2006-03-30 16:07:17

El Papa centra su discurso a los parlamentarios populares europeos en las raíces cristianas de Europa y la sacralidad de la vida y familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer


Jueves, 30 mar (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana en audiencia a unos quinientos parlamentarios del Partido Popular Europeo, que han celebrado en Roma su congreso continental y que este año conmemoran el trigésimo aniversario de su fundación. En su bienvenida, el Papa ha reiterado la especial atención de los Romanos Pontífices hacia Europa, evocando los numerosos encuentros entre sus predecesores y los movimientos políticos europeos de inspiración cristiana.

Tras hacer hincapié en la importancia del reconocimiento de las raíces cristianas de Europa, Benedicto XVI ha reiterado que las intervenciones públicas de las Iglesias y comunidades eclesiales en favor de determinados principios «no constituyen una forma de intolerancia o de interferencia, sino que están animadas por el único anhelo de iluminar las conciencias, con el fin de que las personas actúen libre y responsablemente, siguiendo las verdaderas demandas de la justicia, incluso cuando ello pueda estar en conflicto con situaciones de poder y de intereses personales». Refiriéndose a la preocupación de la Iglesia católica por la tutela de aquellos principios que defienden y promueven la dignidad humana, el Papa ha afirmado firmemente que estos principios «no pueden ser negociados»:

«La protección de la vida en todas sus etapas, desde el primer momento de la concepción hasta la muerte natural. El reconocimiento y la promoción de la estructura natural de la familia – entendida como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio – y su defensa ante los intentos de equipararla jurídicamente a formas radicalmente diferentes de unión, que en realidad dañan a la misma familia, contribuyendo a su desestabilización y obscureciendo su carácter particular y su papel social irreemplazable. Y la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos».

Además de destacar que estos principios no son sólo verdades de fe - a pesar de que se iluminen y refuercen gracias a ella - sino que están inscritos en la misma naturaleza humana y, por lo tanto, son comunes a toda la humanidad, sin distinción de pertenencia religiosa, Benedicto XVI ha puesto de relieve que la acción de la Iglesia «es aún más necesaria» cuando la mayor parte de estos mismos principios es negada o menospreciada, «porque ello constituye una ofensa contra la verdad de la dignidad humana y una grave herida infligida contra la justicia misma».

En su denso discurso, el Papa ha señalado que, en la actualidad «Europa tiene ante sí complejas cuestiones de gran importancia» - como son el crecimiento y desarrollo de la integración europea, la definición exacta de su política de vecindad dentro de la misma Unión y el debate sobre su modelo social. En este contexto, el Santo Padre ha hecho hincapié en la importancia de la herencia cristiana de este continente y ha reafirmado que «por medio del reconocimiento del valor de sus raíces cristianas, Europa podrá dar una dirección segura a las opciones de sus ciudadanos y de sus pueblos y podrá fortalecer su conciencia de pertenecer a una civilización común, enriqueciendo así el compromiso de todos para afrontar los desafíos del presente y para lograr un futuro mejor».

Benedicto XVI ha expresado su aprecio por el reconocimiento, por parte de estos parlamentarios, de la herencia cristiana de Europa, que ofrece directrices éticas de gran valor en la búsqueda de un modelo social que responde a las demandas de una economía ya globalizada y a los cambios demográficos, asegurando el crecimiento y el empleo, la protección de la familia, la educación de los jóvenes y la debida atención a los más pobres.

Refiriéndose luego al reconocimiento de la herencia cristiana también para afrontar una cultura, que se está extendiendo cada vez más en el continente europeo, que pretende relegar a la esfera privada y subjetiva la manifestación de las convicciones religiosas de cada uno, el Santo Padre ha señalado que las políticas fundadas sobre esta cultura, no sólo repudian el papel público que les corresponde a los cristianos, sino que apartando a Europa de sus tradiciones religiosas, cualquiera que sea su denominación, llegan incluso a atentar contra la misma democracia.

El Papa ha exhortado a la Unión Europea a tener en cuenta los valores cristianos que son fundamentales para el bien común de la sociedad. Señalando que oponerse al reconocimiento de las raíces cristianas de Europa, como pretende hacer cierta intransigencia secular, puede ser signo de inmadurez y de verdadera debilidad, Benedicto XVI ha reiterado la importancia del diálogo para superar precisamente estas intransigencias que son el verdadero enemigo de la tolerancia y de una verdadera concepción secular del estado y de la sociedad.

También el Papa ha manifestado su satisfacción por el hecho de que el tratado constitucional de la Unión europea contemple el seguir manteniendo las actuales relaciones con las comunidades religiosas, reconociendo al mismo tiempo su identidad y su contribución específica. Ante todo, el Santo Padre ha expresado su anhelo de que estas relaciones se puedan implementar ahora con la cooperación de todos los movimientos políticos sin distinción de partidos.







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