2006-09-13 14:49:51

Vísperas ecuménicas: "en un mundo lleno de confusión", el Papa exhorta a los cristianos a "dar testimonio de Cristo a través de un determinado modo de vivir"


Martes, 12 sep (RV).- El Papa ha afirmado, esta tarde, que “ser testigos de Jesucristo significa sobre todo dar testimonio de un determinado modo de vivir. En un mundo lleno de confusión, nosotros debemos dar nuevamente testimonio de las orientaciones que hacen de la vida una verdadera vida”. En la catedral de Ratisbona, donde mantuvo un encuentro ecuménico con representantes de las iglesias luteranas y ortodoxas de Baviera y con miembros de la comisión ecuménica de la Conferencia Episcopal Alemana Benedicto XVI ha afirmado que Cristo es el único Dios y se ha lamentado de que en los encuentros multireligiosos los cristianos caen fácilmente en la tentación de "atenuar un poco esa confesión central o incluso de esconderla y con ello no se hace un servicio al encuentro ni al diálogo. Con ello sólo hacemos a Dios menos accesible, para los demás y para nosotros mismos".

La catedral de Ratisbona es conocida en el mundo por su coro de voces blancas Domspatzen, fundado hace más de mil años. El coro realiza numerosas giras; recientemente estuvo también en el Vaticano.  Durante 20 años el hermano del Papa dirigió el coro y ahora es director emérito.

El padre Federico Lombardi en calidad de portavoz de la Santa sede, comunicó a los periodistas que una delegación hebrea encontró al Papa antes de la celebración ecuménica de las Vísperas. La delegación fue guiada por el mayor exponente del judaísmo en Baviera, el señor Schuster. El cortejo llegó cerca de la catedral delante del ingreso lateral de la pequeña iglesia de San Ulrich, en cuyo interno se formó una procesión donde participaron los representantes de las iglesias evangélicas y ortodoxa. El rector de la iglesia de san Ulrich, y el presidente de la comunidad judía de Baviera, acogieron al Papa. En una ceremonia completamente ecuménica, los ortodoxos cantaron el himno luz gloriosa, mientras se encendieron las velas del altar, elemento que retoma el rito del Lucernario de la liturgia ortodoxa. La oración final se tomó del formulario de la Unidad de los cristianos.

El imán de Lipsia al este de  Alemania, Hassan Dabbagh elogió abiertamente la voluntad  de diálogo con la otras religiones  expresada por el Papa en esta visita pastoral. “El Papa tiene una posición que provoca esperanza en nosotros los musulmanes” ha dicho el Imán hoy al cotidiano de Ratisbona, Mittelbayerische Zeitung.

En su discurso, el Papa recordó que el corazón de esta liturgia son los salmos, en los cuales confluyen la antigua y la nueva alianza y nuestra oración se une a la de Israel creyente que vive en la esperanza. También expresó su alegría de ver rostros familiares y de encontrar viejas amistades. También recordó el próximo evento en Belgrado sobre el diálogo teológico con el tema fundamental de la Koinonia en las dos dimensiones que en la primera lectura de Juan nos indica desde el inicio en el primer capítulo.

Nuestra Koinonia es sobre todo la comunión con el Padre y con el Hijo su Jesucristo en el Espíritu Santo, es la comunión con el mismo Dios Trino, hecha posible por el Señor  mediante su encarnación y la efusión del Espíritu. También saludó a amigos de las varias tradiciones de la Reforma, y en este contexto recordó a sus amigos del círculo Jager Stahlin, casi todos fallecidos. Y mencionó el esfuerzo realizado en la fatigosa búsqueda para encontrar el consenso sobre la justificación.

“El consenso sobre la justificación – dijo el Papa- sigue siendo un gran compromiso para nosotros, aunque en realidad aún no se ha cumplido: en la teología la justificación es un tema esencial, pero en la vida de los fieles –me parece- apenas está presente... Tras esta debilitación del tema de la justificación y del perdón de los pecados, en definitiva se encuentra un debilitamiento de nuestra relación con Dios. Por esto, nuestra primera tarea será quizá la de redescubrir de forma nueva al Dios viviente en nuestra vida”.

En este mismo contexto Benedicto XVI ha advertido que “en la época de los encuentros multireligiosos” los cristianos caen fácilmente en la tentación de atenuar un poco la “confesión central o incluso de esconderla y con ello no se hace un servicio al encuentro ni al diálogo. Con ello sólo hacemos a Dios menos accesibles, para los demás y para nosotros mismos".

