El Papa subraya la separación Iglesia-Estado y reafirma el derecho a proponer la propia
doctrina social sin que se cometa por ello ninguna violación del carácter laico del
Estado
Jueves, 18 may (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los obispos de la Conferencia
Episcopal Italiana reunidos este mes de mayo en Asamblea Plenaria. En sintonía con
el objeto principal de esta Asamblea centrada en la vida y el ministerio de los sacerdotes,
el Papa ha recordado a los prelados que para los obispos “es un deber esencial estar
constantemente cerca de nuestros sacerdotes que a través del Sacramento del Orden
participan en el ministerio apostólico que el Señor nos ha confiado”.
En este
contexto el Pontífice ha recomendado la atenta selección de los candidatos al sacerdocio,
verificando las predisposiciones personales para asumir los compromisos intrínsecos
al futuro ministerio. De la misma manera el obispo debe cultivar la formación, no
sólo durante los años del seminario sino también en las siguientes fases de su vida;
interesarse por su bienestar material y espiritual; ejercer nuestra paternidad hacia
ellos con animo fraterno; no dejarles jamás solos ante las fatigas del ministerio,
en la enfermedad, en la vejez, ni en las inevitables pruebas de la vida. “Mientras
más cerca estemos de nuestros sacerdotes – ha subrayado el Papa- mas afecto y confianza
sentirán por nosotros”.
El Santo Padre ha abordado en otro momento de su discurso
a los obispos italianos la relación Iglesia-Estado y cómo la Iglesia es perfectamente
consciente de que la estructura fundamental del cristianismo contempla la distinción
entre lo que es del Cesar y lo que es de Dios. “La Iglesia se alegra de esta distinción
y autonomía –ha dicho al respecto Benedicto XVI- como un gran progreso de la humanidad
y una condición fundamental para su propia libertad y cumplimiento de su misión universal
de salvación”.
Al mismo tiempo el Pontífice ha reivindicado el derecho de proponer
la propia doctrina social y de despertar las fuerzas morales y espirituales, abriendo
la voluntad a las auténticas exigencias del bien. En las circunstancias actuales,
“no cometemos ninguna violación del carácter laico del Estado, sino que contribuimos
a garantizar y promover la dignidad de la persona y el bien común de la sociedad”.