2006-03-26 13:37:02

Homilía de Benedicto XVI en la Parroquia de Dios Padre Misericordioso, donde ha contemplado la original construcción del templo, la “barca de la Iglesia surcando los mares del Tercer Milenio”


Domingo, 26 mar (RV).- Con la palabra que define este cuarto domingo de Cuaresma, llamado tradicionalmente “domingo Laetare”, Alegraos, el Santo Padre Benedicto XVI ha comenzado la homilía en la Parroquia de Dios Padre Misericordioso. “Tu memoria, Señor, es nuestro gozo”. Pensar en Dios produce alegría. Y surge espontáneamente la pregunta ¿por qué debemos alegrarnos? –se pregunta el Papa. La respuesta la encontramos en las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy: a pesar de nuestra indignidad, somos los destinatarios de la infinita misericordia de Dios, de la cual habla esta barca del Señor que es Roma.

El Santo Padre ha visitado esta mañana la Parroquia de Dios Padre misericordioso donde ha celebrado la Santa Misa a las 9 y posteriormente ha contemplado la original construcción del templo, obra maestra de ingeniería, arquitectura y con un marcado carácter espiritual y litúrgico, en la que la “barca de la Iglesia surca los mares del Tercer milenio".

En efecto, la iglesia, obra del arquitecto Richard Meier, autor entre otras obras, del Museo de arte contemporáneo de Barcelona, representa una barca, la barca de Pedro, que en la tradición cristiana ha representado siempre a la Iglesia como Pueblo de Dios, guiada por el Papa. Esta iglesia fue promovida por el Papa Juan Pablo II, en el ámbito del programa “50 iglesias para Roma 2000”, en vistas al Jubileo.

Las tres velas que sobresalen simbolizan a la Trinidad, y la vela más grande expresa la protección de Dios sobre la comunidad cristiana. La altura de las velas -26 metros la más alta y de más de 12 toneladas de peso- y su curvatura, han podido ser plantadas gracias a una máquina especialmente construida para el caso. Ninguna grúa existente en el mundo lo hubiera conseguido. El sol no entra directamente en la iglesia, excepto en unos momentos de la tarde, cuando un rayo de sol ilumina el crucifijo del presbiterio.

En este contexto espacial y luminoso, han sonado las palabras del Santo Padre en la Eucaristía que ha celebrado esta mañana en esta iglesia romana. “El autor sagrado del libro de las Crónicas hace una sintética pero significativa interpretación de la historia del pueblo elegido, que experimenta el castigo de Dios como consecuencia de su rebeldía: el templo destruido, el pueblo en el exilio, parece que ha sido abandonado por Dios, ha dicho el Papa. Pero incluso a través del castigo, Dios persigue un designio de misericordia, para que vuelvan a su Dios y lo conozcan más profundamente.

En una secuencia de contornos dramáticos de la historia triunfa siempre el amor, porque Dios es amor. Y la historia del pasado puede ser la historia de nuestros días, y ayudarnos a ver cómo Dios nos sigue amando incluso a través de la prueba y los castigos, que traslucen siempre signos de misericordia y perdón. Es lo que refiere la Carta del Apóstol Pablo a los Efesios, ha seguido diciendo el Papa: “Dios, rico en Misericordia, estando nosotros muertos por el pecado, nos ha hecho vivir con Cristo”, mensaje que viene amplificado en la bellísima frase de San Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que quien crea en Él no muera, sino que tenga la vida eterna”.

“Sabemos que ese “dar” de parte del Padre que ha dado a su Hijo, ha tenido un desarrollo dramático: le ha llevado hasta el sacrifico del Hijo en la Cruz, -ha continuado el Santo Padre-, “y éste es el anuncio central de la Iglesia, que permanece inmutable. La fe cristiana no es, por tanto, ninguna ideología, sino un encuentro personal con Cristo crucificado y resucitado, de cuya experiencia personal y comunitaria se deriva una existencia marcada por el amor”

Este misterio – ha concluido el Santo Padre – es particularmente elocuente en esta parroquia dedicada a “Dios Padre misericordioso”, querida por mi amado Predecesor Juan Pablo II, con motivo del Jubileo del año 2000, quien en su último manuscrito, que es como un testamento, decía: “Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y de acoger la Divina Misericordia”.

“Que éste sea vuestro compromiso, decía el Papa dirigiéndose a los fieles de la parroquia, comprender y acoger el amor misericordioso de Dios; al tiempo que agradecía sus sentimientos, expresados en las palabras del párroco, “con una bella interpretación de este edificio, de esta barca de Pedro y del Señor”. Haceos apreciar, no sólo por la belleza particular del edificio sagrado, sino sobre todo por la riqueza de una comunidad viva, comprometida en el testimonio del amor de Dios, Padre misericordioso.

Para concluir esta visita de Benedicto XVI a esta parroquia de un barrio de Roma, diremos que una característica estética y expresiva es el uso del blanco como color dominante, su arquitectura está hecha de luz. “En una época de caos y conflictos, la responsabilidad del arquitecto –afirma Meier- es crear un sentido de espacio y un sentido de relación”.








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