Escuchar el programa Viernes, 15 sep
(RV).- Hoy reflexionaremos brevemente sobre la igualdad entre las parejas. Generalmente
los hombres y las mujeres deseamos estar satisfechos con lo que somos, expresar sinceramente
lo que pensamos, sentimos o deseamos, dar apoyo a la familia y a la persona que hemos
escogido como pareja y, desde luego, ser autónomos económicamente. Cuando logramos
esto, nuestra autoestima está bien y decimos que hemos logrado nuestros sueños.
Sin
embargo, no todo ello es así, como lo señala María Antonieta Solórzano, terapista
de pareja en un reciente artículo publicado en un semanario colombiano, en las últimas
tres generaciones, han cambiado las expectativas de los hombres y de las mujeres en
cuanto a la manera de cumplir con las funciones de ser conductores y protectores del
hogar. Estos cambios afectan no solamente la estructura de la relación de pareja,
sino también los criterios que usamos para sentirnos satisfechos Y es que cada
vez más encontramos nuevos y diferentes roles al interior de la pareja y del hogar,
por ejemplo son muchas las mujeres que pueden hacerse cargo de su bienestar económico,
independientes e incluso son muchas las mujeres que hoy en día tienen bajo su obligación
en la organización del hogar la manutención económica de la familia, mientras sus
esposos están al frente de las obligaciones domésticas del hogar. Además, ya algunos
esposos reconocen las necesidades de sus cónyuges y así, expresar el afecto y la ternura
vinculados a la paternidad, forman parte de su autoestima.
Sin duda estos cambios
responden a muchos factores, las dificultades laborales, el ascenso social de la mujer
a nuevos roles, las nuevas sensibilidades y responsabilidades en el tema de la paternidad
que hacen que dichos cambios sean naturales para las familias modernas. El problema
es que muchos sectores de la sociedad aún no están preparados para los cambios, los
esquemas tradicionales en los que se ha definido la masculinidad y la feminidad, los
roles familiares tienen todavía una fuerte presencia en el ámbito social. Para que
cada acto del diario vivir sea satisfactorio, se necesita tener una sólida autoestima,
es decir, que nuestro amor propio no se modifique en función de las expectativas externas.
Lo
reconocido socialmente en el caso de las mujeres es que tienen derecho a ser sostenidas:
su autoestima no se lesiona con la dependencia. Por el contrario, en la mayoría de
los hombres su autoestima pide que sean productivos económicamente: se lesionan emocionalmente
al verse en la condición de ser mantenidos por la esposa. Nuestras tradiciones
nos invitan a ver en un hombre ambicioso un ser admirable y, en uno que dependa económicamente
o que reciba menos ingresos que su esposa, un ser de segunda. Incluso puede ser mal
visto o ser mirado con lástima. En algunos casos se le muestra un abierto desprecio
y se le dice, peyorativamente, que es un interesado o mantenido.
No cabe duda
que este cambio en los roles entre la pareja y al interior de las familia, todavía
produce ansiedad e inquietudes, elementos que en muchas ocasiones generan mayores
tensiones al interior de la relación de pareja y al interior del hogar. La sociedad
actual ofrece algunas oportunidades para que una pareja se construya con nuevas reglas.
Lo importante es verificar si la autoestima de las personas les permite manejar las
miradas de los demás.
Para todo ser humano es crucial poder sentir que su destino,
en lo sencillo y en lo complejo, está en sus propias manos y encargarse de sus necesidades
económicas de una manera apropiada, pues esto justamente forma parte de su dignidad.
Lo deseable, como señala María Antonieta Solórzano en su artículo, es que las relaciones
de pareja del futuro tengan otros acuerdos, que el destino de cada uno esté en sus
propias manos; que el mutuo apoyo y respeto entre las parejas construyan las bases
para una sólida autoestima personal y, en consecuencia, la familia reconozca que el
amor tiene que ver con la igualdad y la equidad.