2006-07-03 16:10:36

Reflexiones en familia


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Viernes, 30 jun (RV).- No faltan realmente noticias tristes que se presentan con relativa frecuencia sobre jóvenes que han caído en el alcohol, en las drogas, en actitudes delictivas, y todos estos hechos son sin lugar a dudas motivo de preocupación para cualquier sociedad, porque es preciso preguntarse por las circunstancias que llevan a nuestros jóvenes a tomar estas decisiones. Entre varias opiniones de expertos, la teoría que más se acerca a brindar elementos de comprensión de estos hechos es la situación de soledad que viven los jóvenes hoy en día.

Sentirse solo en la vida es doloroso, pues los seres humanos somos sociales y nos sentimos bien cuando tenemos compañía y afecto. Y es que lamentablemente los jóvenes están sintiéndose solos en los contextos en los que deberían sentir apoyo. Así, en los colegios se convierten en un número más. Cada niño es alumno de un profesor que a su vez ha tenido que dejar solos a sus hijos, en poder de otros maestros que también les estarán exigiendo y corrigiendo sin cuidar su autoestima, creyendo como muchos en nuestra sociedad, que el castigo educa.

A la situación de soledad de los jóvenes se suma el problema que para ellos se ha convertido la identidad, los jóvenes de hoy lidian con el tema de la aceptación social o, en otros términos, deben dar la batalla por pertenecer a algún grupo social. Y para ello los jóvenes hacen uso no sólo de expresiones sociales como con la adopción de modas y formas de ser, lenguajes, bailes, productos de consumo, sino que ahora en muchos núcleos juveniles se ponen pruebas de valor, pruebas que les otorga la pertenencia y estatus en estos grupos.

Lo más grave frente a este deterioro de las formas de convivencia social entre nuestros jóvenes es que sus padres y profesores, ellos quizás muy solos, de igual forma están atrapados entre lo que su corazón desea hacer y lo que la dura realidad les permite lograr. Se pasan de unos a otros la responsabilidad de acompañar y formar las nuevas generaciones, sin que ninguno encuentre el momento ni la manera perfecta de estar juntos.

Vivimos en una sociedad que legitima las relaciones de dominación, donde la fuerza de la violencia decide el destino de muchas de las familias; en países donde el campo deja de ser el sustento de las familias, para que los hijos de los campesinos hagan malabarismos en las ciudades, junto a los semáforos para sobrevivir; en sociedades donde millones de niños trabajan en la economía informal y, peor aún, en la prostitución infantil, para llevar algún sustento a sus hogares; donde, en fin, la desesperación ha convertido a los progenitores en explotadores.
Es muy lamentable constatar que en países donde la pobreza, como común denominador, no permite que realmente se desarrollen propuestas para la juventud, no se brindan condiciones de equidad, lo que conduce a que los jóvenes deben crecer solo o amenazados, a pesar de la presencia de muchas personas a su alrededor, es vivir la soledad en colectivo.

El resultado no puede ser más doloroso: nuestros jóvenes están llevando sus vidas al abismo, se están perdiendo entre los vicios y la desorientación social. Esto no es más que el reflejo de que no estamos ofreciendo una propuesta que verdaderamente les ayude a encontrar el sentido de sus vidas, los estamos dejando solos.

Sabemos que las condiciones sociales ejercen cada día una fuerte presión en nuestros jóvenes, condicionando sus formas de expresión, sus creencias, sus valores. Y allí el papel de las familias es esencial, puesto que son el referente primario y por ende el entorno formador de estos principios que guiarán sus acciones y decisiones. Es preciso tener en cuenta que cada uno de nosotros puede acompañar y aportar en la construcción de la felicidad y la prosperidad de todos los que conocemos, es nuestra responsabilidad y nuestro compromiso fundamental.

TEXTOS: Alma García
LOCUCIÓN: Alina Tufani Díaz








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