Miércoles, 30 ago (RV).: El programa de hoy dedicado a la cultura y al humanismo lo
dedicaremos a los incendios forestales. Escuchar el programa:
«Que no
pongan fuego para quemar los montes, e más que otra cosa las encinas. E al
que lo fallareis faciendo que lo echen dentro»
Alfonso X el Sabio (1221-1284) Tomado
de El árbol en la poesía castellana. Ediciones Tantín, 2001
Ya
en el siglo XIII Alfonso el Sabio valoró a través de uno de sus escritos la importancia
de controlar los incendios de nuestros bosques. La misma preocupación que Juan Pablo
II mostró en 2003 cuando a inicios del mes de agosto de ese año varios incendios se
cobraron la vida de numerosas especies vegetales y animales en los bosques europeos.
“Vastos
incendios se han desarrollado durante estos días en algunas naciones de Europa, con
particular intensidad en Portugal, provocando muertes e ingentes daños al ambiente.
Se trata de una preocupante emergencia que, alimentada por una sequía persistente
y por responsabilidades humanas, pone en peligro el patrimonio ambiental, bien precioso
para toda la humanidad”. Juan Pablo II, Ángelus 10 de agosto de 2003
Este
año han sido numerosos los incendios que durante este verano han asolado nuestra geografía,
no podemos olvidar las cruentas imágenes de una Galicia devorada por la llamas a principios
de este mes de agosto. El pasado año dejó estadísticas espeluznantes en lo que a incendios
ser refiere. En nuestro territorio el año pasado casi 200 mil hectáreas de superficie
quedaron calcinadas según el Ministerio de Medio Ambiente, a lo que hay que añadir
las vidas humanas que se perdieron. En los primeros cinco meses de 2006 se ha producido
una situación curiosa porque, si bien la superficie quemada se ha reducido casi a
la mitad (comparado con el mismo periodo del año anterior), los grandes incendios,
por contra, se han adelantado incluso a la temporada oficial de incendios (del 1 de
mayo al 31 de octubre). De hecho el 1 de mayo se iniciaba el tercer incendio que ha
superado las 500 hectáreas de superficie.
En 2006 se han producido tres buenas
noticias para nuestros bosques: 1)la reforma de la Ley de Montes, por la que se amplía
a 30 años la imposibilidad de recalificar un bosque incendiado; 2)la creación de una
Fiscalía especial de delitos ecológicos y urbanísticos; y 3)el aumento hasta 95,6
millones de euros, un 16% más que en 2005, de los medios económicos disponibles para
actuaciones de prevención y lucha contra incendios forestales.
El fenómeno
de los incendios forestales se ha convertido en uno de los mayores problemas ecológicos
que sufren nuestros montes debido a la elevada frecuencia e intensidad que ha adquirido
en las últimas décadas. El fuego es un elemento natural que forma parte de los fenómenos
que modelan el paisaje. Especialmente en los ambientes mediterráneos debemos admitir
que el fuego es un incómodo compañero de viaje con el que hay que convivir. Precisamente,
gran parte de nuestra vegetación está adaptada a la acción del fuego, con estrategias
rebrotadoras o de germinación tras el incendio.
Pero la actual situación no
tiene nada que ver con fenómenos naturales. La intensidad y recurrencia de los incendios
forestales está teniendo efectos dramáticos sobre nuestro suelo, con efectos irreversibles
en algunos casos. El fuego reiterado provoca una merma en la capacidad de la vegetación
para recolonizar el terreno o tapizar el suelo. Las elevadas pendientes aumentan además
la erosión generando suelos cada vez menos productivos. Avenidas, inundaciones, colmatación
de embalses y desertificación son consecuencia del paso repetido del fuego por nuestros
ecosistemas.
La lucha contra los incendios forestales no sólo se centra en
la extinción, sino también en la prevención y en una correcta planificación forestal,
enmarcada en una buena ordenación del territorio, así como en una concienciación que
tiene que llevar a la personas a sentirse responsables de su medio ambiente, a que
sepan cuidar de él, por eso, atención cuando se encienda un fuego, o se apague una
colilla, porque la naturaleza se nos ha sido donada para que la cuidemos, ¡hagámoslo!.