Santa Sede: el agua, factor clave para la paz y la seguridad
Martes, 21 mar (RV).- «El agua, elemento de la Creación, manantial de vida, es un
bien universal común destinado a toda la familia humana» y es un factor clave para
la paz y la seguridad» en nuestro planeta. Lo reitera la Santa Sede ante el IV Foro
Mundial sobre el Agua que se celebra México.
«El agua, elemento de la Creación,
manantial de vida, es un bien universal común destinado a toda la familia humana».
Lo reitera la Santa Sede en el documento que ha presentado ante el IV Foro Mundial
sobre el Agua que se está celebrando en la capital de México, desde el pasado 16 de
marzo y que finalizará mañana. El documento, advierte que «el derecho humano al agua
es un factor clave para la paz y la seguridad» en nuestro planeta.
El Foro
Mundial del Agua se celebra cada tres años con el objetivo de sensibilizar a la opinión
pública acerca de las cuestiones del agua y favorecer la participación y el diálogo
entre múltiples sectores interesados para influir en la toma de decisiones políticas
en busca del desarrollo sostenible.
«El agua es mucho más que una simple necesidad
humana básica. Es un elemento esencial, irremplazable, para asegurar la continuidad
de la vida. El agua está íntimamente ligada a los derechos humanos fundamentales,
como el derecho a la vida, a la alimentación y a la salud». Evocando el mensaje que
Juan Pablo II dirigió a los obispos de Brasil en 2004, el mencionado documento de
la Santa Sede hace hincapié en la urgencia de asegurar este bien universal a toda
la familia humana.
Se trata de un texto pormenorizado que actualiza el que
la misma Santa Sede había elaborado para el III Foro Mundial del Agua, celebrado en
Kyoto, Japón en 2003, que había sido preparado por el Pontificio Consejo Justicia
y Paz y cuyo título es «El agua, elemento esencial para la vida». Ese texto partía
del concepto del agua como un bien clave para el desarrollo y un derecho de todo ser
humano, reconocía la importancia del agua en las tradiciones religiosas y se centraba
después en el tema de que tanto los gobiernos como la comunidad internacional deben
afrontar la cuestión del agua, en los niveles social, económico, político y ambiental.
El documento actualizado y presentado ahora en México subraya el papel esencial
del agua en la paz y la seguridad, recordando que muchos conflictos estallan por el
control de los recursos hídricos y pone como ejemplo la extrema sequía que ha intensificado
las tensiones étnicas en el Cuerno de África y las contiendas generadas en los países
de Oriente Medio por la posesión de tierras irrigadas.
En el apartado «Una
cultura del agua», la Santa Sede advierte de la inmoralidad del derroche del agua
en los países desarrollados, donde los ciudadanos no se dan cuenta de que viven en
una situación privilegiada y no piensan «en las consecuencias que el despilfarro del
agua acarrea en las vidas de nuestros hermanos y hermanas en el resto del mundo».
Los dos últimos apartados están dedicados a la gestión de los recursos hídricos
y a la respuesta en las catástrofes naturales. Tras señalar que «las decisiones relativas
a la distribución del agua deben obedecer al criterio de justicia», que «se debe promover
el derecho del ser humano al agua y a los servicios de higiene seguros de forma tal
que las desigualdades existentes se reduzcan y se favorezca un mayor bienestar de
las personas menos afortunadas», la Santa Sede se refiere también a las catástrofes.
El
documento recuerda que muchas catástrofes se producen no solo por causas naturales
sino también por «el uso irresponsable y la explotación de los recursos de la tierra»
y sugiere que los países pobres, ayudados por los más ricos, inviertan en medidas
que limiten las consecuencias de sequías e inundaciones. Insistiendo en que las iniciativas
de este tipo «deben implicar la participación activa de la comunidad local, que debe
ser detalladamente informada de la repercusión, tanto en el medio ambiente como en
sus vidas, de cualquier infraestructura construida con el propósito de reducir la
vulnerabilidad de las catástrofes».
Con la mirada puesta en el ser humano
que «es el centro de las preocupaciones expresadas en este documento actualizado»,
la Santa Sede reafirma que «el objetivo primario de todos los esfuerzos debe ser el
bienestar de aquellos, hombres, mujeres, niños, familias y comunidades que viven en
los lugares más pobres del mundo y sufren, más que nadie, por la escasez de recursos
hídricos».