El Papa centra su discurso a los parlamentarios populares europeos en las raíces cristianas
de Europa y la sacralidad de la vida y familia fundada en el matrimonio entre hombre
y mujer
Jueves, 30 mar (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana en audiencia a unos quinientos
parlamentarios del Partido Popular Europeo, que han celebrado en Roma su congreso
continental y que este año conmemoran el trigésimo aniversario de su fundación. En
su bienvenida, el Papa ha reiterado la especial atención de los Romanos Pontífices
hacia Europa, evocando los numerosos encuentros entre sus predecesores y los movimientos
políticos europeos de inspiración cristiana.
Tras hacer hincapié en la importancia
del reconocimiento de las raíces cristianas de Europa, Benedicto XVI ha reiterado
que las intervenciones públicas de las Iglesias y comunidades eclesiales en favor
de determinados principios «no constituyen una forma de intolerancia o de interferencia,
sino que están animadas por el único anhelo de iluminar las conciencias, con el fin
de que las personas actúen libre y responsablemente, siguiendo las verdaderas demandas
de la justicia, incluso cuando ello pueda estar en conflicto con situaciones de poder
y de intereses personales». Refiriéndose a la preocupación de la Iglesia católica
por la tutela de aquellos principios que defienden y promueven la dignidad humana,
el Papa ha afirmado firmemente que estos principios «no pueden ser negociados»:
«La
protección de la vida en todas sus etapas, desde el primer momento de la concepción
hasta la muerte natural. El reconocimiento y la promoción de la estructura natural
de la familia – entendida como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio
– y su defensa ante los intentos de equipararla jurídicamente a formas radicalmente
diferentes de unión, que en realidad dañan a la misma familia, contribuyendo a su
desestabilización y obscureciendo su carácter particular y su papel social irreemplazable.
Y la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos».
Además de
destacar que estos principios no son sólo verdades de fe - a pesar de que se iluminen
y refuercen gracias a ella - sino que están inscritos en la misma naturaleza humana
y, por lo tanto, son comunes a toda la humanidad, sin distinción de pertenencia religiosa,
Benedicto XVI ha puesto de relieve que la acción de la Iglesia «es aún más necesaria»
cuando la mayor parte de estos mismos principios es negada o menospreciada, «porque
ello constituye una ofensa contra la verdad de la dignidad humana y una grave herida
infligida contra la justicia misma».
En su denso discurso, el Papa ha señalado
que, en la actualidad «Europa tiene ante sí complejas cuestiones de gran importancia»
- como son el crecimiento y desarrollo de la integración europea, la definición exacta
de su política de vecindad dentro de la misma Unión y el debate sobre su modelo social.
En este contexto, el Santo Padre ha hecho hincapié en la importancia de la herencia
cristiana de este continente y ha reafirmado que «por medio del reconocimiento del
valor de sus raíces cristianas, Europa podrá dar una dirección segura a las opciones
de sus ciudadanos y de sus pueblos y podrá fortalecer su conciencia de pertenecer
a una civilización común, enriqueciendo así el compromiso de todos para afrontar los
desafíos del presente y para lograr un futuro mejor».
Benedicto XVI ha expresado
su aprecio por el reconocimiento, por parte de estos parlamentarios, de la herencia
cristiana de Europa, que ofrece directrices éticas de gran valor en la búsqueda de
un modelo social que responde a las demandas de una economía ya globalizada y a los
cambios demográficos, asegurando el crecimiento y el empleo, la protección de la familia,
la educación de los jóvenes y la debida atención a los más pobres.
Refiriéndose
luego al reconocimiento de la herencia cristiana también para afrontar una cultura,
que se está extendiendo cada vez más en el continente europeo, que pretende relegar
a la esfera privada y subjetiva la manifestación de las convicciones religiosas de
cada uno, el Santo Padre ha señalado que las políticas fundadas sobre esta cultura,
no sólo repudian el papel público que les corresponde a los cristianos, sino que apartando
a Europa de sus tradiciones religiosas, cualquiera que sea su denominación, llegan
incluso a atentar contra la misma democracia.
El Papa ha exhortado a la Unión
Europea a tener en cuenta los valores cristianos que son fundamentales para el bien
común de la sociedad. Señalando que oponerse al reconocimiento de las raíces cristianas
de Europa, como pretende hacer cierta intransigencia secular, puede ser signo de inmadurez
y de verdadera debilidad, Benedicto XVI ha reiterado la importancia del diálogo
para superar precisamente estas intransigencias que son el verdadero enemigo de la
tolerancia y de una verdadera concepción secular del estado y de la sociedad.
También
el Papa ha manifestado su satisfacción por el hecho de que el tratado constitucional
de la Unión europea contemple el seguir manteniendo las actuales relaciones con las
comunidades religiosas, reconociendo al mismo tiempo su identidad y su contribución
específica. Ante todo, el Santo Padre ha expresado su anhelo de que estas relaciones
se puedan implementar ahora con la cooperación de todos los movimientos políticos
sin distinción de partidos.