Viernes, 22 sep (RV).- Podríamos decirlo de otra forma: un tema de profundo calado
filosófico, político, social y religioso, titular en los periódicos. Pocas veces la
información general de los medios de comunicación han prestando tanta atención a un
problema tan profundo. Noticias importantes, mucho más importantes que ésta, hacen
de primera página. Pero lo curioso en este caso es que el tema de primera página sea
la conferencia de un profesor en una universidad. Lógicamente nos estamos refiriendo
al Discurso que Benedicto XVI pronunció el pasado 12 de Septiembre en la universidad
Ratisbona.
Hemos de reconocer que el Papa, los Papas, han ocupado en muchas
circunstancias, las primeras páginas de los diarios, pero nunca, ni por extensión
geográfica ni por razón de interés universal, una noticia ha sin tan difundida como
ésta. A esta noticia vamos a dedicar nuestro espacio “En Camino” de este viernes,
22 de Septiembre, en Radio Vaticano.
En una primera aproximación a la noticia,
podríamos decir que no sabemos si esto ha sucedido así desgraciada o providencialmente.
Digo lo de “desgraciadamente” porque, como el mismo Papa ha dicho, está “profundamente
afligido porque sus palabras han podido herir a la sensibilidad de los creyentes musulmanes,
no siendo esa su intención”. Pero digo también lo de providencialmente, porque se
trata de unas palabras, de una reflexión, que el mundo contemporáneo está necesitando
como la lluvia para los campos. Es un discurso no sólo necesario, sino urgente, apremiante.
Hemos de despertar de un letargo de sociedad de bienestar que no quiere tomarse en
serio a sí misma y reniega de su propia identidad.
Decía el Papa en el Ángelus
del domingo 17 de Setiembre: “En este momento deseo solo añadir que me siento
muy afligido ante las reacciones suscitadas por un breve pasaje de mi discurso en
la Universidad de Ratisbona, considerado ofensivo para la sensibilidad de los creyentes
musulmanes, mientras se trataba de una cita de un texto medieval, que no expresa de
ninguna manera mi pensamiento personal. Ayer el cardenal secretario de estado ha hecho
pública, con este propósito, una declaración en la que explicaba el auténtico significado
de mis palabras. Espero que esto sirva para aplacar los ánimos y aclarar el verdadero
significado de mi discurso, el cual en su totalidad era una invitación al diálogo
franco y sincero, con gran respeto recíproco”.
Las palabras del Papa en Ratisbona
no fueron entendidas; en algún caso porque un periodista no entiende los términos
de una lección magistral de universidad, y en otros porque no han querido ser entendidas,
o no se acepta esa verdad fundamental que hay que decir: que Dios y lo inhumano no
son compatibles. La reflexión que ha hecho Benedicto XVI ha sido sobre la profunda
relación que hay entre fe y razón. El Papa ha afirmado que la violencia es contraria
a Dios y al amor, y nunca puede ser justificada por motivos religiosos o ideológicos.
Después de la tempestad provocada por quien no han entendido, o no han aceptado,
este mensaje, el Santo Padre se volvió a manifestar en la Audiencia del miércoles
día 20, invitando al diálogo de la fe cristiana con el mundo moderno y al diálogo
de todas las culturas y religiones, y confía que, superadas las reacciones del primer
momento, sus palabras puedan constituir un estímulo para un diálogo positivo y de
autocrítica entre las distintas confesiones de fe y el cristianismo.
Sigue
diciendo el Santo Padre: “Para introducir al auditorio en el dramatismo y en la
actualidad del tema, he citado algunas palabras de un diálogo cristiano-islámico del
siglo XIV, con las que el interlocutor cristiano, el emperador bizantino Manuel II
Paleólogo, de forma incomprensiblemente brusca para nosotros, presentó al interlocutor
islámico el problema de la relación entre religión y violencia. Esta frase ha podido
prestarse a malentendidos. Sin embargo, para un lector atento de mi texto resulta
claro que no pretendía hacer mías las palabras negativas pronunciadas por el interlocutor
medieval en este diálogo y que su contenido polémico no expresa mi convicción personal.
Mi intención era bien diversa: partiendo de lo que Manuel II dice seguidamente
de forma positiva, con una palabra muy bella, acerca de la razonabilidad que debe
guiar en la transmisión de la fe, quería explicar que religión y violencia no van
juntas, sino más bien lo que va unido es religión y razón. El tema de mi conferencia
–respondiendo a la misión de la Universidad- fue por tanto la relación entre fe y
razón: quería invitar al dialogo de la fe cristiana con el mundo moderno y al dialogo
de todas las culturas y religiones”.
