Viernes, 14
jul (RV).- Obviamente nos referimos hoy a la reciente visita del Santo Padre a España,
en el ámbito de la celebración del Congreso diocesano sobre las Familias, celebrado
recientemente en Roma. En su mensaje el Papa recordó que desde hace ya dos años, el
compromiso misionero de la Iglesia de Roma se ha concentrado sobre todo en la familia,
no sólo porque esta realidad humana fundamental es sometida hoy a múltiples dificultades
y amenazas, y por tanto tiene particular necesidad de ser evangelizada y apoyada concretamente,
sino también porque las familias cristianas constituyen un recurso decisivo para la
educación en la fe, la edificación de la Iglesia como comunión y su capacidad de presencia
misionera en las situaciones más variadas de la vida, así como para fermentar en sentido
cristiano la cultura y las estructuras sociales.
Benedicto XVI puntualizó
en su mensaje a las familias de la capital Italiana que el Matrimonio y familia no
son una construcción sociológica casual, fruto de situaciones particulares históricas
y económicas. Por el contrario, la cuestión de la justa relación entre el hombre y
la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar
su respuesta a partir de ésta. Pues como lo subraya más adelante, es el amor la esencia
del hombre, imagen auténtica de Dios, y por tanto es el amor la esencia fundamental
de la familia.
El santo Padre también se refirió a las diferentes formas actuales
de disolución del matrimonio, como las uniones libres y el «matrimonio a prueba»,
hasta el pseudo-matrimonio entre personas del mismo sexo, son por el contrario expresiones
de una libertad anárquica que se presenta erróneamente como auténtica liberación del
hombre. Una pseudo-libertad así se basa en una banalización del cuerpo, que inevitablemente
incluye la banalización del hombre, bajo el presupuesto de que el hombre puede hacer
de sí lo que quiere: su cuerpo se convierte de este modo en algo secundario, manipulable
desde el punto de vista humano, que se puede utilizar como se quiere. El libertinaje,
subraya el Pontífice, que se presenta como descubrimiento del cuerpo y de su valor,
es en realidad un dualismo que hace despreciable el cuerpo, dejándolo por así decir
fuera del auténtico ser y dignidad de la persona.
En el mensaje a los participantes
del Congreso diocesano sobre las familias, en Roma, el Pontífice se refirió también
a la procreación de los hijos, en cuyo evento el matrimonio refleja su modelo divino,
el amor de Dios por el hombre. En el hombre y en la mujer, la paternidad y la maternidad,
como sucede con el cuerpo y con el amor, no se circunscriben al aspecto biológico:
la vida sólo se da totalmente cuando con el nacimiento se ofrecen también el amor
y el sentido que hacen posible decir sí a esta vida. Precisamente por esto -señala
el Pontífice- queda claro hasta qué punto es contrario al amor humano, a la vocación
profunda del hombre y de la mujer, el cerrar sistemáticamente la propia unión al don
de la vida y, aún más, suprimir o manipular la vida que nace.
En su mensaje
el Pontífice subraya la importancia de la Iglesia en la vida familiar, en la medida
en que reconoce en la acción de ese amor eterno e indestructible que asegura a la
vida de cada uno de nosotros, un sentido permanente, aunque no conozcamos el futuro.
Por este motivo, la edificación de cada una de las familias cristianas se enmarca
en el contexto de la gran familia de la Iglesia, que la apoya y la acompaña, y garantiza
que hay un sentido y que en su futuro se dará el «sí» del Creador.
Por último,
el Papa Benedicto XVI subraya que la familia y la Iglesia, en concreto las parroquias
y las demás formas de comunidad eclesial, están llamadas a la más íntima colaboración
en esa tarea fundamental que está constituida, inseparablemente, por la formación
de la persona y la transmisión de la fe.