En la Solemnidad de la Asunción de María el Papa ha pedido rezar a María Reina de
la Paz, para poner fin a la violencia y a la guerra en el mundo
Martes, 15 ago (RV).- Esta mañana el Santo Padre ha celebrado, la Santa Misa en la
parroquia de Santo Tomás de Villanueva de Castelgandolfo para los fieles de esta pequeña
localidad cercana a Roma y lugar donde se encuentra la residencia estiva del Papa.
Han concelebrado con Benedicto XVI el cardenal Secretario de Estado, Ángelo Sodano
y el ordinario del lugar. El Santo Padre ha celebrado la fiesta de la Asunción animando
a todo el mundo a rezar para poner fin a la violencia y a la guerra.
Benedicto
XVI ha reflexionado en la homilía sobre las lecturas de la solemnidad de hoy. En el
Magnificat –ha explicado- el gran canto a la Madre de Dios ahora escuchado
en el Evangelio encontramos una palabra sorprendente. María dice: “De ahora en adelante
todas las generaciones me llamaran Bienaventurada”. La Madre del Señor profetiza las
alabanzas marianas que a partir de ese momento, la devoción mariana del Pueblo de
Dios le dedicará hasta el final de los tiempos. Al respecto el Papa observa que a
esta profecía hecha por María cuando encuentra a su prima Isabel, “en aquella hora
de gracia”, no son “palabras personales o arbitrarias, sino que se trata de una verdadera
profecía inspirada por el Espíritu Santo”.
El Santo Padre explicó que María
es Bienaventurada porque está unida a Dios, vive con Dios y en Dios: “Podemos llamar
Bienaventurada a María, alabar a María, porque es “Bienaventurada y lo es para siempre.
Es éste el significado de esta fiesta”. El Papa ha recordado que el Señor, en la vigilia
de Su Pasión, despidiéndose de los suyos decía “voy a preparar en la casa del Padre
una morada”, palabras que el Papa enriquece al recordar que en efecto existen muchas
moradas en la casa del Padre: María diciendo “he aquí la esclava de Señor, hágase
en mí según tu voluntad”, preparaba en la Tierra la morada para Dios, y con cuerpo
y alma se convertía en esa morada, a la vez que abría la tierra para el cielo. “María
es la verdadera Arca de la Alianza que el misterio del templo (es decir la casa de
Dios en la tierra) ha visto su cumplimiento en María –ha proseguido el Papa- Dios,
habita realmente en María, hecho presente mediante ella aquí en la tierra”.
Benedicto
XVI, citando a san Agustín ha dicho: “Antes de concebir al Señor en el cuerpo, lo
había concebido en el alma”. María había dado al Señor el espacio de su alma, convirtiéndose
realmente en verdadero Templo donde Dios se encarnó. “Recemos para que María, Reina
de la Paz, ayude a la victoria de la paz hoy”, ha concluido Benedicto XVI su homilía,
invitando a la esperanza porque al final -ha dicho- vencerá el amor y no el odio,
al final vencerá la paz. Durante la misa los fieles presentes han orado explícitamente
“por los pueblos que en Medio Oriente están aún heridos por la guerra”.
La
reflexión sobre la paz que Benedicto XVI ha elegido para el día de la Asunción ha
sido tomada de un pasaje de la Apocalipsis leído durante la misa. “Al final es Dios
quien vence y no el Dragón, aunque el Dragón aparezca tan fuerte y encarne todos los
poderes de la violencia y el mal del mundo que parecen invencibles. Y es precisamente
María quien nos dice que al final el poder de Dios es inconmensurable.
Precisamente
en el ámbito de esta celebración profundamente mariana, este mediodía y en el palacio
pontificio de Castelgandolfo, Benedicto XVI ha rezado la plegaria mariana del Ángelus
Domini. El Obispo de Roma ha recordado que la tradición cristiana ha colocado en el
corazón del verano una de las fiestas marianas más antiguas y sugestivas, la solemnidad
de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, y ha añadido que así como Jesús
resucitó de la muerte y subió a la derecha del Padre, del mismo modo María, ha terminado
el curso de su existencia sobre la tierra, subiendo al cielo.
El Santo Padre
ha dicho que María es ejemplo y apoyo para todos los creyentes: ella nos alienta a
no perder la confianza ante las dificultades y ante los inevitables problemas de todos
los días. Nos asegura su ayuda y nos recuerda que lo esencial es buscar y pensar en
las cosas de arriba y no en aquellas de la tierra. Sumergidos en las ocupaciones cotidianas,
ha observado el Papa, corremos el peligro de llegar a creer que el objetivo último
de la existencia humana está en este mundo, en el cual estamos sólo de paso; mientras
es el Paraíso la verdadera meta de nuestro peregrinar terreno. “¡Cuán diversas serían
nuestras jornadas si estuviéramos animados por esta perspectiva!”, ha exclamado Benedicto
XVI.
“Así ha sido para los santos. La existencia de ellos testimonia que cuando
se vive con el corazón constantemente dirigido al cielo, las realidades terrenas son
vividas en su justo valor porque para iluminar está la verdad eterna del amor divino”.
Nuevamente el pensamiento del Papa fue a los lugares a donde la paz no ha podido llegar
todavía: “A la Reina de la paz, que contemplamos en la gloria celestial, quiero confiar
una vez más las ansias de la humanidad por cada lugar del mundo destrozado por la
violencia. Nos unimos a nuestros hermanos y hermanas que en estas horas están reunidos
en el Santuario de Nuestra Señora del Líbano en Harissa para una Celebración eucarística
presidida por el cardenal Roger Etchegaray, que visita el Líbano como mi enviado especial,
para llevar consuelo y solidaridad concreta a todas las víctimas del conflicto y orar
por la gran intención de la paz. Estamos también en comunión con los Pastores y los
fieles de la iglesia en Tierra Santa, reunidos en la Basílica de la Anunciación en
Nazareth, en torno al Representante Pontificio en Israel, y Palestina, el Arzobispo
Antonio Franco, para rogar por las mismas intenciones”. Benedicto XVI ha dirigido
su pensamiento también a la querida Nación de Sri Lanka, amenazada por el deterioro
del conflicto étnico; a Irak, donde el espantoso y cotidiano derramamiento de sangre
aleja la perspectiva de la reconciliación y de la reconstrucción… Qué María obtenga
para todos sentimientos de comprensión, voluntad de entendimiento y deseo de concordia.
Como siempre, el Santo Padre ha saludado en varias lenguas. Estas han sido sus palabras
en español.