2006-05-28 19:31:28

Benedicto XVI visita el campo de concentración de Auschwitz, un lugar de horror sin parangón en la historia, "particularmente difícil para un Papa que proviene de Alemania", y advierte contra el abuso del nombre de Dios para justificar la violencia ciega contra personas inocentes


Domingo, 28 may (RV).- Benedicto XVI ha visitado esta tarde el campo de concentración de Auschwitz y ha hablado en “este lugar de horror, de acumulación de crímenes contra Dios y contra el hombre que no tiene parangón en la historia”. El Papa, en su emocionante discurso, ha querido subrayar que “es particularmente difícil y opresor para un cristiano, para un Papa que proviene de Alemania”.

“En un lugar como este –ha dicho el Pontífice- no sirven las palabras, sólo queda un desconcertante silencio, un silencio que es un grito interior a Dios, para preguntarle ¿por qué has callado Señor?, ¿por qué has tolerado esto? Y en esta actitud de silencio nos inclinamos hacia esta innumerable lista de quienes han sufrido y han sido asesinados; este silencio se transforma en petición en voz alta de perdón y reconciliación, un grito al Dios vivo para que no permita nunca más una cosa similar”.

El Santo Padre ha recordado la visita de Juan Pablo II a este mismo campo de concentración en junio del 1979, como “hijo de un pueblo, que como el judío sufrió más que nadie en este lugar, y en la guerra en general. Fueron seis millones de polacos los que murieron durante la II Guerra Mundial: la quinta parte de la nación”.

Como Juan Pablo II estuvo aquí como hijo del pueblo polaco, Benedicto XVI ha estado en Auschwitz como hijo del pueblo alemán, y precisamente por esto ha repetido como Juan Pablo II que debía venir aquí como un deber frente a la verdad y al derecho de cuántos han sufrido, un deber ante Dios, de estar aquí como Juan Pablo II y como hijo del pueblo alemán –hijo de ese pueblo en el que un grupo de criminales alcanzó el poder mediante promesas falsas, en nombre de perspectivas de grandeza, de recuperación del honor de la nación y de su supremacía, con perspectivas de bienestar y también con la fuerza del terror y la intimidación, de forma que se pudo usar y abusar de nuestro pueblo como instrumento de sus manías de destrucción y dominio.

La finalidad de esta visita, ha reconocido Benedicto XVI, es la de implorar la gracia de la reconciliación, de Dios sobre todo, de los hombres que han sufrido y por último la gracia de la reconciliación para todos los que, en este momento de la historia, sufren de nuevo bajo el poder del odio y bajo la violencia fomentada por el odio.

Benedicto XVI se ha vuelto a preguntar donde estaba Dios en esos momentos, por qué callaba y cómo pudo tolerar este exceso de destrucción, este triunfo del mal. Y en estos momentos también gritamos a Dios y a nuestros corazones, en una hora en que nos acechan nuevas desventuras, en la emergen de nuevo de los corazones de los hombres todas las fuerzas oscuras. Por una parte el Papa ha advertido contra el abuso del nombre de Dios para justificar la violencia ciega contra personas inocentes y por otra contra el cinismo que no reconoce a Dios y se burla de la fe en Él. “Nosotros gritamos a Dios para que haga que los hombres reflexionen, que reconozcan que la violencia no crea la paz, solo suscita más violencia, una espiral de destrucción, en que al final todos pierden”.

En este lugar de la memoria, el Pontífice ha querido subrayar que el pasado no es sólo pasado. Recorriendo el camino a lo largo de las lápidas que en tantos idiomas recuerdan las víctimas de este lugar, Benedicto XVI ha manifestado que estas lápidas conmemorativas nos hablan del dolor humano, y ha definido a los nazis como unos criminales violentos que con el exterminio de un pueblo querían asesinar al Dios de Abraham. “Con la destrucción de Israel querían arrancar la raíz de la fe cristiana”.

Refiriéndose a las lápidas en lengua polaca, Benedicto XVI ha hablado de como se pretendió eliminar la elite cultural y borrar un pueblo como sujeto histórico autónomo para rebajarlo, en la medida en que continuaba existiendo, como un pueblo de esclavos. También ha hablado de las lápidas de los gitanos, pueblo definido como vidas indignas de ser vividas. Las de lengua rusa evocan, ha dicho el Papa, el inmenso número de vidas sacrificadas entre los soldados rusos en el enfrentamiento contra el régimen del terror nacionalsocialista y al mismo tiempo nos hace reflexionar sobre el trágico doble significado de su misión: liberando a los pueblos de una dictadura, sirvieron para someter a los mismos pueblos a una nueva dictadura, la de Stalin y de la ideología comunista.

Momento especial para el Santo Padre ha sido cuando se ha detenido ante las lápidas en lengua alemana. El Papa ha recordado como los alemanes conducidos a Auschwitz-Birkenau y que allí murieron se consideraban la escoria de la nación. Pero ahora – ha dicho Benedicto XVI- los reconocemos con gratitud como los testigos de la verdad y del bien, de que nuestro pueblo no estaba totalmente perdido y agradecemos a estas personas porque no se sometieron al poder del mal y ahora los vemos como una luz en una noche oscura. “Todas estas lápidas no pretender provocar el odio en nosotros –ha dicho el Pontífice- sino que nos demuestran cuán terrible es el legado del odio”.







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