2006-08-30 16:38:35

Cultura y Humanismo: los incendios forestales


Miércoles, 30 ago (RV).: El programa de hoy dedicado a la cultura y al humanismo lo dedicaremos a los incendios forestales. Escuchar el programa: RealAudioMP3


«Que no pongan fuego para quemar los montes,
e más que otra cosa las encinas.
E al que lo fallareis faciendo
que lo echen dentro»

Alfonso X el Sabio (1221-1284)
Tomado de El árbol en la poesía castellana.
Ediciones Tantín, 2001

 
Ya en el siglo XIII Alfonso el Sabio valoró a través de uno de sus escritos la importancia de controlar los incendios de nuestros bosques. La misma preocupación que Juan Pablo II mostró en 2003 cuando a inicios del mes de agosto de ese año varios incendios se cobraron la vida de numerosas especies vegetales y animales en los bosques europeos.

“Vastos incendios se han desarrollado durante estos días en algunas naciones de Europa, con particular intensidad en Portugal, provocando muertes e ingentes daños al ambiente. Se trata de una preocupante emergencia que, alimentada por una sequía persistente y por responsabilidades humanas, pone en peligro el patrimonio ambiental, bien precioso para toda la humanidad”.
Juan Pablo II, Ángelus
10 de agosto de 2003

Este año han sido numerosos los incendios que durante este verano han asolado nuestra geografía, no podemos olvidar las cruentas imágenes de una Galicia devorada por la llamas a principios de este mes de agosto. El pasado año dejó estadísticas espeluznantes en lo que a incendios ser refiere. En nuestro territorio el año pasado casi 200 mil hectáreas de superficie quedaron calcinadas según el Ministerio de Medio Ambiente, a lo que hay que añadir las vidas humanas que se perdieron. En los primeros cinco meses de 2006 se ha producido una situación curiosa porque, si bien la superficie quemada se ha reducido casi a la mitad (comparado con el mismo periodo del año anterior), los grandes incendios, por contra, se han adelantado incluso a la temporada oficial de incendios (del 1 de mayo al 31 de octubre). De hecho el 1 de mayo se iniciaba el tercer incendio que ha superado las 500 hectáreas de superficie.

En 2006 se han producido tres buenas noticias para nuestros bosques: 1)la reforma de la Ley de Montes, por la que se amplía a 30 años la imposibilidad de recalificar un bosque incendiado; 2)la creación de una Fiscalía especial de delitos ecológicos y urbanísticos; y 3)el aumento hasta 95,6 millones de euros, un 16% más que en 2005, de los medios económicos disponibles para actuaciones de prevención y lucha contra incendios forestales.

El fenómeno de los incendios forestales se ha convertido en uno de los mayores problemas ecológicos que sufren nuestros montes debido a la elevada frecuencia e intensidad que ha adquirido en las últimas décadas. El fuego es un elemento natural que forma parte de los fenómenos que modelan el paisaje. Especialmente en los ambientes mediterráneos debemos admitir que el fuego es un incómodo compañero de viaje con el que hay que convivir.  Precisamente, gran parte de nuestra vegetación está adaptada a la acción del fuego, con estrategias rebrotadoras o de germinación tras el incendio.

Pero la actual situación no tiene nada que ver con fenómenos naturales. La intensidad y recurrencia de los incendios forestales está teniendo efectos dramáticos sobre nuestro suelo, con efectos irreversibles en algunos casos. El fuego reiterado provoca una merma en la capacidad de la vegetación para recolonizar el terreno o tapizar el suelo. Las elevadas pendientes aumentan además la erosión generando suelos cada vez menos productivos. Avenidas, inundaciones, colmatación de embalses y desertificación son consecuencia del paso repetido del fuego por nuestros ecosistemas.

La lucha contra los incendios forestales no sólo se centra en la extinción, sino también en la prevención y en una correcta planificación forestal, enmarcada en una buena ordenación del territorio, así como en una concienciación que tiene que llevar a la personas a sentirse responsables de su medio ambiente, a que sepan cuidar de él, por eso, atención cuando se encienda un fuego, o se apague una colilla, porque la naturaleza se nos ha sido donada para que la cuidemos, ¡hagámoslo!.







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