2006-03-21 16:16:37

Santa Sede: el agua, factor clave para la paz y la seguridad


Martes, 21 mar (RV).- «El agua, elemento de la Creación, manantial de vida, es un bien universal común destinado a toda la familia humana» y es un factor clave para la paz y la seguridad» en nuestro planeta. Lo reitera la Santa Sede ante el IV Foro Mundial sobre el Agua que se celebra México.

«El agua, elemento de la Creación, manantial de vida, es un bien universal común destinado a toda la familia humana». Lo reitera la Santa Sede en el documento que ha presentado ante el IV Foro Mundial sobre el Agua que se está celebrando en la capital de México, desde el pasado 16 de marzo y que finalizará mañana. El documento, advierte que «el derecho humano al agua es un factor clave para la paz y la seguridad» en nuestro planeta.

El Foro Mundial del Agua se celebra cada tres años con el objetivo de sensibilizar a la opinión pública acerca de las cuestiones del agua y favorecer la participación y el diálogo entre múltiples sectores interesados para influir en la toma de decisiones políticas en busca del desarrollo sostenible.

«El agua es mucho más que una simple necesidad humana básica. Es un elemento esencial, irremplazable, para asegurar la continuidad de la vida. El agua está íntimamente ligada a los derechos humanos fundamentales, como el derecho a la vida, a la alimentación y a la salud». Evocando el mensaje que Juan Pablo II dirigió a los obispos de Brasil en 2004, el mencionado documento de la Santa Sede hace hincapié en la urgencia de asegurar este bien universal a toda la familia humana.

Se trata de un texto pormenorizado que actualiza el que la misma Santa Sede había elaborado para el III Foro Mundial del Agua, celebrado en Kyoto, Japón en 2003, que había sido preparado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz y cuyo título es «El agua, elemento esencial para la vida». Ese texto partía del concepto del agua como un bien clave para el desarrollo y un derecho de todo ser humano, reconocía la importancia del agua en las tradiciones religiosas y se centraba después en el tema de que tanto los gobiernos como la comunidad internacional deben afrontar la cuestión del agua, en los niveles social, económico, político y ambiental.

El documento actualizado y presentado ahora en México subraya el papel esencial del agua en la paz y la seguridad, recordando que muchos conflictos estallan por el control de los recursos hídricos y pone como ejemplo la extrema sequía que ha intensificado las tensiones étnicas en el Cuerno de África y las contiendas generadas en los países de Oriente Medio por la posesión de tierras irrigadas.

En el apartado «Una cultura del agua», la Santa Sede advierte de la inmoralidad del derroche del agua en los países desarrollados, donde los ciudadanos no se dan cuenta de que viven en una situación privilegiada y no piensan «en las consecuencias que el despilfarro del agua acarrea en las vidas de nuestros hermanos y hermanas en el resto del mundo».

Los dos últimos apartados están dedicados a la gestión de los recursos hídricos y a la respuesta en las catástrofes naturales. Tras señalar que «las decisiones relativas a la distribución del agua deben obedecer al criterio de justicia», que «se debe promover el derecho del ser humano al agua y a los servicios de higiene seguros de forma tal que las desigualdades existentes se reduzcan y se favorezca un mayor bienestar de las personas menos afortunadas», la Santa Sede se refiere también a las catástrofes.

El documento recuerda que muchas catástrofes se producen no solo por causas naturales sino también por «el uso irresponsable y la explotación de los recursos de la tierra» y sugiere que los países pobres, ayudados por los más ricos, inviertan en medidas que limiten las consecuencias de sequías e inundaciones. Insistiendo en que las iniciativas de este tipo «deben implicar la participación activa de la comunidad local, que debe ser detalladamente informada de la repercusión, tanto en el medio ambiente como en sus vidas, de cualquier infraestructura construida con el propósito de reducir la vulnerabilidad de las catástrofes».

Con la mirada puesta en el ser humano que «es el centro de las preocupaciones expresadas en este documento actualizado», la Santa Sede reafirma que «el objetivo primario de todos los esfuerzos debe ser el bienestar de aquellos, hombres, mujeres, niños, familias y comunidades que viven en los lugares más pobres del mundo y sufren, más que nadie, por la escasez de recursos hídricos».







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