El cardenal Martino invita a alcanzar una nueva solidaridad entre todos los trabajadores
del mundo
Domingo, 11 jun (RV).- «Para alcanzar un verdadero humanismo universal del trabajo
es necesaria una nueva solidaridad entre todos los trabajadores del mundo». Es la
exhortación que reiteró, ayer, el presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz,
en la inauguración de la Semana Social, en Argentina, organizada por la Comisión de
los obispos argentinos encargada de este sector y por la diócesis de Mar del Plata.
El tema de este año es la capacitación para el trabajo, bajo el lema: «Capacitación
para el trabajo, herramienta para el futuro».
“Hoy y en el futuro próximo,
el principal reto de la solidaridad y del humanismo universal del trabajo proviene
de la competencia entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo”.
Ésta ha sido la afirmación del presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, cardenal
Renato Martino, en dicha inauguración.
En su intervención, centrada en el
“Humanismo del trabajo a nivel planetario”, el purpurado estableció una división del
mundo en tres franjas. La primera engloba a los países ricos que todavía tienen que
afrontar la competencia de los países emergentes, sobre todo los del oriente asiático;
la segunda incluiría a los países emergentes, que con ritmos de crecimiento muy fuertes
irrumpen en el escenario mundial con sus propias contradicciones; y la última abarcaría
a los países más pobres, que todavía no logran superar la miseria y el subdesarrollo.
Para el cardenal Martino no podrá haber nunca un verdadero humanismo del trabajo sin
que los trabajadores de estas tres franjas reencuentren una nueva solidaridad”.
El
purpurado recordó también la doctrina social de la Iglesia, según la cual la verdadera
riqueza está en el trabajo, en las capacidades humanas, en la inteligencia y creatividad
de las personas. El presidente de Justicia y Paz además puso en guardia contra los
peligros del mercadeo del trabajo, que no sólo se refiere al paro, al trabajo sumergido,
al de los menores y a la explotación que todavía persiste en la sociedad opulenta,
sino también a las nuevas formas de dedicación exclusiva al trabajo, a los ascensos,
que roba espacio a otras dimensiones humanas y necesarias para las personas y que
hace precaria y a veces imposible la vida familiar.