Audiencia general: Benedicto XVI recorre la historia del apóstol Pablo en su catequesis
y subraya que “nuestra identidad debe estar marcada por el encuentro con Cristo''
Miércoles, 25 oct (RV).- ''A la luz de Cristo cualquier valor viene recuperado y purificado
de eventuales escorias'', junto con el carácter “universal” del anuncio cristiano
visto que ''Dios es Dios de todos''. Son las características de Pablo de Tarso que
Benedicto XVI ha recomendado a la atención de los fieles, durante la Audiencia General
de hoy, ante cerca de 25 mil peregrinos llegados de todo el mundo, reunidos en la
plaza de San Pedro.
Tras la galería de retratos de los Doce, el Santo Padre
ha dedicado la catequesis de esta mañana a Saulo, ''el décimo tercer apóstol'', anunciando
que desde hoy, y en las próximas audiencias, reflexionará sobre una serie de ''hombres
y también de mujeres que dieron su vida por el Evangelio y por el Señor''.
Contando
brevemente la vida de Saulo, nacido entre Anatolia y Siria, hebreo de la diáspora
llegado a Jerusalén para estudiar la ley mosaica, perseguidor de los cristianos y
luego fulgurado por la luz de Cristo, el Papa lo ha definido ''estrella de primera
magnitud en la historia de la iglesia y no solo de aquella de los orígenes''. Fue
definido por el Crisóstomo ''superior a los ángeles y los arcángeles'' y por Dante
Alighieri en la Divina comedia ''vaso di elezione”, que significa - ha explicado el
Papa - instrumento elegido por Dios''.
El Papa ha recordado que Pablo, mientras
estudiaba la ley mosaica aprendió el oficio de constructor de tiendas y así pudo “proveer
personalmente a su propio sostenimiento, sin ser un peso para las iglesias''. Fue
decisivo para él, ha explicado Benedicto XVI, ''conocer las comunidades de los que
se profesaban discípulos de Jesús, al que venía reconocida la remisión de los pecados”.
Como judío Saulo consideraba este mensaje inaceptable y escandaloso y por eso se sintió
en el deber de perseguir a los cristianos también fuera de Jerusalén.
Pero
en el camino de Damasco ''fue fulminado por Cristo. La luz del resucitado -ha dicho
el Papa - lo tocó y cambió toda su vida”. El mismo habla no sólo de visión, sino sobre
todo de iluminación y de vocación. “Apóstol por vocación” se define explícitamente,
o por voluntad de Dios, su conversión fue fruto de un acto divino, de una imprevisible
gracia divina”.
La primera enseñanza de la vida de Pablo fue “poner a Cristo
en el centro”. ''Otra cosa - ha añadido el Papa – fue el carácter universal de su
apostolado: la salvación es ofrecida a todos los hombres, sin excepción, es el anuncio
de gracia al hombre destinado a reconciliarse con Dio y con los otros hombres, no
concierne solo a los judíos, sino que concierne a todos, porque Dios es el Dios de
todos.’’
Recordada la pasión de Pablo difundiendo el Evangelio en cualquier
parte del mundo entonces conocido, el Papa ha citado también los sufrimientos y las
persecuciones, hasta el martirio. ''No habría podido afrontar pruebas tan duras -ha
comentado- si no hubiera tenido una razón de valor Absoluto: Jesucristo''.
Este
ha sido el resumen que de su catequesis ha hecho el Santo Padre en español para los
peregrinos de nuestra lengua presentes en la audiencia:
Queridos
hermanos y hermanas: Con Pablo de Tarso iniciamos unas catequesis sobre
otros personajes importantes de la Iglesia primitiva, que también dieron su vida por
el Señor. Pablo estudió la ley mosaica en Jerusalén con el gran Rabino Gamaliel. Persiguió
a los discípulos de Jesús, pues como judío celoso no aceptaba que tuvieran como núcleo
de la nueva fe la persona de Cristo en lugar de la Ley de Dios. En el camino hacia
Damasco, y tocado por la gracia divina, Saulo se convirtió poniendo a partir de entonces
todas sus energías al servicio exclusivo de Jesucristo y del Evangelio. De Pablo aprendemos
que la persona Jesús ha de ser el centro de la vida del cristiano. Así mismo tiempo,
el Apóstol anuncia que en Cristo muerto y resucitado Dios ofrece la salvación a todos
los hombres sin distinción. Partiendo de Antioquia, realizó varios viajes apostólicos,
y en la carta a los Romanos expresa su deseo de llegar hasta España. En su apostolado
afrontó con valentía muchas situaciones difíciles, hasta derramar su sangre aquí en
Roma como supremo testimonio de amor a Cristo.
Me
es grato saludar a los visitantes de lengua española, en particular a los sacerdotes
latinoamericanos del curso de Espiritualidad y Animación Misionera, al grupo de Alianza
de amor con el Sagrado Corazón de Jesús, a la peregrinación de la parroquia Santa
Teresa del Niño Jesús, de Barcelona, y a la Adoración Nocturna de Villacarrillo, Jaén.
Saludo también a los demás grupos parroquiales y asociaciones, así como a los peregrinos
de México y del Perú. Os invito a seguir las enseñanzas de san Pablo: que el amor
de Cristo nos impulse siempre a vivir no ya para nosotros mismos sino para Él que
por nosotros murió y resucitó. ¡Que el Señor os bendiga a todos!
Antes
de finalizar la audiencia el Santo Padre ha saludado a los jóvenes a los enfermos
y a los recién casados. La liturgia de ayer, ha recordado Benedicto XVI, nos recordó
al Obispo San Antonio María Claret, que trabajó con gran empeño por la salvación de
las almas. Que su glorioso testimonio evangélico os sostenga a vosotros, queridos
jóvenes, en el esfuerzo cotidiano de fidelidad a Cristo: os anime a vosotros, queridos
enfermos, a seguir siempre a Jesús en el camino de la prueba y del sufrimiento; y
que a vosotros, recién casados, a hacer de vuestra familia un lugar de encuentro con
Dios y con los hermanos.