Documento completo:Vísperas Ecuménicas

¡Queridos hermanos y hermanas en Cristo!

Nos hemos reunido aquí –cristianos ortodoxos, católicos y protestantes– para cantar juntos la alabanza vespertina a Dios. El corazón de esta liturgia son los salmos, en los que confluyen la Antigua y la Nueva Alianza, y nuestra oración se une al Israel creyente que vive en la esperanza. Esta es una hora de gratitud para que podamos así orar juntos, y en este nuestro dirigirnos al Señor, podamos también entre nosotros crecer contemporáneamente en la unidad.

Entre los participantes a estas Vísperas quisiera saludar cordialmente a los representantes de la Iglesia ortodoxa. Siempre he considerado un gran don de la Providencia el hecho de que, como profesor en Bonn, he tenido posibilidad de conocer y de amar la Iglesia ortodoxa, por así decirlo, personalmente, en las personas de dos jóvenes Archimandritas, convertidos luego en Metropolitanos, Stylianos Harkianakis y Damaskinos Papandreou. En Ratisbona, gracias a las iniciativas del Obispo Graber, se agregaron ulteriores encuentros: los Simposios "Spindlhof", y con los becarios que han estudiado aquí. Me alegra poder volver a ver algún rostro que me es familiar y de encontrar antiguas amistades. Dentro de pocos días se retomará en Belgrado el diálogo teológico sobre el tema fundamental de la koinonia, en las dos dimensiones que la Primera Carta de Juan nos indica inmediatamente al inicio del primer capítulo. Nuestra koinonia es sobre todo comunión con el Padre y con su hijo Jesucristo en el Espíritu Santo; es la comunión con el Dios uno y Trino, hecha posible por el Señor mediante su encarnación y la efusión del Espíritu. Esta comunión con Dios crea a su vez la koinonia entre los hombres, como participación en la fe de los Apóstoles, y así como comunión en la fe, una comunión que en la Eucaristía se vuelve "corpórea", en “encarna”, edificando la única Iglesia que se expande más allá de todos los confines (1 Jn 1,3). Espero y ruego que estos coloquios produzcan frutos, y que la comunión con el Dios viviente que nos une -como la comunión entre nosotros en la fe transmitida por los Apóstoles- se profundice y madure hasta alcanzar aquella unidad plena, en la que el mundo pueda reconocer que Jesucristo es verdaderamente el enviado de Dios, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo (Jn 17,21). "Para que el mundo crea" es necesario que nosotros seamos una cosa sola: la seriedad de este compromiso debe animar nuestro diálogo.

Saludo cordialmente también a los amigos de las varias tradiciones que surgen de la Reforma. En este contexto se despiertan muchos recuerdos en mí: recuerdos de amigos del círculo Jäger-Stählin, que ya han fallecido; con estas remembranzas se mezcla la gratitud por los encuentros de estas horas. Obviamente, pienso en particular al compromiso de fatigosa búsqueda para encontrar el consenso acerca la doctrina de la Justificación. Recuerdo todas las fases de aquel proceso, hasta el memorable encuentro con el difunto obispo Hanselmann aquí en Ratisbona, un encuentro que contribuyó de manera esencial al logro de las conclusiones propuestas. Me complazco que mientras tanto, también el "Consejo mundial de las Iglesias metodistas" se haya adherido a tal Declaración. El acuerdo sobre la justificación continúa siendo para nosotros un gran compromiso, en realidad aún no cumplido en su totalidad: en teología, la justificación es un tema esencial pero, me parece, que en la vida de los creyentes -hoy- apenas está presente. Si bien, a causa de los dramáticos eventos de nuestro tiempo, el tema del perdón recíproco se muestra en toda su urgencia –del hecho que sobre todo nos es necesario el perdón por parte de Dios, la justificación por medio de Él, de esto se es poco consciente. A la conciencia moderna en gran parte, no resulta el que ante Dios tenemos deudas verdaderas, y que el pecado es una realidad que puede ser superada sólo por iniciativa de Dios. Tras este debilitarse del tema de la justificación y del perdón de los pecados, se encuentra en definitiva una debilitación de nuestra relación con Dios. Por esto, nuestro primer deber será quizás aquel de redescubrir de forma renovada al Dios viviente en nuestra vida.

