Más de 80 mil personas conmemoran en la Plaza de san Pedro el primer aniversario de
la muerte de Juan Pablo II que “sigue alentándonos a no tener miedo de seguir a Cristo”
Lunes, 3 abr (RV).- En el primer aniversario de la muerte de su amado predecesor -
con el anhelo que desde el cielo nos ayude a acoger su herencia espiritual - Benedicto
XVI recordó, anoche, que Juan Pablo II sigue alentándonos a no tener miedo de seguir
a Cristo, para brindar a todos el anuncio del Evangelio, fermento de una humanidad
fraterna y solidaria.
En el primer aniversario del fallecimiento de su amado
predecesor, Benedicto XVI recordó, anoche, que estamos invitados a acoger la herencia
espiritual que nos ha dejado Juan Pablo II. Ante unos ochenta mil fieles que se dieron
cita en la Plaza de San Pedro para participar en el rezo del Rosario que, a las nueve
de la noche, dirigió el Santo Padre desde la ventana de su estudio privado, el Pontífice
concluyó la vigilia mariana dedicada al Papa Wojtyla, pronunciando unas palabras que
coincidieron con la hora en que el año pasado moría el Siervo de Dios Juan Pablo II.
Al comenzar este emocionante momento de reflexión y oración, Benedicto
XVI dirigió un saludo especial al cardenal Dziwisz, arzobispo metropolitano de Cracovia,
durante muchos años fiel colaborador de Juan Pablo II y que siguió en video conexión
este mismo encuentro. Y aludiendo a las numerosas manifestaciones en todo el mundo,
que testimonian que el Papa fallecido hace un año «permanece presente en nuestra mente
y en nuestro corazón», su sucesor subrayó que «sigue comunicándonos su amor a Dios
y su amor al hombre. Sigue suscitando en todos, en especial en los jóvenes, el entusiasmo
del bien y la valentía de seguir a Jesús y sus enseñanzas».
Tras hacer hincapié
en que Juan Pablo II «nunca se cansó de indicar al mundo que si el hombre se deja
abrazar por Cristo no mortifica la riqueza de su humanidad y que nada le llega a hacer
falta si se adhiere a Él con todo su corazón», Benedicto XVI reiteró que «por el contrario,
el encuentro con Cristo hace nuestra vida más apasionante». Precisamente por ello,
«acercándose cada vez más a Dios en la oración, en la contemplación y en el amor a
la Verdad y a la Belleza, nuestro amado Papa llegó a ser compañero de camino de cada
uno de nosotros, pudiendo hablar con autoridad también a cuantos está lejos de la
fe cristiana». Siguiendo su herencia espiritual estamos impulsados, a vivir buscando
incansablemente la única Verdad que apacigua nuestro corazón:
«Estamos
alentados a no tener miedo de seguir a Cristo para brindar a todos el anuncio del
Evangelio, que es fermento de una humanidad más fraternal y solidaria. ¡Qué Juan Pablo
II nos ayude desde el cielo a proseguir nuestro camino, permaneciendo dóciles discípulos
de Jesús para ser, como él mismo amaba repetir a los jóvenes, ‘centinelas de la mañana’
en este comienzo del tercer milenio cristiano! Invoquemos con este ruego a María,
la Madre del Redentor, hacia la cual él sintió siempre una tierna devoción». Para
sintetizar la vida y el testimonio evangélico de este gran Pontífice, Benedicto XVI
utilizó dos palabras. «Fidelidad» y «dedicación». Fidelidad total a Dios y dedicación
sin reservas a su misión de Pastor de la Iglesia universal. Fidelidad y dedicación
que fueron más convincentes y conmovedoras aún en los últimos meses de vida de Juan
Pablo II, cuando encarnó lo que él mismo había escrito en 1984, en su Carta Apostólica
Salvifici doloris: «el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para
hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana
en la ‘civilización del amor’ (n.30). Su enfermedad afrontada con valentía hizo que
todos estuvieran más atentos al dolor humano, a todo dolor físico y espiritual. Dio
dignidad y valor al sufrimiento, testimoniando que el hombre no vale por su eficiencia,
por su apariencia, sino por sí mismo, por ser creado y amado por Dios».
Por
su parte, desde Cracovia el cardenal Dziwisz respondió con gran emoción y gratitud
a las palabras de Benedicto XVI y a lo que el sucesor de Juan Pablo II está haciendo
desde hace un año por toda la Iglesia, en el desarrollo de su misión y magisterio
pontificio. «Gracias Padre Santo – enfatizó el purpurado – por la página del Evangelio
que nos regala».