El Papa pide a los cristianos que anuncien con vigor y alegría, la muerte y resurrección
de Cristo, porque sólo él puede responder a los interrogantes más inquietantes sobre
el dolor, la injusticia y el mal, la muerte y el más allá
Viernes, 20 oct (RV).- Benedicto XVI hacía ayer por la tarde, en el estadio de Verona,
un llamamiento a los cristianos para que "anuncien con vigor y alegría el evento de
la muerte y resurrección de Cristo". Porque "la noticia de que Cristo ha resucitado
–subrayó el Papa- nos asegura que ninguna fuerza adversaria podrá destruir la Iglesia"
y que "sólo Cristo puede satisfacer plenamente las esperanzas más profundas del corazón
humano y responder a los interrogantes más inquietantes sobre el dolor, la injusticia
y el mal, la muerte y el más allá". “El corazón de cada evento eclesial es la
eucarística, en la cual Cristo Señor, nos convoca, nos habla, nos nutre, nos envía”.
Con estas palabras iniciaba su homilía el Santo Padre, en el estadio de Bentegodi
de Verona, durante la celebración eucarística con motivo del IV Congreso Eclesial
Nacional italiano. El Pontífice saludó a la multitud de fieles reunidos en el estadio,
y en especial, a los más de 2 mil 700 delegados de todas las diócesis italianas, encabezados
por el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Cardenal Camilo Ruini y el
Obispo de Verona, Mons. Flavio Roberto Carraro, así como los miembros del Comité
organizador del encuentro y las autoridades civiles presentes en la celebración.
Partiendo
del tema del encuentro “Testigos de Jesús Resucitado, esperanza del mundo”, Benedicto
XVI reflexionó sobre como la resurrección de Cristo es “el evento que ha regenerado
en los creyentes una esperanza viva”. El Papa subrayó que mediante la resurrección
de su Hijo, Dios, nos ha regenerado y, en la fe, nos ha donado una esperanza invencible
en la vida eterna, para que vivamos en el presente siempre inclinados hacia la meta
que es el encuentro final con nuestro Señor y Salvador. “Fuertes en esta esperanza
– dijo el Pontífice- no tenemos miedo a las pruebas, las cuales, por muy dolorosas
y pesadas que sean, nunca pueden obstaculizar la alegría profunda que se deriva del
amor de Dios”. “Su amor nos basta” dijo el Papa repitiendo palabras del apóstol Pedro,
y en medio de intensos aplausos continuó diciendo.
“De la fuerza de este amor,
de la sólida fe en la resurrección de Jesús que infunde la esperanza, nace y constantemente
se renueva nuestro testimonio cristiano. Es allí donde se radica nuestro credo, el
símbolo de fe al cual se refiere la oración inicial y que continúa inalterado alimentando
al Pueblo de Dios”.
El Santo Padre subrayó que “el misterio de la resurrección
del Hijo de Dios, que, desde el cielo junto al Padre, ha difundido sobre nosotros
el Espíritu Santo, nos hace abrazar con una sola mirada a Cristo y a la Iglesia: el
Resucitado y los resucitados. Benedicto XVI explicó que así ocurrió con la primera
comunidad apostólica. De hecho, desde el día de Pentecostés, la luz del Señor resucitado
transfiguró la vida de los Apóstoles. Ellos, ya tenían la percepción clara de no ser
simplemente discípulos de una doctrina nueva e interesante, sino testigos elegidos
y responsables de una revelación a la cual estaba ligada la salvación de sus contemporáneos
y de todas las futuras generaciones.
Tras explicar que la fe pascual, el ardor
de los corazones y el celo extraordinario de esos apóstoles fue lo que les permitió
enfrentar cada dificultad e incluso la muerte, el Papa preguntó –siendo nosotros los
herederos de estos testimonios victoriosos-, ¿que es de nuestra fe?; ¿en qué medida
sabemos comunicarla? “La certeza de que Cristo resucitó –puntualizó el Pontífice-
nos asegura que ninguna fuerza adversa podrá destruir a la Iglesia. Nos anima también
la conciencia de que sólo Cristo puede plenamente satisfacer las expectativas profundas
del corazón humano y responder a los interrogantes más inquietantes sobre el dolor,
la injusticia y el mal, sobre la muerte y el más allá”.
“Entonces, dijo Benedicto
XVI es necesario que esta fe se convierta en vida y que cada cristiano se transforme
en testigo capaz y listo a asumir el compromiso de dar cuenta a todos y siempre de
la esperanza que lo anima”. Para esto, añadió el Papa- es necesario regresar a anunciar
con vigor y con alegría, el evento de la muerte y resurrección de Cristo, corazón
del Cristianismo.
“Solo de Dios puede venir el cambio decisivo del mundo.
Solo a partir de la resurrección se comprende la verdadera naturaleza de la Iglesia
y de su testimonio, que no es solo una parte del misterio pascual, sino más bien,
es fruto, manifestación y actuación por parte de cuantos, recibiendo al Espíritu Santo,
son enviados por Cristo para proseguir su misma misión”.
El Santo Padre concluyó
su homilía expresando su deseo para que la iglesia en Italia pueda resurgir de este
Congreso como impulsada por la palabra del Señor resucitado que repite a todos y a
cada uno: sean en el mundo de hoy, testigos de mi pasión y de mi resurrección. “En
un mundo que cambia –afirmó el Papa- el Evangelio no cambia. La Buena Nueva siempre
es la misma: Cristo ha muerto y ha resucitado por nuestra salvación.