El verdadero pensamiento del Papa respecto
a este tema no se limita a al discurso de Ratisbona. El Papa, los Papas, mantienen
posiciones coherentes a lo largo de sus mensajes. El mensaje de los Papas tiene continuidad
a lo largo de la enseñanza de la Iglesia. Por ejemplo, aunque la doctrina social de
León XIII, se promulgara en el siglo XIX , Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto
XVI continúan con la misma base y línea doctrinal. Los tiempos cambian, pero la dignidad
del trabajo y la defensa del trabajador seguirá siendo un valor permanente.
En
esta misma línea de continuidad se ha manifestado el Papa en Ratisbona. Lo que dijo
en su discurso sobre el diálogo entre religiones y culturas lo había dicho ante los
representantes de algunas comunidades musulmanas en Colonia, el 20 de agosto de 2005.
Lo mismo que había proclamado del Concilio Vaticano II en su Declaración (Nostra Aetate,
n. 3) sobre las “Relaciones de la Iglesia con las Religiones no cristianas”, en el
año 1965.
Y la misma intención declarativa se desprende también de cuando
en Munich, con gran respeto por las grandes religiones del mundo, también por los
musulmanes - que “adoran a un único Dios”-, subrayaba la importancia de respetar lo
sagrado y la importancia del diálogo interreligioso y la colaboración común en favor
del bien común, la justicia social y los valores morales. Son las mismas palabras
del Papa en la Audiencia General del pasado miércoles: “Espero que en las diversas
ocasiones de mi visita –por ejemplo cuando en Munich he subrayado la importancia de
respetar todo aquello que para los otros sea sagrado- haya aparecido con claridad
mi respeto profundo por las grandes religiones y, en particular, por los musulmanes,
que “adoran al único Dios” y con los que estamos empeñados en “defender y promover
juntos, para todos los hombres, la justicia social, los valores morales, la paz y
la libertad. Confío, por tanto, que después de las reacciones del primer momento,
mis palabras en la Universidad de Ratisbona puedan constituir un estímulo y un impulso
para un diálogo positivo y de autocrítica entre las distintas confesiones de fe y
el cristianismo y entre la razón moderna y la fe de los cristianos”. Si estas fueron
las palabras clarificadoras del mismo Papa, autor del extraordinario discurso de Ratisbona,
no fue menos explícita la declaración del nuevo Secretario de Estado Cardenal Tarsicio
Bertone el sábado 16 de Septiembre:
“La posición del Papa sobre el Islam está
sin lugar a dudas expresada en el documento del Concilio Vaticano II Nostra Aetate:
«La Iglesia mira con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y
subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que
habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma
como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran
a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios; honran a María, su Madre virginal,
y a veces también la invocan devotamente. Esperan, además, el día del juicio, cuando
Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por ello, aprecian además el día
del juicio, cuando Dios remunerará a todos los hombres resucitados. Por tanto, aprecian
la vida moral, y honran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno»
(n. 3). …/… Por lo que se refiere al juicio del emperador bizantino Manuel II Paleólogo,
citado por él en el discurso de Ratisbona, el Santo Padre no pretendía ni pretende
de ningún modo asumirlo, sólo lo ha utilizado como una oportunidad para desarrollar
en un contexto académico y según resulta de una atenta lectura del texto, algunas
reflexiones sobre el tema de la relación entre religión y violencia en general y concluir
con un claro y radical rechazo de la motivación religiosa de la violencia, independientemente
de donde proceda. Vale la pena recordar lo que el mismo Benedicto XVI afirmó recientemente
en el mensaje conmemorativo del vigésimo aniversario del encuentro interreligioso
de oración por la paz convocado por su predecesor Juan Pablo II en Asís, en octubre
de 1986: «Las manifestaciones de violencia no pueden atribuirse a la religión en cuanto
tal, sino a los límites culturales con las que se vive y desarrolla en el tiempo…
De hecho, testimonios del íntimo lazo que se da entre la relación con Dios y la ética
del amor se registran en todas las grandes tradiciones religiosas».
