2006-06-16 17:06:34

El domingo: la Eucaristía y otras expresiones


LA FAMILIA, TRANSMISORA DE LA FE
Catequesis preparatorias para el
V Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, España

El Domingo: la Eucaristía y otras expresiones

El domingo es el núcleo de la vida; en él celebramos la muerte y la resurrección del Señor, centro de toda la historia y la fuente de la que dimana toda la salvación. Una de las preguntas que nos presenta la catequesis de hoy es la siguiente: ¿Qué dimensiones de la fe pone de relieve el domingo? Las de la muerte y resurrección. Pero, ¿y por qué tiene tanta importancia la muerte y la resurrección?, nos seguimos preguntando. La primera razón que damos es la de la tradición: Así fue entendido y celebrado por los Apóstoles y las primeras comunidades cristianas.

Desde los orígenes, la Eucaristía es el centro del domingo. Así lo expresaban los primeros mártires, cuando, sorprendidos un domingo mientras celebraban la Eucaristía, al ser interrogados por qué habían transgredido la severa orden del emperador, respondieron: "Sine dominica non possumus", es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir.
Además, la segunda razón, teológica y de revelación: En la Eucaristía celebramos la misma vida de Dios que se nos da en alimento. Tomad y comed, tomad y bebed, todos del cuerpo y la sangre de Jesús. Como padres damos nuestra vida por nuestros hijos, así, el amor, en el don, tiene sentido la vida. Y dar vida, como el grano de trigo, es morir. Es el misterio de nuestra existencia, celebrado en la muerte y resurrección del Señor.

Porque, como día del Señor Resucitado y del don del Espíritu no sólo cumplimos un precepto, sino que satisfacemos es necesidad de una vida cristiana verdaderamente consciente y coherente. El deber de la participación eucarística, cada domingo, es un aspecto específico de la propia identidad de la comunidad cristiana, aun viviendo en circunstancias de pequeñas minorías y en condiciones de aislamiento y dificultad.

La Eucaristía dominical, congregando semanalmente a los cristianos como familia de Dios en torno a la mesa de la Palabra y al pan de vida, es también el antídoto más eficaz contra la dispersión, por ser el lugar privilegiado donde se cultiva y vive continuamente la comunión.
¿Acabada la misa podemos despreocuparnos, porque "ya he cumplido" mi obligación? El domingo no se agota en la celebración de la Eucaristía, sino que se prolonga en otras celebraciones y vivencias de la familia, el descanso, la preocupación y atención a los pobres, etc.
La Eucaristía, si se participa debidamente, especialmente por la recepción de la sagrada comunión, urge a vivir la dimensión de la caridad cristiana. Por eso, los padres deben ser ejemplo vivo para los hijos en la preocupación por los pobres necesitados.

Por todo ello, la Eucaristía del domingo ha de ser el centro de la piedad de los padres y de la familia como tal. Los hijos, viendo a los padres y participando con ellos en ella, la irán incorporando a sus vidas y la convertirán en el alimento principal de su piedad. ¿Por qué tiene tanta importancia participar como familia en la misa dominical?

La participación como familia en la Eucaristía dominical es un ideal hacia el que hay que tender; de este modo, se está significando su supremacía sobre las demás actividades nobles y dignas del domingo.

Para participar de esta celebración, como dice Jesús en el Evangelio, hay que estar en paz con Dios y con los hermanos. “Si tienes algo contra tu hermano, antes de presentar la ofrenda en el altar, vete a reconciliarte con él, y después ven a presentar la ofrenda en el altar”.

Para recibir dignamente el sacramento de la Eucaristía, será preciso recurrir, siempre que exista conciencia de pecado mortal, al sacramento de la reconciliación, ya que, como dice San Pablo,"quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor"(1 Cor 11, 27).

Oración por la familia: Oh Dios nos reúnes cada domingo en torno a la mesa de tu Palabra y del Cuerpo y la Sangre de tu Hijo para celebrar el memorial del Señor Resucitado; te pedimos que, mientras llega el domingo sin ocaso, vivamos como una familia unida y alabemos por siempre tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor.







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