Martes, 22 ago (RV).- Hoy celebramos la fiesta de santa María Reina. El título de
Reina se le da a María Santísima desde los primeros siglos como indicación de su preeminencia
y poder que los recibe de aquel que es el Todopoderoso, su hijo, Jesucristo.
Juan
Pablo II, el 23 de julio de 1997, habló sobre la Virgen como Reina del universo. Recordó
que a partir del siglo V, casi el mismo periodo en que el Concilio de Éfeso proclama
a la Virgen Madre de Dios, se comienza a atribuir a María el título de Reina.
El
pueblo Cristiano, con el ulterior reconocimiento de su dignidad excelsa, quiere situarla
por encima de todas las criaturas, exaltando su papel y su importancia en la vida
de cada persona y del mundo entero. La Asunción favorece la plena comunión de María
no solo con Cristo, sino con cada uno de nosotros. Ella está junto a nosotros porque
su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro cotidiano itinerario terreno. Ella
conoce todo lo que sucede en nuestra existencia y nos sostiene con amor materno en
las pruebas de la vida.
Si bien todos reinaremos con Cristo, María Santísima
participa de su reinado de una forma singular y preeminente. Esto significa que Dios
le ha otorgado su poder para reinar sobre todos los hombres, los Ángeles y para vencer
la tentación.
El reinado de María Santísima se caracteriza por la preeminencia,
el poder Real, la inagotable eficacia de intercesión con su Hijo y el Padre y su Reinado
de Amor y Servicio. Pío XII en 1954, instituyó la fiesta Litúrgica del Reinado de
María al coronar a la Virgen en santa María la Mayor en Roma.
Hay quienes rechazan
el reinado de María Santísima alegando que ella no puede ser reina ya que solo Jesús
es Rey. Pero hay que comprender la naturaleza del Reino. El reino de María Santísima
no es un reino aparte al de su hijo. Es el mismo reino. Donde Jesús reina, su madre
María reina también, lejos de quitarle el reinado a su Hijo, lo propicia. Son dos
corazones eternamente unidos en el amor divino.