Lunes, 22 may (RV).- Más de 200.000.000 de personas en el mundo están infectadas por
la hepatitis C (HCV) y la mayoría no lo sabe. Por este motivo, el 19 de mayo fue declarado
por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el Día Mundial de la Hepatitis C.
La
hepatitis C generalmente no presenta síntomas, por eso se la llama la "enfermedad
silenciosa". El virus C (H.C.V) destruye lentamente células hepáticas y puede, con
el transcurso de los años, producir cirrosis o cáncer hepático. La hepatitis C se
transmite cuando se produce un contacto entre sangre sana con sangre infectada por
el virus C (transmisión vía parenteral), como puede resultar por no adoptar medidas
asépticas adecuadas para la hepatitis C; han ocurrido transmisiones en el ámbito de
la Sanidad pública y privada, mediante transfusiones o la utilización de hemoderivados
para el tratamiento de otras enfermedades, así como también por compartir jeringas,
en centros odontológicos, lugares de aplicación de piercings y tatuajes, podólogos,
etc.
La hepatitis C, debido a sus características de ser una enfermedad mayormente
asintomática, suele ser diagnosticada de manera fortuita en controles médicos de empresas,
en las donaciones de sangre o en análisis prescritos por facultativos en búsqueda
de otras patologías. Quizá por la fecha relativamente reciente del descubrimiento
del virus C (año 1989) y por la propia complejidad de la función hepática, no todos
los profesionales de la medicina están capacitados para el adecuado tratamiento de
la enfermedad, y así sucede que o bien se le restan importancia, con las consecuencias
negativas que tal actitud puede acarrear, o, por el contrario, aconsejan a los afectados
pautas de comportamiento erróneas, lo que contribuye a incrementar el estado de depresión
que genera la propia enfermedad y a intensificar el sentimiento de soledad en que
viven muchos de los afectados.
“Basta Silenciar a la enfermedad ‘silenciosa’”
es el lema de este año para el Día Mundial de la Hepatitis C, de modo que se alce
una voz para denunciar ante los Gobiernos y mandatarios de todos los países, así como
ante la Organización Mundial de la Salud, las carencias que estos enfermos sufren,
a fin de que se promulguen normas encaminadas a la resolución de las necesidades básicas
de los afectados por la hepatitis C, todo ello para evitar que esta enfermedad llegue
a convertirse en epidemia.
Entre las peticiones que realizan las asociaciones
de enfermos de hepatitis C está la de realizar un mayor número de campañas de difusión
para conocimiento y prevención de la enfermedad; formar a médicos de atención primaria
en el conocimiento genérico de esta enfermedad; seguimiento integral multidisciplinar
de los afectados por los problemas psicológicos que puedan derivarse de este padecimiento
y un reconocimiento por parte del Estado del carácter crónico de la hepatitis C, a
todos los efectos, tanto laborales como sociales, estas son sólo algunas de las piedras
angulares necesarias para garantizar una vida digna a estos enfermos.