2006-04-26 17:09:32

Cultura y humanismo


Miércoles, 26 abr.- El 26 de abril de 1986 se produjo la explosión y el incendio del reactor número 4 de la central nuclear de Chernobil. El accidente, ocurrido a la 1:23 de la mañana, produjo la liberación de grandes cantidades de material radiactivo a la atmósfera que contaminaron significativamente grandes extensiones de Bielorrusia, la Federación Rusa y Ucrania, afectando seriamente a la población local. Hoy recordamos el XX aniversario de una tragedia que todavía hoy afecta a millones de familias que viven en la zona cercana a la explosión, ya que muchas de ellas, no teniendo donde ir, eligieron quedarse en ese lugar.

El problema inició cuando los operadores dispararon la turbina para llevar a cabo un experimento. El estado del reactor, en ese momento, con un caudal de refrigeración superior al normal y los venenos neutrónicos extraídos en mayor proporción a lo permitido, hicieron que el reactor estuviera en supermoderación, lo que provocó un brusco aumento de la reactividad que no pudo ser compensada. El sistema automático de protección del reactor no funcionó porque parte de él estaba desconectado. La explosión que siguió a continuación provocó la destrucción física del reactor y la cubierta.

Durante todos estos años transcurridos se han realizado considerables esfuerzos para evaluar y mitigar los efectos de un accidente que tuvo su origen en una serie de fallos humanos, de diseño de la central y de decisiones políticas.

En el programa de hoy quiero que reflexionen sobre esta tragedia, que a pesar de los años, sigue siendo de actualidad, recordemos las palabras del venerado predecesor de Benedicto XVI, Juan Pablo II, cuando en el 15 Aniversario de la tragedia exclamaba: "Amaos los unos a los otros" (Jn 15, 17). Recordando “el amor recíproco” y preguntándose si éste no debe manifestarse particularmente en la hora de la prueba. En este sentido el Papa recordaba un conocido proverbio popular: "Un amigo verdadero se reconoce en la necesidad". Y es que, es un gran consuelo en la necesidad tener al lado amigos fiables. Es importante que no se rompa nunca esta cadena de bondad ya que a la vez que alivia al beneficiado, enriquece espiritualmente a quien gratuitamente le ayuda.

En el Evangelio Jesús asegura a los creyentes diciendo lo que Juan Pablo II recordaba: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40). Porque la caridad es el camino por el que se puede mejorar el mundo. En efecto, amar a todos sin distinción de raza, lengua o religión, llega a ser un signo, casi tangible, de la predilección de Dios por todo ser humano, del que es Padre.

Al evocar los trágicos efectos causados por el accidente del reactor nuclear de Chernobil, Juan Pablo II pensaba en las generaciones futuras, que representan los niños de esta ciudad. “Hay que prepararles un futuro de paz, sin esos miedos y amenazas. Se trata de un compromiso que todos deben asumir –exclamaba el Pontífice- Para ello, es necesario realizar un esfuerzo técnico, científico y humano, a fin de poner todas las energías al servicio de la paz, respetando las exigencias del hombre y de la naturaleza, porque de este compromiso depende el futuro de todo el género humano”.

No creo que haga falta añadir nada más a las palabras de Juan Pablo II a las que se une Benedicto XVI. Veinte años han pasado desde el trágico accidente producido por una serie de errores humanos, impidamos pues que durante generaciones, en cualquier parte del mundo, nadie tenga que pagar por los errores humanos, porque a quienes afectan estos son a los niños, al futuro de cada pueblo, país o nación.







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