Escuchemos aquello que apenas san Juan nos decía en la lectura bíblica. Quisiera subrayar de manera particular tres afirmaciones de este texto rico y complejo. El tema central de toda la Carta aparece en el versículo 15: "Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios habita en él y él en Dios". Una vez más, como ya antes en los versículos 2 y 3 del cuarto capítulo, Juan resalta la confesión que, en el fondo, nos distingue como cristianos: la fe, o sea, el hecho que Jesús es el Hijo de Dios encarnado "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él nos lo ha contado", se lee al final del prólogo del cuarto Evangelio (Jn 1,18).

Por Jesucristo sabemos quién es Dios: el único que es Dios. Es a través de Él como entramos en contacto con Dios. En la época de los encuentros interreligiosos estamos fácilmente tentados de atenuar de alguna manera esta confesión central o de esconderla. Pero con eso no damos un servicio al encuentro, ni al diálogo. Con eso sólo hacemos a Dios menos accesible para los demás y para nosotros mismos. Es importante que discutamos de manera completa y no sólo fragmentaria sobre nuestra imagen de Dios. Para ser capaces, nuestra comunión personal con Cristo y nuestro amor por Él, debe crecer y profundizarse. En ésta, nuestra común confesión y en éste nuestro común deber, no existe alguna división entre nosotros. Queremos orar, para que esta base común se refuerce cada vez más.

Con esto, nos encontramos ya dentro del segundo argumento que tenía intención de tocar. De eso se habla en el versículo 14, donde se lee: "y hemos visto y damos testimonio que el Padre envió a su Hijo como el Salvador del mundo". La palabra central de esta frase es: damos testimonio, testimoniamos, somos testigos. La confesión debe convertirse en testimonio. La palabra evoca el hecho, que el testigo de Jesucristo debe afirmar su testimonio con su entera existencia, con la vida y con la muerte. El autor de la Carta dice de sí: "Hemos visto". Por que ha visto, él puede dar su testimonio. Presupone que también nosotros –las generaciones siguientes- somos capaces de convertirnos en videntes, con la finalidad de poder, como videntes, dar testimonio. Por tanto, ¡pidamos al Señor el poder ver! Ayudándonos los unos a los otros a desarrollar esta capacidad, para poder hacer videntes también a los hombres de nuestro tiempo, de tal manera que a su vez, a través del mundo por ellos construido, logren redescubrir a Dios. Para que, a través de todas las barreras históricas, puedan nuevamente vislumbrar a Jesús, el Hijo enviado por Dios, en el cual vemos al Padre. En el versículo 9 se dice que Dios ha mandado su Hijo al mundo, para que tengamos vida. ¿No podemos quizás constatar hoy que sólo mediante el encuentro con Jesucristo la vida se convierte verdaderamente en vida? Ser testigo de Jesucristo significa sobre todo ser testimonio de un determinado modo de vivir. En un mundo lleno de confusión, debemos nuevamente dar testimonio de aquellas orientaciones que hacen una vida verdaderamente vida. Esta importante tarea común a todos los creyentes la debemos afrontar con gran decisión: es responsabilidad de los cristianos, en esta hora, de hacer visibles aquellas orientaciones de un justo vivir, que a nosotros se nos aclaran en Jesucristo. El ha asumido en su vida todas las palabras de la Escritura: "¡Escuchadlo!" (Mc 9,7).

Con esto hemos llegado a la tercera palabra que, en esta Lectura, quería resaltar: ágape – amor. Es ésta la palabra guía de toda la Carta y especialmente del párrafo que hemos escuchado. Ágape no significa nada de sentimental y nada de exaltado; es algo totalmente sobrio y real. He tratado de explicaros algo al respecto en mi Encíclica Deus caritas est. El ágape (el amor) es en verdad la síntesis de la Ley y de los Profetas. En esa se ha "desarrollado" todo; un todo que sin embargo en lo cotidiano debe siempre ser "desarrollado". En el versículo 16 de nuestro texto se encuentra la palabra maravillosa: "Conocemos y creemos el amor que Dios nos tiene". ¡Sí, el hombre puede creer en el amor! Testimoniemos nuestra fe de manera tal que aparezca y brille el poder del amor, "para que el mundo crea" (Jn 17,21) ¡Amen!







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