Benedicto XVI anhela que también los cristianos reciban respeto en los países de mayoría
islámica
Lunes, 15 may (RV).- Respeto mutuo, sin renunciar a la propia identidad. El diálogo
interreligioso es parte del servicio de la Iglesia católica a la humanidad. Exhortando
a la acogida sin reservas en el amor de Cristo, pues sólo los responsables pueden
legislar, Benedicto XVI anhela que también los cristianos reciban respeto en los países
de mayoría islámica.
En su discurso a los participantes en la plenaria del
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes, el Papa ha destacado
la creciente actualidad del tema elegido para esta asamblea, que analiza el fenómeno
migratorio y los desplazamientos desde y hacia los países de mayoría islámica. Tras
recordar que la movilidad que «concierne a los países islámicos merece una reflexión
específica, no sólo por la relevancia cuantitativa del fenómeno, sino sobre todo porque
la islámica es una identidad característica, tanto bajo el perfil religioso como el
cultural», Benedicto XVI ha reiterado el compromiso de la Iglesia católica en favor
del diálogo: «La Iglesia católica percibe con creciente conciencia que el diálogo
interreligioso forma parte de su compromiso al servicio de la humanidad en el mundo
contemporáneo. Está convicción se ha vuelto, como se suele decir, el ‘pan de cada
día’ en especial para los que trabajan en contacto con los emigrantes, con los refugiados
y con las diversas categorías de personas itinerantes. Vivimos en tiempos en los que
los cristianos están llamados a cultivar un estilo de diálogo abierto sobre el problema
religioso, sin renunciar a presentar a los interlocutores la propuesta cristiana,
coherentemente con nuestra propia identidad».
El Santo Padre ha recordado
asimismo que «se percibe también, cada vez más, la importancia de la reciprocidad
en el diálogo. Reciprocidad que la Instrucción Era migrantes caritas Christi define,
con justicia, como ‘un principio’ de gran importancia». Pues se trata de ‘una relación
fundada en el respeto recíproco’ y, ante todo, de ‘una actitud del corazón y del espíritu’
(n.64).
Compromiso importante y delicado, ha enfatizado el Papa, señalando
luego la gran utilidad de los esfuerzos cumplidos por tantas comunidades cristianas
en el establecimiento de relaciones de conocimiento y estima, para superar prejuicios
y cerrazón mental.
En su acción de acogida y de diálogo con los migrantes e
itinerantes, la comunidad cristiana tiene, como constante punto de referencia, a Cristo,
que dejó a sus discípulos, como regla de vida, el mandamiento nuevo del amor, ha reiterado
el Santo Padre, haciendo hincapié en que el amor cristiano es incondicional, por lo
que los creyentes están llamados a la acogida de todos sin distinción: «Los creyentes
están llamados a abrir sus brazos y su corazón a todas las personas, cualquiera que
sea su país de proveniencia, dejando que las autoridades responsables de la vida pública
establezcan al respecto las leyes que consideren oportunas para una sana convivencia».
Benedicto XVI ha insistido en que «continuamente estimulados a testimoniar aquel
amor que enseñó el Señor Jesús, los cristianos deben abrir su corazón en particular
a los pequeños y a los pobres, en los que Cristo mismo está presente de modo singular»
- manifestando el carácter que nos cualifica y que es propio de la identidad cristiana:
«El amor que Cristo vivió y sigue transmitiendo a la Iglesia mediante el Evangelio
y los Sacramentos. Por supuesto, es de esperar que también los cristianos que emigran
hacia países de mayoría islámica encuentren acogida y respeto para su identidad religiosa».
Antes de terminar su discurso a los participantes en la plenaria del Pontificio
Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes - que ha empezado con esta
audiencia pontificia y que finalizará el próximo miércoles - el Papa ha expresado
su profunda gratitud por el importante servicio de este dicasterio romano en este
sector, «que es una frontera significativa en la nueva evangelización del actual mundo
globalizado». Y ha asegurado sus oraciones para que el Espíritu Santo haga provechosas
sus iniciativas «por el bien de la Iglesia y de todo el mundo».