Por tanto,
el Santo Padre está profundamente disgustado por el hecho de que algunos pasajes de
su discurso hayan podido parecer ofensivos para la sensibilidad de creyentes musulmanes
y hayan sido interpretados de una manera que no corresponde de ninguna manera a sus
intenciones. Por otra parte, ante la ferviente religiosidad de los creyentes musulmanes
ha advertido a la cultura occidental secularizada para que evite «el desprecio de
Dios y el cinismo que considera la ridiculización de lo sagrado como un derecho de
la libertad». Al confirmar su respeto y estima por quienes profesan el Islam,
el Papa desea que se les ayude a comprender en su justo sentido sus palabras para
que, una vez superado este momento difícil, se refuerce el testimonio en el «único
Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y
de la tierra, que habló a los hombres» y la colaboración para promover y defender
«unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los
hombres» (Nostra Aetate, n. 3)”.
El Director de la Oficina de Prensa y Portavoz
de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, el viernes 15, un día después de la vuelta
a Roma del Santo Padre de su viaje a Alemania, hubo de salir al paso de las primeras
reacciones, y las primeras críticas, sobre todo cuando a penas había habido tiempo
siquiera para leer el discurso: «A propósito de las reacciones de exponentes musulmanes
acerca de algunos pasajes del Discurso del Santo Padre en la Universidad de Ratisbona,
es oportuno destacar que –por cuanto resulta de una atenta lectura del texto- lo que
lleva en el corazón el Papa es un claro y radical rechazo de la motivación religiosa
de la violencia. No estaba en las intenciones del Santo Padre desarrollar un estudio
profundizado sobre la yihad y sobre el pensamiento musulmán, y mucho menos la de ofender
la sensibilidad de los creyentes musulmanes. Es clara por tanto, la voluntad del Santo
Padre de cultivar una actitud de respeto y de diálogo con las otras religiones y culturas,
y evidentemente también con el Islam».
Hemos analizado, hasta ahora, únicamente
el aspecto conflictivo del discurso del Papa en Ratisbona, por lo que se refiere a
si el Papa ha podido herir la sensibilidad de los creyentes musulmanes. Ha quedado
claro que nada más lejos de la voluntad del Obispo de Roma. Pero, hemos de preguntarnos:
¿si este fue un tema marginal del discurso, cuál era el centro, lo nuclear de la tesis
de Benedicto XVI?
Prácticamente todos los que han leído el discurso, incluidos
jefes de gobierno o editorialistas de grandes periódicos confesionalmente laicos,
coinciden en una idea, y es la siguiente: Benedicto XVI se centró en la urgente necesidad
de un verdadero diálogo entre culturas y religiones. Y en este sentido señaló la contraposición
existente ente el mundo occidental, donde predomina ampliamente la opinión de que
“sólo la razón positivista y las formas de filosofía derivadas de ella son universales”,
y las culturas profundamente religiosas que ven “en esta exclusión de lo divino de
la universalidad de la razón, como un ataque a sus convicciones más profundas”.
Lo
dice con toda claridad en las conclusiones del discurso: “Las culturas profundamente
religiosas del mundo ven en la exclusión de lo divino de la universalidad de la razón
un ataque a sus convicciones más íntimas. Una razón que está sorda ante lo divino
y que rechaza la religión en el ámbito de las subculturas es incapaz de insertarse
en el diálogo de las culturas”.
En un tono muy profundo, el Santo Padre había
justificado antes por qué el verdadero enemigo de las grandes religiones de la humanidad,
incluida la religión islámica, es la razón positivista, el racionalismo científico,
incapaz de comprender al hombre y proteger su dignidad. Había dicho Benedicto XVI:
“la moderna razón, propia de las ciencias naturales, debe aceptar la estructura racional
de la materia, y la correspondencia entre nuestro espíritu y las estructuras racionales
que actúan en la naturaleza como un dato de hecho”. Es decir, junto a la razón humana,
que es un bien de riquísimas posibilidades para el desarrollo y el bienestar de la
humanidad, hay una razón, un “logos” que da sentido y plenitud a nuestro trabajo como
hombres, y que no es abarcable por el pensamiento humano. Y el Papa nos ha dicho que:
“Es a este gran logos, a esta vastedad de la razón, a la que invitamos en el dialogo
de las culturas a nuestros interlocutores. Reencontrarla nosotros mismos siempre de
nuevo, es la gran tarea de la universidad”.
Decíamos que prácticamente todos
los que han leído el discurso, incluidos editorialistas de grandes periódicos confesionalmente
laicos, coinciden en que el discurso del Papa se centra en la denuncia de una idea,
la idea que parece regir el comportamiento del mundo desarrollado, y es que, para
este mundo que llamamos occidental:“sólo la razón positivista y las formas de filosofía
derivadas de ella son universales”. Este es el verdadero error del que avisa el Papa.
