2006-06-02 16:35:43

El Papa exhorta a los miembros de la Pontificia Academia Eclesiástica a ser testigos de Cristo y portadores de su Evangelio de amor, capaz de renovar los corazones y de hacer plenamente humana la convivencia de los pueblos del mundo


Viernes, 2 jun (RV).- Sed testigos de Cristo y portadores de su Evangelio de amor, capaz de renovar los corazones y de hacer plenamente humana la convivencia de los pueblos del mundo. Esta ha sido la exhortación del Santo Padre en su audiencia del Papa a la Academia Eclesiástica que forma cultural y teológicamente a los sacerdotes del servicio diplomático de la Santa Sede.

En su audiencia a los miembros de la Pontificia Academia Eclesiástica Benedicto XVI ha reiterado, esta mañana, la importancia de esta institución, que es comunidad de oración y en la que se brinda la formación humana, cultural y teológica que requieren los sacerdotes que desarrollan el servicio diplomático de la Santa Sede, en las Nunciaturas Apostólicas o en la Secretaría de Estado.

Tras manifestar su cordial bienvenida a los alumnos de esta Academia, encabezados por su presidente, el arzobispo español Justo Mullor García, el Papa ha destacado su aprecio por esta institución y el importante servicio de transmitir a las Iglesias y a los pueblos del mundo el testimonio solícito del Pontífice: «Vuestra visita me ofrece la oportunidad de expresaros la atención con la cual sigo vuestra Academia. En ella os preparáis con empeño y entrega a ese particular modo de ejercer el ministerio sacerdotal que es el servicio a la Santa Sede. Es un servicio importante porque se propone hacer llegar a las Iglesias particulares y a las naciones de todo el mundo el testimonio de la solicitud del Sucesor de Pedro».

Misión ésta que requiere una preparación adecuada y, en primer lugar, el impulso que sólo puede dar una comunidad de oración. En constante, fiel e intensa relación con Dios, centrada en la Eucaristía cotidiana, ha recordado Benedicto XVI, exhortando luego a los miembros de la Pontificia Academia Eclesiástica a hacer que el sacramento eucarístico sea cada día «el centro vital, el manantial y la raíz de todas sus actividades». En estos años de formación y en el futuro, cuando desarrollen su ministerio sacerdotal al servicio de la Santa Sede en distintos países, testimoniando a Cristo como portadores de su Evangelio de amor:

«En efecto, vuestra acción será eficaz en la medida en que os esforcéis en ser testigos de Cristo. Verdad que ilumina y orienta el camino de los pueblos. Sed, pues, portadores de su Evangelio de amor, capaz de renovar los corazones y de hacer plenamente humana la convivencia en cada sociedad. Sólo si permanecéis fieles a vuestra vocación podréis brindar un servicio válido a la Sede Apostólica».

Y además de ser escuela de oración, esta Pontificia Academia quiere ser lugar de auténtica formación humana y teológica, ha insistido el Papa. Pues «hoy más que nunca es indispensable una sólida cultura, que prevea, junto con la necesaria formación teológica, una profundización en la doctrina perenne de la Iglesia y de las líneas directrices de la actividad de la Santa Sede, en ámbito eclesial e internacional».

Aún más, Benedicto XVI ha puesto de relieve que esta Academia, que tiene más de tres siglos de historia, debe seguir siendo un lugar de comunión. Característica que sus alumnos que provienen de los cinco continentes perciben de forma especial, al tener la posibilidad de residir en Roma, donde se manifiesta la catolicidad, es decir la universalidad de la Iglesia.

Experiencia que deberán aplicar luego, cuando desarrollen su ministerio sacerdotal en otros países, cuando - como ha exhortado el Papa a los alumnos de esta institución - deberán «comprender, amar, sostener y alentar a todas las comunidades cristianas, para ser por doquier fieles servidores del carisma de Pedro, que es carisma de unidad y de cohesión para todo el conjunto eclesial».

En este contexto, Benedicto XVI los ha alentado también a hacer todo lo posible para que su estancia en esta Academia transcurra en verdadera fraternidad sacerdotal, impulsando la maduración del sentido pastoral de la comunión y de la unidad. Y abriendo, cada vez más sus mentes y corazones a la universalidad de la Iglesia, para superar toda tentación de particularismo e individualismo.







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