta de esposas, novias por catálogo
y servidumbre infantil.
"Me di cuenta de que era una esclava y que mi tía me
había vendido. Lloraba todo el tiempo y pensaba en cómo escaparme. Un día fuimos al
mercado y aproveché la confusión de mucha gente para escaparme. Corrí hasta perderme
de la vista de mi patrona. Llegué a una estación de Policía, conté lo sucedido, pero
como no conocía la ciudad, no sabía la dirección de mi tía ni de mi patrona. La Policía
me ayudó a retornar a mi casa", finaliza Angélica su relato.
El documento
de la OIM señala que hasta ahora no se ha dimensionado la esclavitud de ciudadanos
al interior de los países, es decir en su propio territorio. Por el momento, el problema
es tan grave, que se tienen que tomar medidas tanto para los abusos humanos en cada
país y a través de las redes internacionales de trata de personas y tráfico de inmigrantes.
Los
victimarios se valen de agencias fachadas de viaje, redes que ofrecen estudio en el
extranjero, agencias de empleo, agencias matrimoniales y hasta empresas que ofrecen
novias por catálogo Pero, sin necesidad de acudir a ellas, en barrios de las distintas
ciudades hay personas que se dedican a esclavizar personas, en muchos casos niños
que incluso son explotados por sus familiares.
Las cadenas de la esclavitud,
del abuso se pueden romper desde los mismos círculos familiares: la crianza en lo
valores de la libertad y la responsabilidad, de los derechos y los deberes, del valor
del ser humano en todas sus dimensiones son el principio de hombre y mujeres rectos,
honestos, solidarios cuyos principios se fundamentan en el amor.