Y
así lo dice, por ejemplo, el editorialista del Wall Street Journal, en su edición
europea de antes de ayer, 19 de septiembre, que titula: “Un 'Papa Provocador'”, y
desarrolla la idea de que el Papa pretendía provocar la pregunta a por qué los cristianos
han abandonado los confines de su fe. Benedicto XVI conserva ‘sus flechas más punzantes
contra un enemigo que es la teología liberal, el racionalismo científico y un así
llamado pluralismo católico. Para argumentar esto utiliza la anécdota del emperador
bizantino que dialoga con el persa de religión islámica, para decir que “Un Occidente
que abandona el diálogo crítico, dentro de su propia identidad, deja de ser Occidente
y se convierte de una manera peculiar en culpable de sus propios errores”, señala
Bret Stephens, en el editorial, firmado para la edición europea del 'Wall Street Journal'.
Esta es la enseñanza del Papa y de esto el Papa no se puede arrepentir y
por tanto no puede pedir disculpa alguna. Este es el tema central de su discurso,
el de la búsqueda de la convergencia entre la fe y la razón, decisiva para caracterizar
eso que puede ser llamado Europa. Una sociedad que no comprende la religión si no
como una forma de irracionalismo subjetivo, no puede confrontarse con otra. Una cristiandad
que voluntariamente se escamotea de la razón no puede tener fe en la bondad de sus
convicciones, por no hablar de su propia verdad –esto, según el editorial del Wall
Street Journal, es la enseñaza del Papa.
Igualmente hemos leído un editorial
del diario español ABC, del sábado 16 de Septiembre, en el que alude a las lúcidas
reflexiones sobre la religión y la libertad del hombre, para proclamar la incompatibilidad
de la violencia y la amenaza, y destaca el profundo humanismo del Santo Padre y de
su compromiso con la libertad individual, condenando el ejercicio de la violencia
en nombre de la fe. Subraya además que el Santo Padre no cometió la injusticia de
reducir el Islam a estereotipos fáciles y partidistas, sino que su discurso es una
propuesta con finalidad decididamente ecuménica.
Concluye el Editorial del
ABC diciendo que los representantes del mundo musulmán, sean religiosos o políticos,
vivan o no en países europeos, tienen que aceptar la libertad de expresión y pensamiento
que rige en las sociedades occidentales y que, en este caso, también ampara al Santo
Padre, representante de una Iglesia sin poder político, carente de cualquier derecho
en muchos países musulmanes y difusor de una doctrina ecuménica que los musulmanes
deberían apreciar como una oportunidad de mutuo aprecio y no como un nuevo pretexto
para reavivar sentimientos hostiles.
Las reacciones positivas al discurso del
Santo Padre se han multiplicado entre partidos políticos, pensadores, editorialistas
y grupos o asociaciones por la libertad de expresión y pensamiento. Es curioso por
ejemplo el manifiesto de un grupo italiano, Centouno, adherido a partidos y círculos
laicos, liberales y socialistas y que hace profesión de ser laico y liberal, cuyo
empeño es relanzar los valores e la laicidad, la separación del Estado de la Iglesia,
la libertad de pensamiento frente a cualquier forma de integrismo, dictaduras teocráticas,
y fanatismo, ha expresado su solidaridad con el Papa Benedicto XVI “para defender
su derecho a manifestar el propio pensamiento y con más razón en un foro de investigación
universitaria”.
Y junto a editoriales y columnas en periódicos de prestigio,
o grupos independientes por los derechos de los ciudadanos, también hay que destacar
las comunicaciones de estos ciudadanos particulares, como los que han escrito a nuestra
redacción de Radio Vaticano. Esta vez se trata de un mensaje dirigido al Santo Padre: “Santidad:
es fácil imaginar los angustiosos momentos por los que Su Santidad está pasando, y
ver cómo una acción totalmente amistosa y con clarísima voluntad de paz y conciliación,
no se ha aceptado como tal. Deseo, con toda humildad, hacerle llegar mi solidaridad,
y decirle que encuentro en sus palabras una auténtica revolución humanística, y que,
gracias a la Providencia, conseguirá un afianzamiento del mundo de los valores religiosos
y humanos. Que esta incipiente revolución, con la ayuda de la Providencia, conduzca
a la humanidad a conocerse mejor y corregir las grandes diferencias entre los hombres,
las culturas y las religiones”.